El cineasta australiano James Ricketson fue encarcelado en Camboya en 2016, acusado de espionaje. Su hija adoptiva hizo campaña incansablemente para que lo liberaran de una prisión abarrotada e insalubre, hasta que finalmente fue perdonado el mes pasado.
Pero años antes, había sido él quien la había rescatado a ella de una vida de abusos y autolesiones.
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Mientras James Ricketson, de 69 años, y su hija adoptiva Roxanne Holmes, de 52, hablan conmigo, sus heridas de guerra salen a relucir.
En el brazo de la manga de la camisa de Ricketson hay sangre gruesa y coagulada que todavía se filtra, provocada por una pelea que tuvo con los guardias de la prisión de Camboya.
Sucedió en el último día antes de su repentina liberación, solo cinco días antes de nuestra conversación. "Perdí mucha piel", dice. "Pero estos guardias solo hacían su trabajo dentro de un sistema diabólico. No son malos".
Por otro lado, el brazo de Holmes muestra las huellas de años de autolesiones sobre las que ella habla abiertamente, tras haber sufrido una infancia de intensos abusos sexuales, físicos y emocionales.
Felices por fin
Pero hoy en Sídney padre e hija sonríen. Están disfrutando del triunfo de la campaña de Holmes para liberar a su padre de la cárcel.
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Esta es su primera entrevista con los medios desde que regresó a casa.
El cineasta fue detenido por espionaje, tras hacer volar un dron durante un mitin de un partido de la oposición, en medio de una ofensiva por parte del primer ministro de Camboya, Hun Sen, contra sus adversarios.
Ricketson negó las acusaciones y su juicio fue calificado de "absurda farsa" por la organización de derechos humanos Human Rights Watch.
Holmes comparte fotos de él alimentando pájaros. "Ver su sonrisa con una rosella en su mano ha sido mi felicidad", dice.
Al hacer una campaña tan tenaz en favor de la liberación de Ricketson de la prisión de Prey Sar en Phnom Penh, donde compartió una célula infestada de bichos con otras 140 personas, es muy posible que Holmes haya salvado la vida de su padre, ya que él recibió golpes en la cabeza, tuvo síntomas de neumonía y no tenía acceso a una atención médica decente.
La celda estaba tan abarrotada que tenía que turnarse con los otros presos para poder acostarse, cubierto por las picaduras de piojos. En un momento dado, Holmes compartió fotos del antes y el después de que su padre adoptivo entrara en la cárcel, las cuales mostraban que había perdido el 20% de su peso corporal.
Para ella, le estaba devolviendo un favor de larga data.
"Honestamente, no estaría aquí si no fuera por James", afirma.
"Me dio una voz. Cuando todos los demás adultos me dieron la espalda, James me apoyó y me hizo más fuerte. Usé esa fuerza para hacer campaña por su libertad".
"Siempre fue inocente".
En el juicio contra Ricketson se presentaron escasas pruebas de espionaje, sin embargo fue sentenciado a seis años de cárcel el 31 de agosto.
Esto fue devastador para su familia, que participó en la campaña pública de Holmes para liberarlo a través de la plataforma de peticiones Change.org.
Para el propio Ricketson fue necesaria mucha resistencia: "Los libros eran mi salvación en la cárcel. Sabía que con la campaña de Roxanne, podría hacer la vida imposible a los gobiernos de Australia y Camboya".
"No puedo negar que hubo ocasiones en las que pensé, ¡estoy tan cansado! Podría no despertarme mañana por la mañana; tengo 69 años, he tenido una buena vida. Pero mi negativa a rendirme me mantuvo vivo".
En los días posteriores a su sentencia, la petición de Holmes pasó de 70.000 a 107.000 firmas que pedían la liberación de Ricketson.
"Él fue el primer hombre en mi vida que fue amable conmigo, pero ahora el gobierno australiano le ha dado la espalda", escribió ella en una petición personal a Julie Bishop, la entonces ministra de Relaciones Exteriores de Australia.
Holmes les había pedido a los firmantes de su petición que se pusieran en contacto con parlamentarios australianos. Gracias a esto, el ex primer ministro Tony Abbott pidió la liberación de Ricketson, pero Bishop no respondió a las solicitudes de Holmes para reunirse con ella.
Cuando Marise Payne se convirtió en ministra de Relaciones Exteriores en agosto, Holmes intensificó su campaña pidiendo a los 107.000 firmantes que llamaran a la ministra.
El 21 de septiembre se produjo un repentino perdón real, que sorprendió a todos, incluyendo al propio Ricketson.
Ricketson se acercó a "algunos personajes interesantes" en su celda, lo que llevó a que hubiera algunas despedidas emotivas cuando por fin lo liberaron.
Un hombre "estaba comiendo sus propios excrementos la primera vez que lo vi, encadenado a la pared por el cuello", cuenta él.
Ricketson lo protegió de los matones. "Tengo una debilidad por las personas con problemas", dice.
