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¿Cambiamos de receta?

Lea la columna de opinión de Julio Rivera Saniel.

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Los pasados 12 años han supuesto una jornada extenuante para los ciudadanos. Uno tras otro, los gobiernos han echado mano de medidas que apostaban al “sacrificio ciudadano” temporero para levantar la economía del país. Uno tras otro, los gobernantes acudían al país solicitando comprensión. Sería doloroso pero momentáneo. “Necesario”, “imprescindible”, “impostergable”. Solo que de temporeras las medidas han tenido muy poco. Y la recuperación prometida ha tardado en llegar.

Primero fue el IVU. El impuesto que hoy arrastramos prometía allegar una importante inyección de fondos a la alicaída economía. Pero el tiempo probó que las advertencias hechas por más de un economista eran ciertas. El impuesto, bajo esas condiciones y en aquel momento histórico, no era una buena idea. Tanto que el exgobernador Aníbal Acevedo Vilá, bajo cuya gobernación se dio forma al arbitrio, ha tenido que aceptar que esa medida de salvamento que “acabaría con la evasión contributiva” ha sido un fracaso. “A mí me parece que la incorporación y la aceptación del IVU (impuesto a la evnta y uso) le hizo un daño terrible a la economía y le sigue haciendo un daño terrible a la economía”, dijo en 2014. En ese mismo periodo se añadieron 15 mil millones de dólares a la deuda.

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Más tarde llego la “medicina amarga”. Esa que arribó el siguiente cuatrienio. De nuevo, el llamado a los ciudadanos fue al sacrificio “temporal”, “doloroso” pero “necesario” para poner la casa en orden. Y entonces llegó la Ley 7, que trajo consigo miles de despidos. Entonces, el gobernador Luis Fortuño aseguró una y otra vez que no habría problema. Que los empleados que quedaran sin empleos serían “absorbidos” por el sector privado. Tal cosa nunca ocurrió. Así que el país, que ya arrastraba el IVU y el cierre de gobierno del ciclo anterior, tuvo que añadir a la lista miles de desempleados que en más de un caso optaron por abandonar el país. Por no hablar de lo que los expertos aseguran fueron los más de 17 mil millones de dólares en deuda pública en los que se incurrió. La medicina, amarga sin duda, fue administrada. Pero el paciente no obtuvo la mejoría prometida y, por lo contrario, añadió más carga a su bolsillo.

Más recientemente, el impacto a los empleados públicos y la clase media continuó. La promesa era la misma cuando llego la bomba de la Ley 66, que promovió la eliminación de 16 mil puestos de trabajo. También cuando llegaron nuevos impuestos. La salvación estaba cerca. Las medidas “temporales” “necesarias” y “dolorosas” ayudarían a estabilizar nuestras finanzas. Otro ciclo de sacrificios con pinta de anuncio engañoso.

Entonces llega la Junta de Supervisión Fiscal. Esa que, en los hechos, más que supervisar, controla. Y el discurso que ya parece desgastado toma un nuevo respiro, ahora con la bendición de Washington. Para estabilizar el país hay que repetir la misma fórmula que no ha probado estabilizarlo por más de 12 años. Más impuestos, más despidos, reducción del tamaño del gobierno porque resulta que sigue siendo “muy grande” y que las reducciones a su tamaño llevadas a cabo por más de una década no han sido suficientes. Y al guiso añada reducción de servicios de salud, la lapidación del presupuesto de la universidad más importante de la isla, aumentos por diez años a la tarifa de agua y la eliminación de beneficios a trabajadores públicos. Y entonces llega la incredulidad, esa que llega de cada esquina. ¿Qué debe hacer pensar a los ciudadanos que la misma receta de sacrificios al mismo sector económico debe traer la tan anhelada recuperación económica? ¿No es que acaso 12 años de nuestra historia reciente (sin contar los que le precedieron) han sido prueba suficiente de que los sacrificios constantes a la clase trabajadora no han resuelto el problema y que, por lo contrario, han promovido una migración alarmante, un país vacío, con bolsillos vacíos? ¿No es acaso esa misma la fórmula que ha llevado a Grecia a una debacle pocas veces vista? Que alguien explique por qué esta vez, con los mismos elementos que nos han traído al mismo centro del desastre, la historia será distinta. Hay quien dice que no puede esperarse un resultado.

¿No será que ya va siendo hora de cambiar de receta?

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