De grandes películas biográficas a espectaculares filmes de superhéroes pasando por westerns conmovedores, el 2018 llevó a grandes producciones a la pantalla grande.
Y el crítico de cine de BBC Culture, Nicholas Barber, eligió 10 películas como las mejores de este año que termina.
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¿Estás de acuerdo con su selección? ¿Cuáles agregarías tú?
“Un lugar en silencio” (A Quiet Place)
Co-escrita y dirigida por John Krasinski -quien también hace de protagonista junto con su esposa, Emily ’Mary Poppins’ Blunt- “Un lugar en silencio” es una película de supervivencia absolutamente estresante.
El fime utiliza astutamente unconcepto diabólico: los monstruos alienígenas han desaparecido a la mayoría de la humanidad, pero debido a que no ven, cazan a su presa al escuchar los sonidos que hacen.
Eso hace que el héroe, la heroína y sus hijos tengan que hablar en lenguaje de señas y caminar descalzos. Incluso la caída de una taza o una risa pueden resultar en una espantosa y casi instantánea muerte.
Krasinski se toma muy en serio el concepto de cine de bajo presupuesto, y también la amenaza para la familia: encuentra nuevas formas de torturar a los personajes y a los espectadores, pero todos surgen lógicamente de la premisa y el escenario.
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“Un lugar en silencio” te hace reír con su ingenio mientras te retuerce con tensión constante.
“Un asunto de familia” (Shoplifters)
Desde cierto punto de vista, los héroes de “Un asunto de familia” no solo son ladrones: son estafadores, secuestradores de niños y mucho más.
Pero el drama sociopolítico dickensiano de Hirokazu Kore-eda, ganador de la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes de este año, tiene una visión más comprensiva.
Presenta tres generaciones de una familia amorosa, encabezada por Osamu (Lily Franky) y Nobuyo (Sakura Ando).
Apretados en un pequeño bungalo de Tokio, a sus insignificantes ganancias honradas le suman pequeñas estafas y robos, y aunque Kore-eda no romantiza sus crímenes, su narrativa en capas y su maravilloso elenco muestran lo amables y bienintencionados que son los miembros de la familia.
Eventualmente, sus acciones parecen necesarias, incluso heroicas, y sus reveses tendrán al espectador más duro sollozándose.
“Guerra Fría” (Cold War)
La definición misma de dos amantes que no pueden vivir juntos pero que no pueden vivir uno sin el otro está en”Guerra Fría”.
Wiktor (Tomasz Kot) y Zula (Joanna Kulig) se encuentran en Polonia en la década de 1950, cuando Wiktor está reclutando cantantes y músicos para conjunto folklórico pagado por el gobierno.
Su apasionada aventura los lleva de un lado a otro a través de la Cortina de Hierro, pero, a pesar de lo mucho que se divierten en los clubes de jazz y salas de conciertos, nunca están del todo contentos.
El trabajo de Pawel Pawlikowski, que viene luego de ganar el Oscar por “Ida”, se basa libremente en los recuerdos de sus padres: “Ambos eran personas fuertes y maravillosas, pero como pareja fueron un desastre sin fin”, cuenta.
En términos generales, “Guerra Fría” es un examen sagaz de un período histórico y un comentario oportuno sobre la vida de los inmigrantes.
Además, ninguna otra película de este año ha tenido una fotografía en blanco y negro tan deslumbrante, ni tantas canciones pegadizas.
“El blues de Beale Street” (If Beale Street Could Talk)
Esta película adaptada por el director Barry Jenkins de la novela de James Baldwin bien podría haber levantado una gran polémica: la historia de una joven pareja (Stephan James, KiKi Layne) que es desgarrada por la pobreza, la brutalidad policial y el racismo institucionalizado.
Pero If Beale Street Could Talk en realidad es una tierna balada que alaba el amor sanador que proviene de parejas románticas, familiares y amigos.
“Me gusta la gente que se ama”, dice el personaje de Dave Franco. “Negros, blancos, verdes, púrpuras, no me importa”.
Lo que es aún más milagroso es la impresión de queJenkins acababa de descubrir el cinecomo medio.
Es decir, casi se puede creer que no tenía ideas preconcebidas sobre la cronología, el color o el sonido, por lo que había descubierto por sí mismo cómo combinar la música y las imágenes en movimiento.
Ha hecho una película de ensueño como ninguna otra.
“La favorita” (The Favourite)
Yorgos Lanthimos se especializa en visiones distorsionadas de la sociedad contemporánea (Dogtooth, The Lobster, The Killing of a Sacred Deer), por lo que fue difícil imaginar lo que haría con un drama histórico sobre la realeza inglesa.
“La favorita” resulta ser tan idiosincrásica como sus otros filmes, pero ninguno de ellos ha sido tan gracioso, suntuoso o conmovedor.
Se sitúa a principios de 1700, cuando la reina Ana (Olivia Colman), que está enferma, confía en su mejor amiga Sarah (Rachel Weisz), duquesa de Marlborough, para negociar con los aristócratas que se disputan el país.
