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Columna de Mariliana Torres: Secuestro

Antes del anochecer del 21 de mayo ya estaba en la boca de todos los medios internacionales: una periodista española había sido secuestrada por la guerrilla colombiana. De este lado del Caribe conocemos a Salud Hernández por sus escritos y entregas periodísticas. Tengo que decir, aunque suene clichoso, que es de los pocos periodistas que se entregan por vocación. No pierdo ni una ocasión para transmitirles a los reporteros nacientes que las entrevistas, la investigación y la observación detallada de hechos no llegan a su escritorio por arte de magia o por la Internet. Hay que salir a la calle, mojarse, ensuciarse, investigar, observar, escuchar, oler y rebuscar para poder conseguir todos los detalles que hacen pertinente una noticia.

El caso de Hernández me interesó no solo por su brillante carrera y la consternación que causó su secuestro tanto en Colombia, su país de residencia, como su tierra natal, España, sino también porque sus declaraciones al ser liberada son uno de los mejores ejemplos de lo que debería aspirar todo periodista: la libertad para poder hacer el trabajo. Solo eso pidió Hernández tras su salida luego de seis días privada de la libertad por el Ejército de Liberación Nacional. Al observar y escuchar su entrevista con colegas colombianos, percibí que es una periodista valiente y con garras para defender la profesión no importa la consecuencia y, en su caso, podía costarle la vida.

Todo lo que le preocupaba a Hernández era que la estaban privando de la libertad para poder completar su trabajo. Además, le quitaron su equipo, por lo que aún le era más difícil documentar. Pero no era precisamente un secuestro lo que ella quería documentar, pues estaba en la zona boscosa del Tarra para realizar un asignación sobre los problemas sociales del Catatumbo.

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Contó ella al periodista colombiano Giovanni Mejía que confió demasiado: “Si yo estoy secuestrada, no hago ningún trabajo periodístico. Yo trabajo cuando estoy en libertad. Quedé como una idiota confiándome en ellos, y ellos cometieron un error”.  También el grupo guerrillero cometió el error de secuestrar a una periodista que solo quería hacer su trabajo y coartar una voz.

Como regla general, por malicia periodística, no solemos confiar ni en nuestra propia sombra. Pero aquí tal parece que Hernández, aun con su vasta experiencia, cometió también el error de confiar en las personas que le ayudarían a llegar al lugar donde llevaría a cabo las entrevistas. Riesgos de la profesión que, en su caso, tenía que asumir para poder completar su trabajo. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar un periodista para poder realizar su trabajo? En el caso de Hernández, muy bien lo resume en su blog: “Soy reportera de alma y corazón. Si pudiera elegir un oficio, sería como un bombero, pendiente las 24 horas de salir corriendo hacia donde estalle el fuego”.
Valiente y atrevida, me la imagino furiosa en medio del secuestro, pensando que llegaría tarde para la cobertura periodística porque, tal como ella misma indicó, “ser reportero no es sinónimo de irresponsable”.

Pero no hay mal que por bien no venga, pues tendrá muchas historias que contar. En un abrir y cerrar de ojos se convirtió en la mujer más perseguida por el Ejército de Liberación Nacional que ella misma describe en su libro Acorralada, que publicó en el 2015. Estoy segura de que no quería ser Isabel.

Defender la libertad periodística se ha convertido en parte de las labores diarias de los periodistas afectados por la falta de transparencia y las continuas restricciones para poder realizar su trabajo. En el caso de Hernández, su experiencia es dramática y se asemeja a cada una de las trabas que a diario miles de periodistas pasan cuando se coarta el derecho a la libertad de prensa. Cada uno de esos periodistas también son secuestrados al evitar que sus letras y voces sean entregadas al mundo. El secuestro es una experiencia traumática que valientemente Hernández ha acogido para gritarle al mundo que la libertad es la aspiración mayor que debe tener un periodista para poder hacer su trabajo. Sin miedo aseguró que regresará a la zona a completar su trabajo investigativo. Otros saldrían corriendo ante la falta de vocación. No todos pueden calzar las botas de Salud Hernández.
 

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