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Cita con la historia III

Lea la columna de opinión de William Villafañe.

En un mes tendremos en nuestras manos, de una vez y por todas, la herramienta democrática para resolver de manera definitiva el histórico problema de nuestra condición política. Aun cuando entre las opciones a seguir se ha incluido la presente situación territorial y colonial de nuestro terruño, el plebiscito del 11 de junio de 2017 nos brinda la gran oportunidad de llevar un mensaje claro tanto al Gobierno de Puerto Rico como al Congreso de los Estados Unidos sobre el camino que vamos a seguir. Lo haremos, toda vez que el compromiso de la presente administración con atender este centenario dilema no es un asunto que se deba postergar. En la medida en que comencemos el siguiente año fiscal local y federal conociendo y dando a conocer el rumbo que desea tomar nuestro pueblo en cuanto a su relación con los Estados Unidos de América, podemos dirigir también nuestros esfuerzos hacia la consecución de la igualdad plena, bien como el único estado de la Unión bañado por las aguas del mar Caribe o como otra de las hermanas islas cuyos hijos e hijas todavía lo arriesgan todo por llegar a nuestras playas.

En un escrito reciente sobre este particular proceso, cité a nuestro siempre recordado don José Celso Barbosa cuando expresaba de peculiar manera que buscamos el mismo fin por diferentes caminos. No obstante, cuando utilizo la conocida frase del prócer, también recuerdo que Fernando Savater, en su libro Política para Amador, deja claro la importancia de tener presente que “la unanimidad sin sobresaltos es muy tranquila, pero resulta tan letalmente soporífera como un encefalograma plano” y que, aun cuando “quizá queramos lo mismo todos”, la realidad es que “al enfrentarnos por conseguirlo o enfocar el mismo asunto desde diversas perspectivas, constatamos que no todos somos el mismo”. Y son pensamientos como esos los que nos mueven a abrazar esta oportunidad real de un cambio que todos vamos entendiendo necesario y que hemos solicitado ya en las urnas, caminar hacia ella como individuos que, en nuestra diversidad, “actuamos solidaria o cómplicemente con los demás”. Y se convierte, pues, esta consulta en un mandato al Gobierno local en cuanto a la ulterior definición política que debe conseguir para Puerto Rico de quienes la tienen secuestrada dentro de la cláusula territorial de la Constitución de los Estados Unidos.

Participar en el plebiscito es, en cierta manera, controlar nuestro destino. Evitar que de un momento a otro, sin quererlo o pedirlo expresamente, sean unos pocos los que decidan por nosotros. No podemos permitirnos que se convierta en realidad el diálogo entre José e Isabel en Se acabó lo que se daba, de Dávila Colón, cuando discuten que “el tiempo y los eventos se han acelerado a una velocidad vertiginosa” solo para concurrir que entonces ya era “irrelevante” el “cómo entramos en esta vorágine”. El momento de actuar es ahora, dentro de los parámetros que nos garantiza el asistir a las urnas a hacer valer nuestro parecer sobre asuntos tan importantes para nuestro futuro, individual y colectivo; al igual que la expresión de las condiciones socioeconómicas en las cuales se fundamentará nuestro desarrollo, considerando las claras consecuencias que sobre el mismo tiene cada una de las fórmulas o alternativas entre las que podemos escoger.

Hoy más que nunca se hace evidente cuán necesario es participar en el plebiscito de estatus, cumplir con nuestros hijos e hijas y las futuras generaciones. Esta cita es con la historia que hemos de crear juntos, como pueblo, a partir del 11 de junio de 2017. El resultado de la consulta determinará si tendremos a nuestro alcance las herramientas necesarias para construir un nuevo Puerto Rico mientras caminamos en igualdad de condiciones por la ruta que, como hermanos y hermanas, señalemos, no la que unos pocos quieran delinear por nosotros.

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