Pero cuando la ambiciosa prima de Sarah, Abigail (Emma Stone) se muda al palacio, el escenario está listo para una producción al estilo All About Eve, excepto que con más sexo y vómitos.
El guion de Deborah Davis y Tony McNamara es un banquete de deliciosos insultos, y tres de sus estrellas merecen ser las favoritas durante la temporada de premios.
“Spider-Man: un nuevo universo” (Spider-Man: Into the Spider-Verse)
Ha sido un año sensacional para las películas de superhéroes, con “Pantera Negra” abriendo nuevos caminos para el protagonismo de afrodescendientes, y The Avengers: Infinity War reuniendo a docenas de personajes estelares en una sola película.
Pero ninguno de ellos es tan especial como “Spider-Man: un nuevo universo”, una obra maestra de arte pop psicodélico que mezcla animación digital y arte manual.
Con el uso de pantallas divididas, subtítulos e ilustraciones, está más cerca de ser un cómic que la mayoría de las películas de superhéroes, pero también es deslumbrantemente cinematográfica.
Y echando mano de superhéroes de múltiples realidades alternativas, es audazmente posmoderna, pero también en el fondo es la historia de un encantador adolescente de Brooklyn.
Los creadores de Spider-Man, Stan Lee y Steve Ditko, fallecieron este 2018. Pero con “Spider-Man: un nuevo universo” tienen un monumento perfecto.
“El jinete” (The Rider)
La segunda película de Chloé Zhao como escritor y director es un western contemporáneo sobre un joven jinete de rodeo, Brady Jandreau, a quien un caballo le dio una patada en la cabeza.
Sabe que si regresa al rodeo, está arriesgando su vida -tiene un amigo cercano con un daño cerebral aún más grave- pero no puede imaginarse haciendo otra cosa.
El relato humano de su lenta recuperación tiene cosas fascinantes que decir sobre la presión machista, la iconografía del Salvaje Oeste y las personas con grandes espacios abiertos a su alrededor, pero sin un lugar a dónde ir.
Pero lo que realmente es impresionante es la forma en que Zhao une la realidad y la ficción.
No se equivoquen, “El jinete” es un drama bien pulido, pero deriva su poder de estar basado en las propias experiencias de Jandreau, y la mayoría de las personas en élestán interpretando versiones de sí mismos.
Rara vez, si es que existió así, el realismo documental y la grandeza poética se han combinado tan hábilmente o con un efecto tan desesperadamente conmovedor.
“No dejes rastro” (Leave No Trace)
Ocho años después de “Lazos de sangre”, su directora y co-escritora, Debra Granik, regresa triunfante con otro drama maduro, intransigente pero accesible, y otra visión de las vidas marginadas de los forasteros estadounidenses.
Ben Foster es muy convincente como un veterano de guerra con secuelas que vive en lo profundo de un bosque en un parque nacional.
Thomasin McKenzie es su hija adolescente, Tom, que nos recuerda cuando la directora Granik le dio a Jennifer Lawrence su importante papel principal.
La película es tensa y llena de incidentes, pero también es cálida y discreta: una historia agridulce sobre una hija amorosa que se da cuenta de que los medios de supervivencia de su padre nunca pueden ser los suyos.
Su gran discurso de despedida es así: “Papá. Sé que te quedarías si pudieras”. Y no hay nada más que agregar.
“El primer hombre en la luna” (First Man)
El director y el protagonista de La La Land, Damien Chazelle y Ryan Gosling, respectivamente, se reúnen pde nuevo ara una historia biográfica centrada en Neil Armstrong, la primera persona en caminar sobre la luna.
La película transmite con fuerza lo estresante que fue ser un pionero del espacio en la década de 1960, y la valentía que se requería para montarse en una de las formas de transporte más incómodas y peligrosas que se hayan ideado.
Pero Chazelle y su equipo se niegan a convertir a Armstrong en un héroe estadounidense.
Para algunos espectadores, su estoicismo lo hizo aburrido, pero para otros (incluido yo mismo) la modestia y la reserva de Armstrong frente a la inmensa tragedia personal y los desafíos profesionales son desgarradoras.
Una recreación melancólica de una victoria ambigua, la película te deja preguntándote si el primer hombre en la luna podría ser feliz en la Tierra.
“Dulce país” (Sweet Country)
El western sureño de Warwick Thornton se ubica en Australia en la década de 1920.
Su héroe Sam (Hamilton Morris) es un campesino aborigen que mata al violador de su esposa en defensa propia, y luego huye por el desierto.
La persecución que sigue es muy ingeniosa, con flashbacks desorientadores y adelantos dotados de mucha acción.
Cada disparo y cada palabra tiene un propósito, en consonancia con los personajes aborígenes que se inclinan a permanecer en silencio mientras los “blancos” (incluidos Sam Neill y Bryan Brown) vociferan y desvarían.
Tomando temas de asimilación, esclavitud, religión, los militares, el estado de derecho y el cine mismo, esta saga escénica de justicia e injusticia es una de las mejores y más importantes películas que se han hecho sobre la historia de Australia.
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