"Nunca lo vamos a olvidar", suelen decir los hinchas de Boca Juniors sobre el inédito descenso de River Plate a la segunda división del fútbol argentino, en 2011. Lo repiten, lo cantan, hurgan en la herida.
Pero no son solo ellos: en el fútbol argentino, olvidar es casi imposible.
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Torneos que se ganaron injustamente hace décadas, clásicos que se perdieron por goleada, algún detalle sobre la supuesta personalidad del otro: siempre hay una anécdota, un resultado, una hazaña con la cual se intenta humillar al otro.
En más de 100 años de férrea rivalidad entre Boca y River hay mucho dato para escoger. Y en esto todos parecen historiadores.
Por eso, lo que pase en la final de la Copa Libertadores, que por primera vez será disputada entre estos dos colosos del fútbol, será difícil de olvidar.
Es el torneo latinoamericano de clubes más importante. Con los dos equipos más grandes. Así que el tradicional "superclásico" será, por una vez, la "súperfinal". O "la final del mundo", como titularon varios diarios.
Nunca se jugó una final como esta. Nunca se jugó una final con tanta rivalidad. Es inédito lo que va a suceder los sábados 10 y 24 de noviembre.
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Ganar o perder, por eso, suscitará nociones de larga vida o muerte eterna.
Se juega demasiado
Nadie menos que el jefe de Estado, Mauricio Macri, famoso hincha y expresidente de Boca, dijo en una entrevista que "el que pierde va a tardar 20 años en recuperarse".
"Es una final que se juega mucho. Se juega demasiado. Yo creo que sería mejor que uno de los dos que va a la final sea brasileño", dijo antes de que se definiera el duelo definitivo.
Y Macri no era el único hincha que no quería esta final: durante las semifinales en Buenos Aires, BBC Mundo habló con decenas de hinchas de ambos equipos que manifestaron esa sensación.
"Perder nos dejaría muertos", "sería el fin de un grande, cualquier que sea", "es mucha carga emocional para esto tiempos (de crisis económica)". Así sonaban los comentarios de ambos lados; exagerados como toda palabra en este país.
Pero el periodista deportivo Andrés Burgo coincide: "Esto de que nadie lo quiere jugar ha generado el mayor momento de empatía entre hinchas de River y Boca que yo recuerde. Porque es la final más apasionante, pero también la más injusta".
"Perderla será demasiado castigo para las tremendas campañas que hicieron Boca y River".
Los dos equipos —explica Burgo— arriesgan demasiado en esta final.
River se juega la superioridad de los últimos años, marcada por victorias en tres cruces clave con Boca, uno de ellos en una final (Copa Argentina, 2017); y Boca se juega su superioridad entre 1998 y 2011, con la que ganó cuatro Libertadores.
La tensión previa
Después de esas declaraciones, Macri se ha pronunciado varias veces sobre el partido. Es un asunto de Estado.
Por causa de las violentas rivalidades que hay en el fútbol argentino (fuente de 135 muertes en los últimos 18 años), los hinchas del equipo visitante no pueden ir a los partidos del torneo local.
Hace unas semanas el clásico de la ciudad de Rosario, entre Central y Newell’s, se tuvo que jugar sin público para evitar enfrentamientos.
Macri dijo que la final de la Libertadores, un torneo sin esta prohibición, era una "gigantesca oportunidad para todos los argentinos de mostrar madurez".
Pero los presidentes de los clubes y la Asociación de Fútbol Argentina estuvieron en desacuerdo y anunciaron que no habrá visitantes para evitar "inconvenientes".
Y aunque Macri llamó a la "paz y la armonía" con su pedido, el lunes se filtró un video en el que calificaba de "culón" al técnico de River, Marcelo Gallardo.
Mirando al pasado
Los argentinos son obsesivos con los símbolos y la historia.
Algunos historiadores lo atribuyen a la idiosincrasia del inmigrante, en constante busca de sus raíces; pero otros lo relacionan al proceso colectivo de memoria en favor de la no repetición que se dio tras el régimen militar de los 70 y 80.
Y al ser un país formado mayoritariamente por inmigrantes, sin casi ningún vínculo con el pasado precolombino, los símbolos recientes de la identidad argentina —desde Perón hasta el Indio Solari— se viven al extremo.
Por eso los clubes de fútbol, no solo Boca y River, se convirtieron en vehículos de un sentimiento de pertenencia que está por encima que el país mismo: al 70% de los argentinos, según encuestas, les importa más el resultado de su club que el de la selección nacional.
"Siendo un evento que no necesita anabólicos, el Boca-River además se exagera en los medios y se pinta como si el que pierde desaparece, cosa que por supuesto no es cierta", añade Burgo.
Quizá sea exagerado, pues, decir que este partido nunca se va a olvidar. Pero seguro tomará tiempo.
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