El estilo mostrado por el presidente electo Jair Bolsonaro durante la campaña electoral en Brasil provocó que algunas publicaciones internacionales le pusieran el apodo de "Trump brasileño".
Pero el militar también ha generado comparaciones con Rodrigo Duterte, el presidente que gobierna Filipinas con mano de hierro.
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Tanto la revista estadounidense The New Yorker como el Council on Foreign Relations (CFR), organización sin ánimo de lucro que publica la prestigiosa revista Foreign Affairs, destacan las similitudes entre sus discursos, en particular en lo referente a la actuación de la policía y ejecuciones extrajudiciales.
Y aunque los líderes son diferentes ideológicamente (Duterte viene de la izquierda), ambos apelan a los ciudadanos prometiendo combatir el crimen y la corrupción por medio de la fuerza.
Esta semana, el filipino volvió a atraer atención del mundo al proponer la creación de un grupo civil armado para hacer frente al Nuevo Ejército Popular, un grupo comunista rebelde creado a finales de la década de 1960 y que hoy en día sigue activo en este archipiélago del sudeste asiático.
https://www.youtube.com/watch?v=al-KQtdE5bU
El presidente de Filipinas afirmó que la milicia que pretende crear tendrá poderes para matar a sospechosos de ser revolucionarios, drogadictos y hasta personas que vaguen sin propósito por las calles y se llamará "Escuadrón de la Muerte de Duterte".
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En Brasil, la seguridad pública fue uno de los principales temas de la campaña presidencial. En 2017, el país registró el mayor número de homicidios de su historia: 63.800, según el Foro Brasileño de Seguridad Pública. Eso equivale a siete asesinatos por hora.
En Filipinas, la cifra de homicidios fue de 12.500 en 2015, el año anterior a la elección de Duterte, aunque la población del país es poco más de la mitad de la brasileña.
Los datos de 2016 de la Oficina de las Naciones Unidas sobre Drogas y Delitos muestran los altos índices de homicidios en ambos países.
Brasil registró una tasa de 29,5 homicidios por cada 100.000 habitantes, frente a los 5,9 de Argentina. Filipinas, que registra el peor resultado del sudeste asiático, tiene 11,02 casos por 100.000 habitantes, frente a apenas 0,49 de Indonesia.
https://www.youtube.com/watch?v=0purUYIfql8
En ese contexto, las visiones del brasileño y del filipino se basan en el fuerte discurso contra la crisis y la defensa de la violencia policial como forma para restablecer el orden.
Duterte, sin embargo, va mucho más allá: su gobierno predica el asesinato de traficantes y drogadictos como política de Estado, además de alentar abiertamente a policías y civiles a cometer esos homicidios.
¿Quién es Rodrigo Duterte?
Duterte nació el 28 de marzo de 1945 en Maasin. Hijo de un ex gobernador de la provincia de Davao, se graduó en Ciencias Políticas y Derecho. En los años 1970 fue fiscal de Davao, donde fue elegido alcalde en 1988.
En esa época, el municipio era conocido como la "capital de los asesinatos" en Filipinas. Durante sus siete mandatos no consecutivos (más de 22 años), la criminalidad cayó, aunque la ciudad sigue como una de las más violentas del país.
Duterte introdujo el toque de queda para menores no acompañados y prohibió la venta y el consumo de alcohol en ciertas horas. Pero la mejora en los indicadores de seguridad fue resultado, en gran parte, de asesinatos extrajudiciales de sospechosos de crímenes y de drogadictos.
Según la organización internacional Human Rights Watch, esos homicidios eran ejecutados por hombres armados en motos. Las estimaciones de varios activistas indican que más de 1.000 de esos asesinatos se produjeron durante los mandatos de Duterte en la ciudad.
La HRW encontró evidencias de "complicidad" e "implicación directa de oficiales del gobierno local y miembros de la policía" en las muertes. Duterte, por otro lado, siempre ha negado la existencia de escuadrones de la muerte, aunque uno de sus apodos es "el justiciero".
¿Por qué es popular?
Duterte fue elegido presidente en 2016 con la cifra record de 16,6 millones de votos. Sus niveles de popularidad alcanzaron el 88% en julio de este año, aunque actualmente están en el 75%, según la organización Pulse Asia Research.
"Tiene ese halo populista en la forma de hablar. Es un hombre del pueblo, dispuesto a decir lo que otros no dirán", explica Champa Patel, jefe del programa Asia-Pacífico del think tank británico Chatham House.
"Es visto como alguien que va a solucionar los problemas con la droga que ha tenido el país. Durante su campaña, el filipino prometió una guerra incesante contra traficantes y drogadictos. Y ese discurso antidrogas agrada a una parte significativa de la población".
