El miércoles se celebró en Ponce el tercer debate de aspirantes a la gobernación. El público presente, los radioescuchas y quienes sintonizaron su retransmisión estuvieron de acuerdo en las abismales diferencias entre el candidato de García Padilla y el doctor Ricardo Rosselló, quien continúa consolidando su candidatura por su clara visión de futuro y capacidad para cumplir con cada compromiso que ha hecho con Puerto Rico.
Mientras, Bernier admitió estar dispuesto a conformarse con una propuesta que no garantiza siquiera lo prometido ni reclamado por su propia colectividad hace unos años. Tampoco pudo precisar la fórmula de estatus que favorece. No fue capaz de articular planteamiento alguno sobre su propuesta para resolver nuestra situación colonial. Hasta se atrevió a alegar que ahora sí cree en los miembros de la Junta y, peor, aplaudió el mantengo corporativo para pocos, cuando su administración ataca la mera presencia de tantos.
No nos ha explicado Bernier por qué, si la política económica de su administración junto con García Padilla había sido la correcta, las renuncias en el equipo fiscal del Partido Popular han sido la orden del día. Habría sido ideal que respondiera a las preguntas que tiene el pueblo y que Ricardo Rosselló le pidió que contestara. No lo hizo. Por el contrario, el presidente del Partido Nuevo Progresista y próximo gobernador contestó todas las preguntas que se le hicieron y presentó sus alternativas para la creación de empleos y la necesaria eficiencia gubernamental. Demostró verticalidad y consistencia. Características que le faltan a Bernier con su acomodaticio cambio de posturas.
A 39 días de las elecciones, Rosselló te habló con la verdad. Por otro lado, Bernier repitió como el papagayo los estribillos de quienes le corren una campaña fundamentada en lo superfluo. Enmudece sobre el pasado y pinta un consenso futuro, como si creyera que alguien pudiera olvidar cómo su fracasada gestión administrativa nos tiene en el presente.
