Hay una historia que resulta relevante y que ya no se escucha en nuestra isla como en antaño. Esta narra cómo San Francisco de Asís fue al encuentro de un lobo que aterrorizaba a la ciudad. Al ver la fiera, el hombre se encomendó a Dios y, dirigiéndose a esta, le llamó “hermano”. Como resultado, se estableció un diálogo que dio paso a compromisos y particular sentido de pertenencia y seguridad, para bien de “la comarca”.
No importa quién el lector considere que es el lobo de nuestros tiempos, dicha percepción está basada, ulteriormente, en algún temor o desconfianza que nos mueve, como humanos que somos, a actuar alrededor de los problemas sin reconocer que eventualmente el bienestar de “la comarca” depende de la actitud con que se enfrenten las dificultades y aparentes amenazas. El primer paso, reconocernos como hermanos, y, el segundo, sabernos igualmente responsables de la reconstrucción de Puerto Rico en el presente y para las generaciones del mañana.
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Recientemente, en un conversatorio sobre el potencial desarrollo socioeconómico de la isla, se discutía el hallazgo de que, aún sin los datos del pasado mes de diciembre, el comisionado de Instituciones Financieras expresó que “el año 2016 habría terminado con 5,338 ejecuciones de viviendas”, llegando a un nivel récord y representando un aumento de 19.7 % en comparación con el año inmediatamente anterior. Además, el Instituto de Estadísticas informaba que, aun cuando en el 2015 migraron a la isla 25,000 personas, en términos absolutos perdimos 89,000 residentes. Asimismo, la Junta de Planificación informó esta semana que en noviembre de 2016 el Índice de Actividad Económica cayó un 0.2 por ciento, luego de 15 meses de caídas consecutivas, ecuación que incluye la reducción en horas semanales trabajadas y en el empleo asalariado.
Reitero que no debemos permitir que quienes ocultaron la verdad pretendan que sigamos su ejemplo o tomemos como punto de partida el espejismo que nos estaban vendiendo. La realidad que vivimos nos toca a todos. Quien entienda que no es necesario hacer cambios radicales a la forma y manera en que se han estado haciendo las cosas durante los pasados años, de seguro terminará descubriendo que lo proyectado por la pasada administración, en términos de recursos y capacidad financiera de las entidades gubernamentales, era un falso oasis en medio del más inhóspito desierto.
Las leyes de emergencia fiscal que han entrado en vigor establecen claramente que han de ser vigentes hasta tanto comience la recuperación económica o hasta el 2021, lo que ocurra primero. Lo prudente y razonable es unirnos para levantar nueva y prontamente nuestra economía, trabajar incansablemente para resolver el problema crediticio de Puerto Rico y ayudarnos a, de una vez y por todas, aprobar y manejar un presupuesto balanceado sin la necesidad de recurrir a préstamos.
La inercia y el esperar el correr del tiempo no debe ser alternativa para quienes deseamos dejar atrás las medidas diseñadas para enfrentar y atajar la crisis que hemos heredado. Aun ante la percepción de que unos u otros somos lobos, a todos y todas nos corresponde imitar a San Francisco e ir al diálogo pensando: “Paz, hermano lobo”. Porque construir un nuevo Puerto Rico también nos toca a todos.