Toda una vida grabada… en un tapón de cera.
Al igual que en el caso de los seres humanos, la cera se acumula en los oídos de las ballenas.
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Pero hay una diferencia fundamental: las ballenas no pueden retirar la cera de sus órganos auditivos.
Los científicos ya venían usando los tapones de cera de las ballenas para determinar su edad. Pero el biólogo Stephen Trumble y sus colegas de la Universidad de Baylor en Texas, Estados Unidos, demostraron ahora que hay mucha más información oculta en esas masas sólidas.
Trumble utilizó tapones de cera de tres especies de ballenas para descifrar cómo la actividad humana y el cambio climático han impacto dramáticamente en los niveles de estrés de estos cetáceos a lo largo de su existencia.
"Como los anillos de un árbol"
"Cada capa o lámina de cera representa aproximadamente seis meses de vida", señaló Trumble a BBC Mundo.
"Los tapones de cera son como los anillos en el tronco de un árbol y pueden ser usados para contar los años de la ballena".
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En esos tapones de unos 20 centímetros de largo hay además un detallado registro químico que permite determinar "los períodos de preñez, el estrés y los cambios de dieta" de los cetáceos.
"Los tapones contienen ácidos grasos, keratina (una proteína) y ceras", explicó Trumble.
"Estas grasas tienen la capacidad de fijar sustancias químicas que provienen o bien del medio ambiente, como contaminantes, o de la propia ballena en el caso de hormonas".
Este registro químico se forma desde el nacimiento a la muerte, y por ello es posible reconstruir un perfil de la exposición a factores estresantes y las respuestas del organismo, señaló el biólogo a BBC Mundo.
Cortisona
Trumble y sus colegas examinaron 20 tapones de cera de tres especies de ballenas: la ballena jorobada, el rorcual común y la ballena azul, tanto del Pacífico como del Atlántico.
Los científicos midieron en la cera los niveles de cortisona, una hormona que es liberada durante períodos de estrés.
El Museo de Historia Natural de Londres fue una de las instituciones que aportó tapones de cera al estudio, que cubre un período de 150 años desde 1870 a 2016.
Los registros muestran claramente las variaciones en el estrés de las ballenas debido a la actividad humana.
El estrés y la caza de ballenas
Los niveles de cortisona aumentaron en la década de 1920 y 1930 cuando la caza de ballenas en el hemisferio norte alcanzó niveles alarmantes. Se estima que unas 50.000 ballenas barbadas fueron cazadas en la década del 30.
Durante la Segunda Guerra Mundial la caza de ballenas disminuyó, pero no los niveles de estrés.
"Factores estresantes asociados a actividades específicas durante el conflicto suplantaron a los vinculados con la caza", afirmó Sasha Usenko, coautora del estudio publicado en la revista científica Nature Communications.
"Las batallas navales, el mayor número de naves y las detonaciones submarinas contribuyeron al aumento en los niveles de cortisona".
El mayor nivel de esa hormona se registró durante la década de 1960, cuando se estima que los balleneros mataron cerca de 150.000 cetáceos.
Cuando se introdujo la moratoria en la caza de ballenas a principios de la década de 1970, los niveles de estrés disminuyeron dramáticamente.
Sin embargo, esos niveles vienen en aumento desde entonces, y una causa probable es el impacto del ruido del tráfico marino, la contaminación y el aumento de la temperatura del mar debido al cambio climático.
Impacto acumulativo
Trumble afirmó que las ballenas son verdaderos espejos de su entorno.
"Actualmente trabajamos en otros tapones de cera, aumentando el número de biomarcadores analizados", afirmó el científico.
"Estudiaremos también los registros de hormonas reproductivas, modificaciones en la alimentación (usando isótopos estables), acumulación de contaminantes y cambios en los patrones de metilación del ADN (procesos químicos capaces de ’apagar’ la expresión de un gen)".
"Estos marcadores junto a los datos antropogénicos sobre ruido y tráfico, y la información sobre estrés nos permitirá cuantificar la contribución de cada factor".
"Nuestra meta es determinar el impacto acumulativo de los factores estresantes en las ballenas", explicó el investigador a BBC Mundo.
"Esa información será un reflejo de la salud de nuestros océanos".
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