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Columna de Mariliana Torres: Relato periodístico del crimen

Estuve varios días sin dormir. La culpa del insomnio la tiene una serie documental que me devoré a través del servicio multimedia que pago.

Sí, es ese mismo servicio de películas, series, juegos y documentales que hace que uno no salga de su casa ni duerma viendo episodio tras episodio.

En esta ocasión, la serie documental me causó mayores preocupaciones porque presenta con evidencia las injusticias cometidas contra un hombre y su sobrino tras ser acusados de un crimen que presuntamente no cometieron. A esta fecha nadie puede asegurar que son los autores del asesinato de la joven fotógrafa Teresa Halbach, pero el jurado los encontró culpables y condenados a cadena perpetua, a pesar de las lagunas existentes en la prueba presentada.

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Es difícil como periodista no salir afectado de un juicio como ese, en el que uno observa en primera fila cómo las partes mienten y manipulan. Pero los periodistas van a sala, escuchan, cubren el caso y pueden hacer su análisis, pero ello no puede incidir en la mente del jurado.

Cabe señalar que el periodista asignado a la cobertura judicial debería tener profundo conocimiento del sistema judicial, de la jerga legal y del caso que se presenta sin abanderamiento de alguna de las partes; en fin, hay que escuchar con conocimiento y objetividad. La forma en que las noticias se cuentan puede revelar intenciones humanas y ayudar a la reflexión analítica que lleve a profundizar en los esquemas cometidos. De hecho, en los casos judiciales las noticias se convierten en transcripciones de hechos y de reacciones verbales que luego los periodistas pueden comparar para realizar sus propias investigaciones.

De solo pensar en la posibilidad (porque no coloco la mano en el fuego por nadie) de que  hay dos hombres condenados a cadena perpetua por un crimen que no cometieron me causa indignación, desvelo y repugnancia.

El documental transcurre en Wisconsin y se ha convertido en una de las críticas más severas al sistema de justicia americano. Me imagino que ya saben que me refiero a Making a Murderer, la exitosa serie de Netflix que relata magistralmente la trágica vida de Steven Avery, quien pasó 18 años encarcelado por un delito sexual que no cometió.

Avery fue exonerado luego de que Innocence Project, de la Universidad de Derecho de Wisconsin, interviniera y lograra que se aceptaran los resultados de una analítica de DNA que probaba que Avery no agredió sexualmente a la mujer. El verdadero autor del crimen es un hombre con amplio historial delictivo sexual que fue ignorado por la policía como sospechoso teniendo conocimiento de ello.

Actualmente ese individuo tiene lo que se merece: el encarcelamiento. Pero también está tras las rejas nuevamente Avery, luego de ser hallado culpable por otro caso: el asesinato de la fotógrafa Teresa Halbach. 

Avery asegura que es inocente y que lo probará tal como lo hizo en el 2003, aunque ello represente 18 años adicionales tras las rejas. Las circunstancias que provocaron la pesquisa de la policía contra él son diversas, pero tienen su origen en el odio, la venganza, la falta de educación y la intolerancia familiar.

No les cuento más para que puedan observarla y quizá comparar el caso con el que actualmente se discute en Puerto Rico conocido como los tres inocentes de Aguada. Conozco muy bien ese caso ocurrido en la zona oeste del país, porque lo cubrí en la década del 90. Estuve 80 días en una fría sala del Centro Judicial de Aguadilla y desde el banco de prensa observé cómo prevaleció el factor emocional al racional. Algún día la familia de la víctima, Glorimar Pérez Santiago, y las de los tres hombres hallados culpables encontrarán sosiego.

Ese día lo espero con impaciencia porque este caso también me causa desvelo por la falta de atención, de equidad, la no valoración de evidencia y la violación de derechos.

En el documental Making a Murderer las investigaciones periodísticas y el interés de dos estudiantes doctorales de cine han ocasionado que hasta el presidente Barack Obama reflexione sobre el caso, aunque decidió no otorgarle la clemencia a Avery.

La serie ha mostrado cómo los medios de comunicación tienen el poder para mover masas en favor o en contra de acusados, cómo inciden en la opinión pública y cómo la mendacidad de las partes involucradas tiene efectos devastadores. ¿Cuántos falsos culpables están entre nosotros? El tiempo lo dirá porque siempre la verdad, tal y como asegura Avery, “tarde o temprano se sabe”.

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