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“Con todo el respeto que usted se merece”

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Tengo un gran amigo periodista que suele decir: “Tu manera de comenzar una conversación termina con la conversación”. Y cuando uno se gana la vida entrevistando, pero mucho más en conversaciones cotidianas, a veces dice una de cosas que es como para que el otro dé la espalda y arranque en fa sin tener que pedir permiso ni perdón. Una de mis favoritas es cuando alguien te dice: “Con todo el respeto que usted se merece…”. Cada vez que oigo esas palabras mágicas mi cerebro recibe un cortocircuito, porque sé que me van a espetar algo que no me va a gustar. Es claro que me van a faltar el respeto. ¿O por qué habrían de advertírmelo con rostro sombrío? Otra buena es cuando te dicen: “No te ofendas, pero…”. ¡Ya te ofendió sin haberte dicho nada! Lo que viene después no puede ser lindo para los oídos. Quisiera tener un switch y darle off cuando me empiezan una conversación así, porque, aunque pienso que tengo suficiente fuerza de carácter para aguantar muchas cosas en la vida, es de humanos predisponerse contra una ofensa. No soy Juana de Arco ni Jesucristo, y poner la otra mejilla cuando te golpean la primera… eh, not my thing. Hay otra frase que me confunde bastante y que me aterra en igual proporción. Se presta para clavarte un insulto mayúsculo con la excusa de que no lo hacen por mal y casi te lo pintan como si te estuvieran haciendo el gran favor. “No es personal”. Sí, claaaaaro. Personalmente, trato de recuperarme de esa con relativa rapidez. Pongo cara de persona imperturbable mientras espero el jab que es definitivo e inevitable. Estás advertido: será personal. Es un planteamiento revestido de verdad que te quiero decir, pero que no tengo los ovarios suficientes de decírtelo sin el debido disclaimer. A fin de cuentas, es quien te lo dice el que no quiere que le metas un puño, a él, en su muy personal cara. Una que es bien buena y bien divertida. “Esto no es chisme”. ¿Qué quéeeee? Apueste a que La Comay —que en paz descanse por causa del controversial boicot— se quedará corta y que será un buen chisme. Esos chismes son, de hecho, de los más juicy. Son chismecitos que la mayoría de las veces tienen la intención de que los propagues como inocente cuando tienes toda la intención de jorobar a alguien. Solo que, de nuevo, no tienes las agallas de hacerte responsable de lo que sale de tu boca. En términos generales, trato de evitar ese tipo de frases, que, además de clichosas, son falsas, al menos para mí. Por razones de mi personalidad y a pesar de mi profesión, he elegido que prefiero que la gente diga que no tengo filtro o que tengo la perfecta combinación de boca y pata. Pero prefiero eso a que digan que soy genérica o antiséptica. ¡Esa sí que no soy yo! Lo mejor del mundo es no tener excusas para ser como eres, pensar como quieres y expresarte como te da la gana. Entiendo perfectamente que mucha gente acude a estas expresiones, no necesariamente por falta de balls,  sino porque son de personalidad más diplomática, menos confrontacional, más suave. Eso tiene su mérito. De hecho, mucho más mérito, porque es más fácil tener y demostrar disciplina que no tenerla y mucho menos demostrarla. En mi vida, siempre he decidido que vivo lista para asumir riesgos. Y el riesgo, en este caso, es agradar o no agradar por lo que dices o haces. Pero no he tenido mayores problemas. Creo que la gente aprecia la sinceridad, la falta de escudos y la ausencia de dobles discursos. Por supuesto que eso tiene una consecuencia natural. Siempre estoy a la espera del golpe en la cara o en la yugular. Pero ni mi gran amigo periodista ni mi conciencia me tendrán que decir: “Tu manera de comenzar una conversación termina con la conversación”. Y eso me hace libre.

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