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¿Fin o pausa en el meloneo?

Lee la columna de Rafael Lenin López.

Ya hemos escuchado hasta la saciedad que estamos ante unas elecciones atípicas. Lo dicen todos. Pero no son atípicas porque estemos ante candidatos revolucionarios. Son distintas porque los candidatos y las campañas han tenido menos dinero para gastar con mucho más tiempo de anticipación. Lo que hemos visto en estos últimos días en la publicidad política y en las comparecencias públicas de los aspirantes así lo demuestra: no estamos ante una campaña distinta na.

Lo que sí estaremos viendo es un comportamiento distinto de los electores ante el menú que estará disponible el próximo martes, 8 de noviembre.

Como sabemos, estas elecciones se realizan en medio de unas circunstancias muy particulares ante la situación fiscal que enfrentamos y la imposición de una Junta de Control Fiscal por parte de Washington, que tendrá poderes absolutos sobre el funcionamiento del Gobierno. Ya los siete regentes del Gobierno isleño tienen nombre y apellido. Los electores puertorriqueños escogerán el martes al funcionario que podrá opinar sobre las decisiones que ellos tomen, pero no podrá intervenir en las decisiones. Escogeremos, además, en las urnas a nuestra nueva Asamblea Legislativa, a pesar de que los presupuestos que aprueben (por mencionar una de sus principales responsabilidades ministeriales) podrán ser revocados por siete personas que no pasaron por el escrutinio del pueblo. Escogeremos al nuevo poder nominador de la Rama Judicial, a pesar de que la Ley PROMESA ha decidido quitarle a ese poder constitucional, la jurisdicción sobre pleitos que se presenten en contra de la Junta y hasta decidir la rapidez con la que los jueces deben emitir sus resoluciones en los casos que les vincule. Con ese panorama iremos a las elecciones el martes próximo.

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Ante esa circunstancia y la delicada situación económica que vive Puerto Rico desde hace algún tiempo, todos los sondeos y encuestas señalan que, finalmente, los boricuas ven el tema del estatus político de la isla como uno que incide en la estabilidad del país. Antes, el tema del estatus era un tema que se consideraba un entretenimiento que solo importaba a los periodistas y a un sector de la clase política únicamente. ¿A ti te afecta ser colonia? Se escuchaba decir con bastante regularidad a la gente, sobre todo de ideología de centro, en la calle. Ya eso cambió. La gente ve el problema del estatus como uno que hay que resolver ya.
A pesar de ese entendimiento generalizado que se observa en la calle, en el cuadro electoral que se nos presenta, solo dos de los candidatos a la gobernación plantean el tema en cada rincón donde se presentan. Ricardo Rosselló y María de Lourdes Santiago, del PNP y el PIP, respectivamente, han vendido su discurso de que un voto por ellos es uno por la ideología política que representan. Los otros cuatro son tímidos, vagos, prefieren alejarse del asunto o pretenden proyectar una absurda disponibilidad de dialogar y acatar sin ser claros de cómo lo harían.

David Bernier habla de una nueva mayoría, de un desarrollo del ELA, pero aún es imposible hacer una lectura de su verdadera ideología. Rafael Bernabe reitera que es independentista, pero aclara que en su partido hay de todo y que con el estatus se bregará mediante una asamblea constitucional. Manuel Cidre prefiere sentarse con todas las facciones si gana y acompañarles a Washington para presentarlos en sociedad. Finalmente, Alexandra Lúgaro dice que es independentista, pero que no es realista hablar de ello hasta dentro de 10 años al menos.

Así que, mientras el país parece estar convencido de que el estatus en esta ocasión sí está en issue, cuarto de los seis políticos que buscan gobernar entienden que no o no lucen muy convencidos de que atenderán el tema con la urgencia que merece.

El estatus, hoy más que nunca, es un issue. La Junta de Control Fiscal es una muestra de una condición colonial y de subordinación política a la que ha estado sometido el país por 108 años.

Ante ello, creo que el meloneo, ese voto del independentista que a última hora le da su respaldo a la Pava, podría quedar reducido al mínimo en estas próximas elecciones. La candidata independentista a la gobernación, María de Lourdes Santiago, ha logrado aglutinar muchas fuerzas del independentismo no afiliado y no se nota una vulnerabilidad a que esa unidad se resquebraje en esta ocasión. Al parecer, Bernier está muy consciente de ello y ha decidido —de una manera excesivamente burda, a mi juicio-— buscar los votos realengos, sin ideología fuerte, en las candidaturas de Cidre y Lúgaro. Estos candidatos independientes abrazan entre sus simpatizantes una gama de electores que votarán por ellos por insatisfacción y como método de protesta, por nada más. Estoy seguro de que, además de la legalización de las drogas, la mayoría de los ciudadanos que los respaldan no comprenden al menos cinco de las propuestas de campaña de estos. Bernier no está apelando al voto independentista como en tantas otras ocasiones ha hecho el Partido Popular. Esos antiguos reclamos le ha costado al PPD la acusación de separatistas y de querer traer la “república asociada” por la cocina.

Así que anticipo que los independentistas, que antes le prestaban su voto al Partido Popular, no lo harán porque no tienen estímulo para hacerlo. Creo que Rosselló tiene al PNP como un bloque sólido consolidado a su lado que le respaldará en las urnas. Lúgaro goza del apoyo de un grupo de jóvenes y simpatizantes que andan en un frenesí inamovible, digno de estudiar. Creo que Bernier tendrá algún break si los indecisos, los inconformes que están deshojando margaritas sobre si ir o no a votar y los arrepentidos de última hora en el grupo de Manolo Cidre, conforman, entre todos, un bloque de 50 o 60 mil votos a su favor. Ese es sucio difícil. Habrá que mirar también el porciento de abstención. El martes sabremos muy temprano.

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