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El cuco de la protesta independentista

Lea la columna de Julio Rivera Saniel.

“No permita que los independentistas se apoderen del país”. Esa frase, así con toda su carga partidista y ausente de argumentos que atiendan la médula del conflicto entre favorecedores y opositores de la disposición de cenizas en Peñuelas, me choca cada vez que la escucho. Es parte del texto de un anuncio patrocinado por un colectivo de camioneros que, en el contexto de esta controversia, ha urgido al Estado a no ceder a la presión pública y honrar el contrato para la disposición de cenizas generadas por la compañía AES.

Las razones de los camioneros para favorecer la disposición de cenizas, sobre todo aquellas relacionadas con sus ingresos y el sustento de sus familias, es entendible. Pero el planteamiento que supone que la protesta, como manifestación, es un ejercicio anclado en el independentismo, es desatinado e ignora los cimientos mismos del sistema democrático. Sin embargo, a pesar de lo desatinado y del repaso de los hechos que ubica en la oposición a la disposición de cenizas a personas de todo el amplio espectro ideológico del país, es triste admitir que esa retórica —la de la protesta como herramienta separatista— es la norma y no la excepción en la isla.

Es común ver y escuchar ese discurso desde la trinchera del partidismo. Protestar es una suerte de pecado mortal que ubica a quien la practica como paria, como anarquista, o, en su defecto, como “separatista” o “comunista”. Como ignorando que la protesta es uno de los cimientos de la democracia “a la americana”. Uno de los pilares de la lucha social y ambiental en todas partes del globo. Desde el Million Men March en Estados Unidos a las protestas contra la corrupción gubernamental e injusticia con las clases trabajadoras en España con Occupy Madrid o el reclamo al cese del uso de Vieques como campo de tiro de la Marina, todas han sido manifestaciones democráticas fundamentadas en aquello de que el voto no es el principio y fin del proceso democrático, sino que el activsimo social es siempre un arma válida y eficaz para las metas comunes.

Si tiene dudas o se asusta con la idea de la protesta, hable con los siouxs en Estados Unidos. “Americanos”, como el que más, protestaron para conseguir la paralización de los permisos para la construcción de un oleoducto que pasaría justo en medio de su principal reserva de agua potable en Dakota del Norte. Los manifestantes bloquearon accesos y se manifestaron aun cuando ello supuso enfrentamientos con las autoridades. Y lo hicieron sin temor a que hacerlo les ganara el calificativo de “antiamericanos”. Sus protestas paralizaron el proyecto. ¿Defender sus derechos como “americanos” les convierte en “antiamericanos” separatistas? Es evidente que no. Porque la protesta, si está guiada por la razón y cuando está anclada en la verdad, tiene muy poco de deflector “tercermundista” y mucho de esa dignidad que permite la democracia.

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