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Fidel y los apegos

Lea la columna de Lily García.

Escuchaba hace unos días una grabación de las enseñanzas de uno de mis maestros espirituales. Sogyal Rinpoché hablaba acerca de cómo integrar las creencias espirituales a la vida diaria. Su charla estaba dirigida a practicantes del budismo, pero sus sabias palabras pueden ser aplicadas a creyentes de todas religiones y filosofías espirituales.

Comentaba que, para poder llevar las enseñanzas espirituales a la práctica y que estás no se queden en el templo, la iglesia o los libros, tenemos que vigilar dos cosas: nuestra ignorancia y nuestro coraje. Cuando habla de “ignorancia” no se refiere a la falta de inteligencia o educación, sino a la falta de capacidad de ver a los demás como parte de nosotros mismos. Mientras tanto, el apego no solo a las cosas y personas, sino a nuestras visiones de vida, es el que alimenta nuestros corajes. Cuando las cosas no salen como queremos o cuando otros no piensan como nosotros, nuestras pasiones se disparan y perdemos capacidad para vivir en paz.

Escuchando sus palabras pensé en la reciente muerte de Fidel Castro y las pasiones que su nombre despiertan. Mientras miles a través del mundo, pero principalmente en Miami, celebraron su partida envueltos en banderas de Cuba, otros tantos desfilaban solemnemente frente a su féretro para presentarles su respeto. La figura de Fidel nos ha polarizado y nos seguirá polarizando hasta después de su muerte.

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Puedo entender perfectamente los sentimientos de ambos lados: aquellos que sufrieron tanto y siguen sufriendo por todo lo que la revolución les quitó, y aquellos que ven al comandante como esa figura paternal que les dio la oportunidad de salir de la miseria y les abrió la puerta a oportunidades de educarse y crecer. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar lo que cada cual sienta?

No importa la religión o fe que practiquemos, si queremos vivir vidas verdaderamente espirituales, tenemos que observar nuestros apegos. En palabras de Sogyal Rinpoché: “La ignorancia te suprime y el coraje te mata”. Solo soltando apegos podremos escucharnos y crecer juntos. Después de todo, si una cosa tenemos en común, es nuestro deseo de ser felices.

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