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Columna de Rafael Lenín López: ¿Quién es Ismaelito?

Usted se debe estar preguntando quién es esta figura de la que están hablando tanto los periodistas en estos días tras su fallecimiento, por qué tanta conmoción, cuál fue su importancia entre ellos. Lo mismo se preguntaban los empleados del hospital donde estuvo recluido durante los últimos días de su vida y los del banco de sangre a donde acudían muchos a donar, me contaba su esposa Nilka. Ya han salido reportajes sobre él; pero quiero contarles un poco más de Ismaelito y de lo que representó para todos nosotros.

Conocí a Ismaelito temprano en mi vida profesional, al llegar a San Juan, y no tardó mucho en que se convirtiera en una especie de guardián de mi carrera. No puedo precisar cuándo comenzó a ocurrir eso, pero pasó. Como si me conociera de toda la vida, establecimos una relación de familia. No exagero si digo que era como un papá que me aconsejaba y me regañaba. No era un asunto exclusivo hacia mi persona. Así lo veía con los demás compañeros que en esos momentos también se iniciaban en esta profesión.  Ya Ismaelito era el máster, el fotoperiodista estrella del país, el presidente fundador del Taller de Fotoperiodismo. Que se fijara en nuevos periodistas era algo extraño pero hermoso. Fue una de las figuras que me daba el empujón, sin yo solicitarlo, cada vez que me metía en un proyecto nuevo, como, por ejemplo, cuando decidí dirigir los gremios periodísticos del país.

Ismaelito me dio la oportunidad de acompañarlo en luchas importantes, como la que tiene que ver con el acceso de las cámaras en los tribunales del país. Él dio esa lucha. Si el país puede observar hoy un video o una fotografía de lo que ocurre en el interior de una sala judicial, se lo debe a Ismael Fernández. Fue su insistencia la que lo logró. Caminamos con él muchos en esa pelea, pero todos a su lado o detrás; él iba al frente. Le toca al Tribunal Supremo finiquitar este proyecto ahora en su honor.
Creó la Asociación de Fotoperiodistas y llevó a esa organización a tener personalidad propia, al mismo nivel que las que agrupan a los reporteros.  La organización llegó a tener tanto impulso que varios fotoperiodistas que siguieron a Ismael en la dirección del gremio reclamaron en un momento dado una separación formal de los demás grupos periodísticos. Yo presidía la Asociación de Periodistas para entonces y no tenía problemas con el formalismo que, a mi juicio, era inconsecuente. Sin embargo, Ismael me llamó un día para decirme que no lo permitiera, que, aunque él había fundado esa organización, los periodistas éramos un solo gremio y teníamos que permanecer unidos.  Siempre fue un ente conciliador.

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Cada vez que cerraba un taller de trabajo, Ismael era el que daba un paso al frente en la búsqueda de opciones laborales para los cesanteados. Cada vez que un periodista joven buscaba oportunidades o perfeccionar sus talentos, ahí estaba Ismael y su Taller de Fotoperiodismo para ayudar. Cada vez que alguien necesitaba una ayuda ante una desgracia, ahí estaba Ismael. Cada vez que alguien obstaculizaba la labor de un compañero periodista, una de las primeras llamadas era la de Ismael para preguntar: “¿Cómo estás? ¿Qué se puede hacer? ¿A quién hay que llamar?”.  Una conferencia de prensa con Ismael era distinta a las demás. Un evento electoral con Ismael era distinto a los demás. Los políticos y funcionarios públicos se proyectaban en función de Ismael si él estaba presente.  Un acto político multitudinario había que planificarlo contemplando la posibilidad de que a Ismael le tocara cubrirlo, pues había que pensar en la foto del político con las manos en alto y la gente delirando a sus espaldas.  Ismael era respetado por todos, de todas las ideologías y de todas las esferas. Un evento que cubría Ismael ya lo consideraba importante el personaje que lo convocaba.

Gracias a Ismael conocí bien Cuba. Era raro para muchos visitar la isla hermana con Ismael, pues era famosa su ideología estadista. Pero Ismael desde muy joven estableció una relación muy estrecha con los cubanos, al punto que publicó dos libros extraordinarios con su trabajo de fotografía hecho allá, retratando a los pobres y capturando momentos históricos.  Con él viajé de La Habana, a Santiago, y hasta me puso a dar una charla en las oficinas centrales del diario Granma. A Ismael lo adoraban en Cuba, el Gobierno lo reconocía como una figura importante, así también la misión de Puerto Rico allá, y se conocía la isla de rabo a cabo.

Ismael se ganó todos los premios existentes, incluido el del rey de España, siendo el único del gremio que ha recibido la distinción. En la primera convención de periodistas que organicé entendí que era imperativo dedicársela, reconocerlo y plasmar el trabajo del Taller de Fotoperiodismo.  Se le reconoció en vida, y eso, a pesar de la tristeza que nos embarga, debe provocar satisfacción entre los colegas.
Ismael tenía la pasión por el periodismo que todos debemos tener cada vez que salimos a la calle.

También esa solidaridad y conexión real con los problemas de nuestro entorno. Ismael levantó su proyecto en el barrio de Puerta de Tierra de San Juan, integrando al sector y su gente.  Hoy día es uno de los programas educativos más exitosos y completos que existen en el país, un verdadero proyecto comunitario.

Ahora está en nosotros continuar sus proyectos, que, para los que lo conocimos de cerca, sabemos que son muy específicos y puntuales.  Por todo esto, por lo que he narrado aquí, es que establezco en el título quién es Ismael, no quién fue, porque Ismael fue, es y será símbolo de la lucha por una mejor prensa en Puerto Rico.

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