La elección de Jair Bolsonaro se ve desde fuera de Brasil como parte de un fenómeno global de auge de políticos de derecha que se autodenominan nacionalistas y conservadores.
En muchos casos, además, son acusados de autoritarismo y falta de atención a las peticiones de grupos vulnerables como mujeres, negros, indígenas, refugiados y el colectivo LGBT.
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Pero la victoria del candidato del Partido Social Liberal brasileño también se interpreta como una respuesta de los votantes a los escándalos de corrupción y la mala situación económica a cargo de gobiernos y partidos socialdemócratas o de izquierda que después de haber liderado varios países de Occidente, no han dejado de coleccionar derrotas electorales en los últimos años.
La principal figura de esa ola conservadora, que también cuenta en sus filas con el primer ministro italiano, Matteo Salvini; el primer ministro de Hungría, Viktor Orban; o el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es el estratega Steve Bannon.
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Bannon fue el responsable de la exitosa campaña del presidente estadounidense y creador del llamado "movimiento", una organización global que pretende respaldar a líderes populistas de derecha.
Tres reconocidos líderes que se oponen a esta tendencia (el socialista estadounidense Bernie Sanders, el brasileño Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores y el exministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis) han puesto en marcha un frente denominado Internacional Progresista.
El movimiento promete reunir bajo su paraguas a políticos que se oponen a los recortes en programas sociales, apoyan órganos multilaterales como la ONU, el Mercosur o la Unión Europea y defienden medidas para combatir el cambio climático como el Acuerdo de París.
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El pasado sábado, durante uno de los eventos de lanzamiento del frente Internacional Progresista en la New School de Nueva York, Varoufakis conversó en exclusiva con BBC Brasil sobre la nueva organización internacional y sus impresiones sobre el futuro presidente brasileño.
"Cuando alguien celebra las peores características del pasado brasileño, incluyendo la tortura, lo único que se le puede decir es: ’No pasarán’", dijo en referencia al clásico slogan antifascista surgido en la Primera Guerra Mundial y popularizado por los comunistas durante la Guerra Civil española.
Para Varoufakis, el amplio apoyo que recibió Bolsonaro de empresarios e inversores en Brasil lo distingue de los demás líderes conservadores internacionales.
"En Europa y Estados Unidos, el capital industrial y los bancos no se dejaron enamorar por los fascistas actuales (…) Se alinearon con Hillary Clinton, Angela Merkel, Emmanuel Macron, a excepción de Brasil. En el momento en que este fenómeno se empiece a esparcir por Italia, Alemania o Francia, estaremos acabados a no ser que nos opongamos".
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Poco después de salir de un encuentro con 200 activistas que fundaron la Red Nacional por la Democracia en Brasil en apoyo a movimientos sociales y conquistas en el área de los gobiernos del Partido de los Trabajadores de Lula, Fernando Haddad compartió espacio con Varoufakis para decir que si se siente "como un judío en los años 30" tras las elecciones presidenciales en Brasil.
"Estamos todos de acuerdo que esta ola conservadora representa un riesgo para los derechos en general, desde los derechos civiles a los ambientales pasando por los políticos y sociales, y que ante ella también necesitamos organizarnos", dijo Haddad a BBC News Brasil.
Varoufakis ganó fama internacional durante el colapso económico al que se enfrentó Grecia en 2015 cuando el país, tras sucesivos préstamos internacionales, estuvo a punto de salir de la zona euro por no poder cumplir sus compromisos con los acreedores europeos.
El economista estaba a favor de renegociar el pago de la deuda, pero renunció a su cargo en el gobierno después de que el ejecutivo aceptara las duras medidas de austeridad impuestas desde fuera del país.
En esta entrevista con BBC News Brasil, Varoufakis explica su visión de la situación política internacional y el auge del populismo.
– ¿Este frente progresista internacional es una respuesta al llamado "movimiento" de Steve Bannon? ¿Parte de ahí?