La cárcel de Holmes
Es esa misma debilidad la que hizo que Ricketson adoptara a Holmes hace más de 30 años. La conoció cuando estaba investigando para hacer una película sobre jóvenes con problemas.
"Roxanne estaba esencialmente en una cárcel cuando la conocí", asegura Ricketson. "Algo tenía que romper el ciclo por el que estaba pasando, yendo de un centro de detención juvenil a otro".
Una sincera nota manuscrita de Holmes, que Ricketson todavía conserva, explica el anhelo que ella sintió al ver su relación con su hijo de cinco años, Jessie.
El sistema no sabía qué hacer con Holmes, como escribe ella en el libro que ha publicado sobre su historia. "Todos en el sistema de justicia juvenil estuvieron de acuerdo en que nunca habían visto a una niña tan traumatizada, violenta o destructiva como yo".
El libro "Roxanne: My Extraordinary Life" ("Roxane: mi vida extraordinaria"), detalla una vida temprana de abandono y abusos, incluidos los abusos sexuales de un amigo de su madre. A los 11 años, su madre la puso bajo la tutela del Estado. Luego comenzó una vida de crimen, destrucción, adicción e intentos de suicidio.
En un intento de suicidio, se tiró por la ventana de un hospital y retuvo al personal médico con una pala de jardinería. En otro incidente, intentó incendiar un centro de detención juvenil incendiando el colchón de su celda.
Tras huir con un pedófilo de 57 años, cometió robos a mano armada por toda Australia. A menudo terminaba en régimen de aislamiento, lo que le provocaba agorafobia. "Toda mi vida había estado alienada, segregada, aislada", escribió.
Tenía tantos problemas que, de hecho, en la década de 1990 el programa de televisión "60 Minutes" emitió un capítulo titulado "La niña más incontrolable en Nueva Gales del Sur", en el que contaba que el personal de un centro de detención amenazó con hacer huelga si les devolvían a Holmes.
Cuando Ricketson la conoció, ni los tribunales ni el oficial de apoyo a cargo de ella tenían un "lugar seguro" al que enviarla. Era un riesgo para sí misma y para otros y tenía una fuerte adicción al Valium. Ricketson se ofreció a acogerla.
Tiempos de prueba
La primera sorpresa fue que le dijo a Ricketson que se llamaba Roxanne Lee Dargaville y tenía 17 años. Pero en realidad su nombre era Elizabeth Lee, tenía casi 20 años y estaba huyendo de la policía en Australia Occidental. Todavía muestra disgusto cuando pronuncio el nombre de Elizabeth; es algo que aun la irrita.
Holmes probó consistentemente el amor de Ricketson por ella. Le robaba y huía constantemente. "Había coches de policía o ambulancias fuera de mi casa cada mes", dice él. "Una vez me llamaron porque había retenido a un taxista. En otra ocasión, intentó robar un coche de policía después de ser arrestada".
"Lo primero que siempre me preguntaba era: ¿todavía me quieres" El contestó que sí todas las veces, incluso cuando se le hacía difícil hacerlo. "Sabía que ella tenía el potencial de cambiar", dice Ricketson.
"Le pregunté, ¿por qué sigues probándome, incluso ahora que te he adoptado? Contestó que estaba acostumbrada al caos; se había convertido en parte de su identidad tras ser abandonada".
Como contó en su libro de 1996, Holmes estaba tan dañada que sintió la necesidad de ser destructiva para compensar el amor que le faltó en su infancia.
"Me gustaba cuando la gente me odiaba", dice ella. "Era mi defensa; no podía decepcionarlos". Más tarde fue diagnosticada con trastorno disociativo.
"Muchos amigos me dijeron ’déjala, es una pesadilla", cuenta Ricketson. "Pero no abandonas a tus hijos cuando te has comprometido con ellos. Alguien tenía que ayudar a Rox, o ella moriría".
Pero vecinos de la comunidad local de Ricketson empezaron a pedir a Holmes que cuidara a sus hijos. Fue entonces cuando, empoderada por la confianza, empezó a cambiar.
Pero todavía tenía una fuerte adicción al Valium. Ricketson estuvo presente durante el nacimiento de la hija de Holmes, Arizona, que sufrió el síndrome del bebé hipotónico en los primeros meses de su vida.
"Él me hizo darme cuenta de que estaba afectada por el Valium que había llegado a su cuerpo a través de mi leche materna", dice. "Así que me sacó de la adicción y ahora es un abuelo muy querido para Arizona y un bisabuelo de su hija de dos años, Brookie".
La pareja tiene que irse a una cita con el médico que Holmes pidió para Ricketson. Antes de irse, él asegura: "Estoy decidido a usar mis 15 minutos de fama para ayudar a las familias empobrecidas en Camboya liberándolos de la cárcel económica en la que viven". Para ello dice que creará una fundación con el nombre de "Family by Family".
"Eso es típico de James", dice Holmes. "Es el hombre más humanitario que jamás conocerás".
Ella, mientras, está pensando en escribir otro libro sobre su relación con él.
*Gary Nunn es un escritor independiente radicado en Sídney.
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