"Olviden las leyes sobre derechos humanos, si soy elegido presidente, haré lo mismo que cuando fui alcalde. Es mejor que los traficantes, los ladrones armados y los vagabundos se vayan porque voy a matarlos", dijo Duterte en un acto de la campaña presidencial.
"Voy a arrojarlos en la Bahía de Manila para que alimenten a los peces".
Al celebrar su victoria, alentó a civiles armados a matar a traficantes. "Siéntanse libres de llamarnos o hágalo usted mismo, si tiene un arma", afirmó en un discurso transmitido a nivel nacional. "Abátanlos y les daré una medalla."
Los críticos de Duterte temían que los asesinatos extrajudiciales se extendieran por Filipinas. Pocas semanas después de su posesión, casi 2.000 individuos supuestamente vinculados al narcotráfico fueron asesinados por policías o grupos de vigilantes.
Actualmente, de acuerdo con HRW, ya son más de 12.000, lo que incluye a inocentes y víctimas por error.
Parte de los homicidios son ejecutados por asesinos a sueldo que actúan bajo el mando de autoridades locales. En 2016, BBC entrevistó a una mujer que dijo recibir cerca de US$430 por cada ejecución de traficantes.
Para Amnistía Internacional, se trata de una guerra a los pobres y de una "industria de la muerte" que afecta a poblaciones desfavorecidas. También se acusa a la policía de matar a sospechosos para ganar recompensas, además de inventar pruebas y robar a víctimas.
Duterte no tolera críticas a su política. La senadora Leila de Lima, una firme opositora a esta guerra antidroga, intentó responsabilizar al presidente por los escuadrones de la muerte de Davao.
Está detenida desde el año 2017, acusada de tráfico de drogas. Ella alega que su encarcelamiento tiene detrás motivaciones políticas y que el presidente pretende silenciarla.
El presidente filipino a menudo causa espanto con sus declaraciones. En septiembre de 2016, por ejemplo, se comparó a Adolf Hitler en un discurso en Davao. "Hitler masacró a 3 millones de judíos, en Filipinas hay tres millones de drogadictos y me alegraría masacrarlos", dijo.
Sin embargo, esas cifras son incorrectas. Cerca de seis millones de judíos murieron en Europa durante el nazismo.
En un mitin en 2016, el presidente filipino lamentó no haber tenido la oportunidad de violar a una religiosa australiana, muerta durante una rebelión en una prisión de Davao en 1989, cuando era el alcalde de la ciudad.
Jacqueline Hamill fue rehén de los presos, que la violaron.
Duterte dijo que "cuando los cuerpos fueron retirados (…) miré su cara, hija de p …, parecía una hermosa actriz estadounidense. Estaba enojado porque la violaron, pero era tan bonita que el alcalde debería haber sido el primero. Qué desperdicio".
El ascenso de dos hombres fuertes
Tanto Bolsonaro como Duterte están incluidos en una creciente lista de líderes políticos con perfil autoritario, nacionalista, populista y que desprecian normas liberales como la independencia del poder judicial.
Entre esas figuras están también Vladimir Putin (Rusia), Viktor Órban (Hungría), Recep Tayyip Erdogan (Turquía) y Donald Trump (Estados Unidos).
"Prometen soluciones simples e insuficientes para problemas complejos. La idea de que el problema de seguridad se resuelve matando a los traficantes y a los drogadictos es ilusorio", dice el sociólogo Sergio Costa, profesor del Instituto de América Latina de la Universidad Libre de Berlín.
Una de las cartas más relevantes de los "hombres fuertes" es, sin embargo, usar la inseguridad a su favor.
"Juegan con ese sentimiento colectivo de miedo y prometen restaurar la ley y el orden, son figuras auténticas, con tendencias autoritarias", explica Léonie de Jonge, experto en populismo de derecha de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido.
"En el exterior, puede parecer una locura, pero en sus países están revitalizando la confianza del pueblo. Son como salvadores, héroes", completa.
Otro aspecto de estos líderes, destaca Costa, es el intento de traer la política al campo de la existencia. Es decir, la discusión pasa a ser sobre proteger un estilo de vida contra, por ejemplo, refugiados, inmigrantes, musulmanes, en lugar de sobre propuestas de gobierno.
"En Brasil, la sexualidad ha sido muy usada para mostrar una forma de vida supuestamente amenazada: la familia y los niños inocentes. Se ha construido un enemigo imaginario para que las decisiones del electorado estén motivadas por el miedo existencial. Ahí es donde esos hombres fuertes son capaces de controlar mejor a sus electores", concluye.
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