No. Steve Bannon es uno de nuestros objetivos. Pero la izquierda siempre fue internacionalista. Recuerde: "Trabajadores del mundo, uníos" [pasaje del Manifiesto Comunista].
Eso no es una novedad. En algún lugar del camino, nos olvidamos de ello e intentamos asociar nacionalismo o clientelismo con la izquierda. Es una mezcla que nunca funciona.
Hablando como economista, político y ciudadano, 2008 fue un momento histórico. El mundo cambió drásticamente después de ese año. El modelo de la posguerra se volvió tóxico e insostenible y, como especie, en la última década diría que estamos experimentando un fenómeno muy extraño.
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El antiguo sistema murió y el nuevo aún no ha nacido. Y, por supuesto, la emergencia de monstruos políticos está en todas partes. Steve Bannon es solo un síntoma.
Nosotros fundamos en 2016 el DIEM-25, el movimiento europeísta internacionalista, mucho antes de que en Europa supiéramos algo sobre Steve Bannon. Y por supuesto, si queremos tener una agenda internacionalista, no nos podemos quedar en Europa, tenemos que cooperar con los demás.
Dado que el futuro del mundo dependerá de lo que sucede en el triángulo entre la Unión Europea, Estados Unidos y China, si somos coherentes no podemos darnos el lujo de quedarnos en Europa. Por eso también invitamos a Bernie Sanders y otros líderes.
Para traer a la escena un nuevo contrato sostenible internacional. Para que Europa pueda volverse civilizada de nuevo. Para que Estados Unidos pueda acabar con esa espiral hacia la combinación de autoritarismo y fracaso.
– Como sabe, Bannon pretende elegir presidentes, primeros ministros y congresistas. ¿Es este también su plan? ¿Cómo va a funcionar en la práctica esta nueva organización internacional?
Tenemos que ser ambiciosos. Si no ganamos elecciones, no vamos a conquistar nada. Pero no somos Bannon por dos razones.
Primero, no tenemos el dinero que tienen esos chicos. Hoy, esos puestos son comprados, especialmente en Estados Unidos.
– ¿Cómo se compran?
La financiación de la campaña estadounidense ha hecho imposible la democracia. Pero no solo aquí. Si miramos a Europa, tenemos el ejemplo de Emmanuel Macron.
Su historia de éxito parte de las decenas de millones de euros que le permitieron articular una campaña y vencer de la nada. Nosotros no tenemos dinero.
Y, en segundo lugar, algo mucho más importante. No estamos interesados en invertir dinero para derrotar la rabia y la frustración que tiene el autoritarismo.
Los fascistas y nacionalistas tienen un trabajo muy simple por delante: todo lo que necesitan es conectar con las miles de personas descontentas, cuyos hijos van a tener que vivir fuera y cuyas perspectivas son peores que las de las generaciones anteriores, y decirles: "Todo es culpa de los extranjeros, échalos y todo va a volver a estar bien".
Es fácil actuar así, pero no estamos interesados en soluciones fáciles e inhumanas como éstas.
– Brasil no suele participar en este tipo de articulación internacional. ¿Por qué decidió llamar a Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores de Brasil?
Después de 2008, que insisto fue el 1929 de nuestra generación, vimos un auge de figuras y fuerzas políticas fascistas. Pero hay una diferencia entre ahora y los años 30.
En Europa y Estados Unidos, el capital industrial y los bancos no respaldaron a los fascistas actuales. No se alinearon con ellos. Se alinearon con Hillary Clinton, Angela Merkel, Emmanuel Macron, y por ahí va.
Excepto Brasil. En Brasil, los intereses de la oligarquía se alinearon con los de los fascistas y el país se convirtió en el preanuncio de un futuro distópico.
– Si Bolsonaro estuviera aquí para debatir o si tuvieran oportunidad de conversar, ¿qué le diría?
