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El poder del peso

Lea la columna de Julio Rivera Saniel.

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Dos más dos es cuatro, aunque lo diga un loco. De eso no cabe duda. Este dicho popular nos ayuda a recordar que, en ocasiones, la vida, por más que nos guste complicarla, es más sencilla de lo que pensamos.

Esa simpleza igual podría aplicar a nuestros hábitos de consumo. Ayudar al país y a la recuperación económica, en lo que respecta a nosotros, los ciudadanos, podría ser más sencillo de lo que nos parece.

Me explico. Para más de uno la situación económica y lo que nos depara este 2017 son causa común de insomnio. “¿Tendrá esto remedio?”, nos preguntamos. ¿Cómo lograr la recuperación? Para el Gobierno, la tarea es complicada, sobre todo porque debe comenzar a buscar y conseguir dinero nuevo, de ese que no tenemos y que tanto necesita la economía local. Pero, mientras eso se consigue, nosotros podemos hacer mucho. Para comenzar, preste atención a lo que hace con ese peso que tiene en el bolsillo la próxima vez que haga sus compras.

Como me explicaban hace unos días varios economistas, la de Puerto Rico sigue siendo una economía de consumo o, lo que es lo mismo, que depende principalmente del gasto de los ciudadanos en productos o servicios. Nos gusta comprar de todo. Y lo hacemos a pesar del clima de estrechez económica. Sin embargo, parte del problema es dónde gastamos. Según números divulgados por la Asociación de Productos de Puerto Rico, los hogares locales gastan en promedio unos $117 en productos o servicios. Con el porciento de esos $117 dólares que se gasta en productos y servicios locales se producen 2,300 empleos anuales, por no hablar de los más de $458 millones en producción local. Ahora, ¿imagina usted cuál sería el efecto sobre nuestra economía y empleos si mensualmente, en lugar de gastar lo que gastamos en productos o servicios extranjeros, redirigimos por lo menos un dólar más a productos o servicios locales? Sin duda, una verdadera inyección a la economía local.

Y es que, en la actualidad, aunque personas como usted siguen siendo consumidores activos, mucho de ese consumo se lleva a cabo en comercios de capital extranjero. En ellos, cuando usted hace su compra y pasa su tarjeta, el dinero producto de la transacción se va de inmediato fuera de la isla. En cambio, si la compra se hace en un establecimiento local, 95 centavos de cada dólar gastado se quedan en nuestra economía.

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Es sencillo. No se trata de demonizar los negocios o servicios de capital extranjero. La mayor parte de nosotros los compra o consume en alguna medida. De lo que se trata es de redirigir recursos. De que si gastamos $300 mensuales en compra en negocios de capital extranjero, comencemos a gastar una cantidad cada vez mayor de esos $300 en productos locales. Pero, para que podamos hacerlo, es necesario que los establecimientos locales y extranjeros que operan en la isla aumenten su inventario de productos locales. Como me decía recientemente don Carlos López, un hombre que compraba lleno de entusiasmo productos puertorriqueños que no sabía que existían, en medio del local Hecho en Puerto Rico, en Plaza Las Américas, “es una vergüenza que nuestra propia gente no promueva estos productos. Cuando vamos a los supermercados, la oferta de productos de Puerto Rico está bien limitada”.

Nada más cierto. Por ello, cuando vaya a hacer sus compras, si no encuentra disponibles productos o servicios locales, exíjalos, pregunte por ellos. Hágase sentir. Porque levantar el país es asunto de todos y todas. No tema en poner en buen uso el poder de ese peso en el bolsillo.

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