Está ocurriendo lo que me temía: llegó la época de más ilusión y festejos con un Puerto Rico vacío de servicios esenciales y de la gente que conforma el corazón de la isla. ¿Cómo podemos pensar que Puerto Rico se levanta cuando escuchamos debates estériles por desembolso de dinero esencial para echar hacia adelante nuestra isla? ¿Por qué, ante la necesidad, siguen argumentando los políticos quién resuelve la catástrofe más rápido, aunque eso signifique poner parchos? Hay que levantar cabeza con inteligencia y pensando en las miles de familias que están pasando hambre y necesidades médicas que les afectan su calidad de vida. Los esfuerzos de ciudadanos privados por ayudar son notables. Gracias a esa ayuda desinteresada es que los afectados, que somos todos, no estamos solos. La respuesta del Gobierno estadounidense ha sido tibia y sigue siendo ahora muy fría. Es decir, una especie de apatía que ha sido promovida por el presidente Trump mucho antes de lanzar los rollos de papel toalla. ¿Qué sucederá con nosotros? ¿Qué están haciendo el Gobierno y el sector privado para evitar la fuga de talento?
En las redes sociales descubrí uno de esos grupos que promueve la solidaridad desinteresadamente. Nació el día que una joven madre decidió no quedarse sentada a la mesa y llenó su camioneta de productos de primera necesidad. Se le unieron los que realmente quieren ayudar y donar. No están permitidos en el grupo políticos que buscan la foto perfecta. Todos los días los miembros del grupo se levantan, recaban donaciones y llevan alimentos y medicamentos a la montaña. Han llegado a lugares donde los funcionarios estatales ni federales han podido llegar. En silencio, esa familia actúa. Lo que publican en las redes son las misiones y el éxito de haber podido llegar a esa familia desamparada. Esa es la importancia de la solidaridad y de donar sin esperar nada a cambio. Advine en conocimiento al realizar una búsqueda sencilla de grupos solidarios para publicar historias de éxito en medio de esta catástrofe. Es importante destacar a la gente que hace el bien y en lugar de preocuparse se ocupan de hacer el trabajo que el Gobierno no ha podido atender. Hablando con uno de los miembros de esa familia solidaria que, obviamente, no desea que se le identifique —por el momento solo diré que es del oeste del país—, me contaba lo fácil que ha sido llevar alegría porque los rostros de quienes los reciben lo que gritan es agradecimiento, y sus cuerpos, abrazos. Entonces, con el corazón agrandado se despiden con la promesa de regresar. Lo peor ha sido —me cuentan— darse cuenta de que muchos de esos sectores apartados probablemente nunca más tendrán energía eléctrica. El terreno escabroso y el costo de reparación es muy alto para ser asumido por un Gobierno en dificultades económicas y menos para una familia de escasos recursos. No es culpa de la familia que heredó y construyó allí. Se trata de la falta de planificación gubernamental. Y ni hablar de la fallas en la supervisión, que sobrepasan todos los ejemplos que usted pueda imaginar y que denotan incompetencia. Los boricuas que están pasando por esas difíciles situaciones seguramente se sumarán a los 150,000 puertorriqueños que se han trasladado a Florida. A estas alturas, tras el paso de los huracanes (no dejemos a Irma), no tener energía eléctrica es atrasar el proceso de reconstrucción y afectar aún más el proceso de recuperación emocional. El gobernador Ricardo Rosselló aseguró que el 95 % de la isla tendría servicio de electricidad el 15 de diciembre. Pero sabemos que se precipitó en la promesa. Conociendo la fragilidad del sistema eléctrico y la burocracia que permea en Puerto Rico, esta Navidad es atípica. Para llamar la atención de las necesidades y lo que necesita nuestro pueblo, debemos dejar a un lado la sobriedad para narrar y digamos las cosas como son. Así como conocí a ese distinguido grupo en medio de una cubierta periodística contemos también cómo el sistema pretende desamparar a muchos. De lo contrario continuará el éxodo. Nuestro país se vacía, pero aquí quedamos los que apostamos por la reconstrucción de la infraestructura y su gente.