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¿Quién se opone al Día de las Madres? Esa pregunta la formulamos con frecuencia los periodistas cuando cuestionamos propuestas simpáticas pero irreales. Planteamos la pregunta para comparar cualquier proposición desproporcionada con la celebración por excelencia. Así que, con el mencionado día a la vuelta de la esquina, no hay otra cosa de la que se pueda hablar.
Hace cuatro meses compartí con Metro ese momento especial en el que nació un segundo retoño en el hogar. Sí, ¡cuatro meses ya van desde que Lena Priscilla está con nosotros! Está comible, preciosa y, aun con las horas de sueño que todavía nos quita, supone una extraordinaria bendición diaria. Con ella, Rafael Antonio, ese ser que desde hace siete años alumbra nuestro hogar. Y para dos hijos como esos, una mamá extraordinaria.
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Tengo aún vivos en mi mente los momentos en los que Priscilla dio a luz. Con Rafael Antonio, de madrugada, fue una noche larga en la que dos novatos en el tema de la paternidad nos agarrábamos para enfrentar con determinación y valentía un cambio en la vida, como quien baja una montaña rusa sin miedo alguno. Con Lena fue un jueves, en una tarde que por momentos se tornó angustiosa, en la que vi a esa mujer luchadora con pasión traer al mundo a una hermosa niña.
Se levanta dos y tres veces en las noche —en la mayoría de las ocasiones se me adelanta— para dar de comer a la más pequeña. Madruga para preparar al mayor para la escuela, hacerle desayuno, combatir el tapón mañanero y dejarlo en el salón para comenzar la segunda jornada, la laboral. Por las tardes, concluido un día de trabajo, su agenda le espera el repaso escolar y la verificación de asignaciones, preparar la cena y mantener ese orden particular que imparten en el hogar. En medio de todo eso, el trabajo que nunca acaba, las actividades extracurriculares de la escuela, el baloncesto y los Boys Scouts, entre otras. Priscilla es esa madre que, como hay en la mayoría de los hogares de nuestro país, se faja a diario y, probablemente, sin ser tan consciente de ese ajetreo diario, se ocupa de que Puerto Rico sea mejor. Así lo hizo conmigo Sara. Esa peñolana que me parió un 18 de octubre, hace 36 años. Al lado de ella, otras madres le asistieron y me formaron, Lensel y Selenia, mi tía y mi abuela. Otras miles hacen esa tarea titánica solas como “jefas de familia”.
Por ellas es que celebramos este domingo y todos los días. Las exaltamos y estamos a su lado asumiendo ese rol que nos corresponde a todos. Si tenemos muchas buenas madres, tendremos un buen país. Felicidades, Pri, te amo. Felicidades a todas las madres. Gracias.