Recientemente el director de una cadena radial citó algunas expresiones de un servidor cuando señalaba los efectos nefastos del recorte de $450 millones a la UPR.
“Se va a reducir la cantidad de dinero disponible para costear estudios que incluye gastos de hospedaje, gasolina, y la comida para que un estudiante pueda sobrevivir mientras estudia y no tenga que trabajar…”, citó. Así de abrupto como termina la cita, se interrumpió el pensamiento que se trataba de desarrollar. Luego de eso, salieron a la luz todos esos prejuicios clásicos despreciando, desvalorizando y negando la realidad de que hay pobreza en Puerto Rico y, por supuesto, perpetuando el estereotipo de que los estudiantes son unos vagos.
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El estudiante de hoy, de por sí, no cuenta con los recursos necesarios para estudiar. La Beca Federal, que es poco más de $5,500, no cubre el costo de estudios anual esperado de un estudiante sub-graduado de la UPR que asciende a $11,675 al año. Estos estudiantes, ninguno adverso al trabajo, dicho sea de paso, se encargan de complementar esos ingresos con programas federales diseñados de manera académica y científica que parten de la premisa de que aquel que está en la academia no cuenta con el tiempo necesario para ejercer un trabajo más allá de los programas de estudio y trabajo, jornal o de experiencias académicas formativas, por dar algunos ejemplos, para cerrar esa brecha de $6,175 sin cubrir.
Aquellos otros estudiantes que valientemente y con mucha suerte se adentran al desaparecido mercado laboral privado, lo hacen a la merced de los términos y condiciones que disponga su empleador. Esto significa que su programa de estudios se verá moldeado por sus necesidades laborales.
He ahí el dilema. Un estudiante que también trabaja, por lo común, no puede sostener una carga académica regular de 15 créditos. Esto ocasiona que se atrase, al menos un semestre o un año para culminar sus estudios. En términos tecnócratas, el estudiante le sale “más caro” al país por ese añito extra. Por cada año adicional que la situación económica obligue al estudiante a trabajar y atrasarse en su calendario de estudios, el Estado invierte $14,700 al año adicionales, en el caso de un estudiante del Recinto de Río Piedras.
Al compañero le digo que su deseo de que los estudiantes se imaginen sin los $5,500 de la beca federal está a punto de cumplirse y por partida doble. Mientras Rosselló asiente al recorte de $450 millones en la UPR, Trump promueve en su presupuesto el recorte a los fondos de Becas Pell. Tendrá la Universidad que, sin entenderlo, desea. Una vacía y donde los pocos que queden quebrarán poco a poco sus finanzas con una fecha de graduación que nunca verán llegar porque cada día tendrán que trabajar más.
En fin, más tiempo de estudio, significa mayor inversión del erario público y menos fondos para otros fines, matemática simple. ¿Ya ven porque nos hace falta la Universidad… y poder tener los medios para estudiar en ella?
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Por: Gilberto Domínguez Escalera
Representante Estudiantil Graduado ante la Junta de Gobierno de la UPR