Bien… (larga pausa). Nada. Absolutamente nada. Porque Bolsonaro es insignificante. Él es sólo un brazo de un nuevo movimiento fascista de una oligarquía privilegiada y de un cártel de intereses. Él está haciendo su trabajo y nosotros vamos a hacer el nuestro.
Cuando alguien celebra las peores características del pasado brasileño, incluyendo la tortura, lo único que se dice a esta persona es: ’No pasarán’".
– Usted dice que la izquierda debería reinventarse.
Nunca he usado esta palabra. Yo la odio.
– Bueno, su discurso contenía muchas autocríticas y hablaba sobre la importancia de nuevos caminos.
Por supuesto. Pero reinventar es el lenguaje del marketing y no me gusta.
– Literalmente, usted dijo que…
Necesitamos tener autocrítica. Necesitamos aceptar que fallamos.
– ¿A qué errores se refiere? ¿Dónde se equivocó la izquierda?
¿Por dónde quiere que empiece? Los errores han sido varios.
Por ejemplo, el hecho de que muchos marxistas estén más interesados en pelear con otros marxistas en vez de con el capitalismo. La manera en que fallamos en extender la narrativa de liberación y emancipación de las mujeres y de las minorías. A pesar de decir siempre que estamos haciendo eso, la realidad es que no.
Pero los errores también han sido filosóficos. El hecho de haber abandonado el concepto de libertad y abrazado el concepto de igualdad, perdiendo las raíces emancipadoras de la tradición marxista y terminando en un concepto flojo de igualdad.
– La izquierda estuvo en boga hasta hace poco tiempo. Buena parte de América del Sur estaba gobernada por políticos considerados progresistas. Estados Unidos tenía a Barack Obama, que está a la izquierda en comparación con Donald Trump. ¿Qué ha cambiado?
Obama no estaba a la izquierda. Obama trabajó para llevar de nuevo Wall Street a sus momentos de gloria.
Y en América Latina, los líderes hicieron un trabajo excelente en redistribuir la renta. Pero no hicieron nada para redistribuir la riqueza.
A menos que la izquierda encuentre formas de cambiar la distribución de derechos de propiedad no podemos considerarlo una revolución. Es un revés temporal para la oligarquía. Y de ahí la oligarquía vuelve para vengarse.
– Usted dice que China influyó en el apogeo y la caída de los gobiernos de izquierda.
Generó enormes flujos financieros para América Latina, comprando materias primas como si fueran pan caliente.
Lo que tenemos son poblaciones frustradas desde hace décadas. Poblaciones que tenían esperanzas en la izquierda, que justo comienza a dar brazadas en el momento en que las arcas del Estado se estaban llenando de dólares a causa de las importaciones chinas.
Lula es un gran ejemplo de cómo usar este dinero de forma muy inteligente para sacar a millones de personas de la pobreza, lo que es fantástico. Pero en el momento en que China deja de comprar, la caja fuerte se vacía.
Al mismo tiempo había otro dinero viniendo de Wall Street, tratando de aprovechar las oportunidades especulativas en países que crecían.
En el momento en que China comenzó a cortar sus importaciones de Brasil, Argentina, Perú, Chile y otros, el dinero americano y del occidente paró de nuevo de circular. Es una combinación de rentas reducidas y flujos financieros de salida.
– ¿Cómo puede la izquierda recuperar el protagonismo?
Necesitamos aprender la lección que (Franklin) Roosevelt (presidente de los Estados Unidos entre 1933 y 1945) nos enseñó con el New Deal.
En otras palabras, necesitamos un proyecto mucho más progresista que el New Deal, más inclusivo.
Fue algo exclusivamente patriarcal, pero que tenía una gran idea central: cómo usar, cómo canalizar el dinero privado que está ocioso y usarlo para el bien público.
Necesitamos este New Deal para el medio ambiente, para las comunidades de todo el mundo y, para ello, necesitamos ser internacionalistas. Por eso hemos creado esta Internacional Progresista.
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