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Columna de Julio Rivera Saniel: Espinal, Gigi y la patria

La pregunta de “qué somos” no es ajena a la cotidianidad del puertorriqueño. Sobre todo porque a estas alturas arrastramos una importante asignatura pendiente: nuestra definición política. Ese asunto trae de la mano el igualmente escabroso tema de la identidad nacional, un debate recurrente en todos aquellos lugares que han pasado por la experiencia colonial. Pero ese, mis amigos, es harina de un costal más amplio y complejo que el que me propongo abrir con ustedes hoy. Hablemos del ya famoso tuit de la tenista puertorriqueña Gigi Fernández en el que, en momentos en que Jaime Espinal cargaba la bandera de Puerto Rico en la apertura de las Olimpiadas en Brasil, lanzaba: “ ¿Es dominicano o de Puerto Rico? Double standard”.

El cuestionamiento, por el momento en que fue lanzado y el lenguaje utilizado por la tenista boricua, dio pie a múltiples interpretaciones. A Fernández se le tildó de racista y xenófoba. Se planteó que sus expresiones suponían una gran contradicción viniendo de una mujer, lesbiana e hispana residente en Estados Unidos y, por lo mismo, tres veces minoría. Y se revivió la vieja acusación de que “abandonó la patria” por dinero, optando por representar a Estados Unidos en un ciclo olímpico en lugar de haberlo hecho por su país. En lo personal, y aunque sus intenciones solo las conoce ella, no me parece que las declaraciones de Fernández partieran de un discurso racista o xenófobo, sino de su frustración aún viva por los ataques recibidos en su momento por haber representado a Estados Unidos. Un intento por trazar puentes entre esa controvertible representación a Estados Unidos siendo puertorriqueña y la representación de Espinal a Puerto Rico, como dominicano. Sobre esta parte de la controversia las cartas están echadas y todos han hecho su análisis. En el último de los casos tanto Jaime como Gigi han representado a Puerto Rico y ambos han sido abanderados de nuestra delegación. Pero me parece que la polémica por las declaraciones de Fernández ha servido para levantar la discusión de un asunto que continúa siendo objeto de controversia, no solo aquí sino en otras latitudes, la identidad nacional en un mundo altamente globalizado.

La experiencia de las fronteras y el intercambio de sus gentes se vive hoy de forma distinta. El mundo que nos ha tocado vivir con eso que llamamos la globalización y el incremento de la experiencia migratoria, hace que cada vez más personas abandonen su lugar de nacimiento para hacer su vida en el contexto de otras fronteras. Los puertorriqueños ya lo hemos vivido en el pasado con bloques migratorios importantes a la República Dominicana y más tarde a los Estados Unidos. Algunos de los nacidos fuera de la isla fueron cultural y socialmente asimilados a su entorno. Otros, igualmente nacidos fuera del terruño, conservaron y reafirmaron la identidad nacional puertorriqueña y la transmitieron a su descendencia. Solo eso podría explicar cómo personas no nacidas en la isla como Jennifer López o Marc Anthonny se reafirman como miembros de ese grupo que llamamos “los puertorriqueños”.

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Otros, nacidos en la isla, han acogido —y con razón— una identidad nacional distinta. ¿O a caso alguien se atrevería a reclamar como puertorriqueño a Luis Miguel, “El sol de México”, por haber nacido en Puerto Rico? Cuestionar la identidad nacional de Luis Miguel, el mexicano, sería absurdo y abiertamente injusto por cuanto su identidad no se formó y, por lo mismo, no pertenece al lugar que el vio nacer.

A lo anterior habrá que sumar la realidad de los no nacidos en Puerto Rico pero que han adoptado de manera natural una incuestionable identidad nacional puertorriqueña. Y no hablo de casos de excepción. Nuestra cultura popular esta poblada de puertorriqueños no nacidos en esta tierra. Figuras como Tony Croato, italiano de nacimiento que llegó a esta isla en su adultez. O Sandra Zaiter, de padre libanés, madre italiana, nacida en Republica Dominicana y llegada a Puerto Rico a los dos años. Indudablemente puertorriqueña y responsable de ayudar a formar a generaciones de niños nacidos en esta isla. Solo basta con mirar a nuestro alrededor para descubrir que nuestro país esta lleno de compatriotas no por nacimiento, pero por decisión. De ciudadanos no nacidos dentro de nuestra dimensión geográfica, pero que son –indudablemente- puertorriqueños. A pesar de ello, no perdemos ocasión para cuestionar la identidad de muchos de ellos.

La controversia que resurge hoy con Jaime Espinal se ha vivido antes, con más o menor intensidad, en los mundos del deporte, la belleza (Catalina Morales, Miss Puerto Rico nacida en Colombia; Deborah Carthy, de padre colombiano y madre española) y la política (recientemente el caso de Manuel Cidre, aspirante a la gobernación nacido en Cuba y criado en Puerto Rico). Se trata de un asunto altamente complicado. La identidad del otro, mis amigos, no la definimos nosotros, sino ellos. Más allá de tratar de pasar a figuras como estas por nuestra definición personal de lo que deber ser un compatriota, es preciso comprender que la patria es mucho más que el lugar donde se nace. Que la identidad nacional, en tiempos de fronteras intercambiables o superpuestas y ciudadanos con orígenes multiculturales, es un ejercicio complicado en el que lo importante es la definición que tenemos de nosotros mismos. Su opinión o la mía sobre la identidad de otros, le guste o no, importa muy poco.
 

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