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Columna de Melissa Santos: Urge reconectarnos con nuestro cuerpo

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Hace unos años, desde que me inicié en este maravilloso mundo de la maternidad, llevo escuchando tantas historias sobre partos violentos, inducciones, cesáreas innecesarias y dificultades con la lactancia que me resulta impactante. Pareciera que hace unos años hubiésemos perdido la capacidad de parir y por ello necesitamos ayuda para lograrlo, nos han hecho creer que el embarazo es una enfermedad. El parto es un proceso natural y fisiológico no patológico. Me sorprende el alto número de mujeres que dudan, sienten miedo e incluso están convencidas de que no podrán parir. ¿Cómo esta creencia nos ha dominado?  Pensando en ello tomo por ejemplo los medios de comunicación quienes se han encargado de presentar imágenes que infunden miedo en relación al embarazo y el parto. Alguna vez, ¿Han visto un parto humanizado en una película? No es lo común, siempre presentan a una mujer histérica, gritando, con ganas de matar al padre del bebé. Cuando el parto debe ser tranquilo, en un ambiente de paz donde la mujer pueda sentirse confiada de su capacidad dadora de vida. Esto me lleva a pensar que de alguna forma u otra hemos sido adoctrinadas a creer que el parto es lo peor del mundo y que debemos cuestionar o dudar de nuestra capacidad de parir. Nos han desconectado de nuestra esencia, no nos educan para creer y confiar en que nuestro cuerpo está diseñado para parir. Puede que haya excepciones, pero estas deben ser eso, excepciones, no la norma. Es lamentable que han hecho del parto un proceso de medicalización por rutina, inducciones, cesáreas innecesarias reprimiendo así lo natural de este proceso.

Muchas veces las condiciones en las que se encuentran las mujeres al momento del parto imposibilitan el mismo. La mujer está sola, sin poder moverse, sin sus familiares o seres queridos, en un cuarto frío, sin comer, la tienen presa en medio de un proceso que es natural, que debe fluir. Es evidente que este sentimiento de impotencia ha sido creado. Resulta que nos encontramos en una rutina médica donde el parto es conducido, manejado y controlado por los médicos. No es que esté en contra de los doctores, es que el proceso del parto no debe ser controlado, con excepción de que exista alguna condición médica real que así lo amerite. Incluso me cuestiono si habrá obstetras que hayan tenido la oportunidad de presenciar un parto humanizado, sin intervenciones medicas, tal vez en un hogar o centro de parto no hospitalario. En Puerto Rico son muy pocos los que han tenido la experiencia. Entonces no podemos esperar que lo vean como lo que es, algo natural y fisiológico, porque no fue para eso que fueron adiestrados.

Una perra no duda de su capacidad de parir simplemente fluye y sigue lo que le dicta su cuerpo, lo que por naturaleza está diseñado para hacer. Amamanta y confía en que su cuerpo alimentará a su cría, no necesita una botella para saber cuántas onzas de leche bebió su cachorro. No es normal, en mi opinión, que tantas mujeres sientan preocupación y duden de su naturaleza de parir. Y no termina aquí, luego de parir piensan que no pueden  lactar porque no producen leche. El porcentaje de mujeres que verdaderamente no pueden lactar es mínimo. ¿Por qué es tan común este sentir en las mujeres? ¿Qué podemos hacer para reconectarnos con nuestro cuerpo? Nos toca educarnos, conocer nuestro cuerpo y confiar en él. Fuimos diseñadas para esto, claro pudiera haber complicaciones, pero no debe ser la norma como tampoco debe serlo el alto porcentaje de cesáreas que tenemos en Puerto Rico. Tenemos que hacer nuestro, nuevamente, el poder que nos han extirpado, el de parir. Los protagonistas del parto son mamá y bebé, todo debe girar en torno a ellos. Urge empoderarnos de la etapa del embarazo y el parto. Esta experiencia es única e irrepetible tenemos que decidir cómo, cuándo y con quien queremos compartir ese momento trascendental de dar vida. El parto y la lactancia es algo puramente femenino y debemos reconocerlo como unos súper poderes únicos de la mujer y jamás como una debilidad. Por tanto tenemos que asumirlos con orgullo, protegerlos y apoderarnos de ellos como algo poderoso y únicamente femenino. Como dice el Dr. Michel Odent: “Para cambiar al mundo, primero hay que cambiar la manera de nacer”.      

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