La siguiente historia es una versión editada de una presentación de Lucy Jollow, quien sufre de agorafobia, contada para la BBC en el Fringe Festival de Edimburgo.
Asistir a una gran boda puede ser una experiencia difícil: ¿qué te pones? ¿A quién debes evitar?
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Cuando sufres de agorafobia y debes ser la dama de honor de tu mejor amiga, esa es la menor de tus preocupaciones.
Puedes pensar que la agorafobia se trata simplemente de quedarse encerrado en casa, con miedo al mundo exterior.
Pero, en realidad, es mucho más raro que eso. A los 29 años, desarrollé una forma muy específica: el miedo absoluto a pasar la noche en cualquier lugar que no sea tres casas específicas.
Y todas estaban muy lejos de Escocia, el sitio donde se casó mi amiga.
Lo raro es que anteriormente tenía un trabajo que involucraba hospedarme en hoteles diferentes cada semana. Yo era el tipo de persona que no compraba gel de ducha porque tenía bien guardados muchos frascos en miniatura.
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Mi fobia era difícil de explicar, así que solía inventar excusas sobre por qué no podía quedarme en algún lugar y desarrollé un conocimiento enciclopédico de los horarios de transporte para poder llegar a casa en el momento en que sentía miedo.
Pero tenía un compromiso que se hacía cada vez más importante: el ser dama de honor.
El año anterior a que se desarrollara mi fobia, mi amiga Emma me había pedido que fuera una de sus tres damas de honor, y le prometí que lo haría, pero no había previsto que ello se convertiría en mi versión privada del infierno.
Me dijo que sería muy informal y fácil de llegar. Se trataría de una boda hippy en Edimburgo.
Pensé que si ahorraba para un buen boleto de tren de ida y vuelta, podría manejarlo con la ayuda de un beta-bloqueador -un tipo de medicamento-, remedios herbales, reiki y una ruta de escape planeada en todo momento. No es fácil, pero es manejable.
Pero luego, el evento se convirtió en una boda de blanco por completo. Y se mudó a un castillo en la zona rural de Perthshire, a 112 kilómetros de Edimburgo, la capital de Escocia.
Emma intentó convencerme de quedarme en una casita preciosa en los terrenos del castillo,o tal vez en un hotel cercano. Pero no podía imaginar una versión de eso que no involucrara horas interminables de terror total.
Entonces, me puse a planear mi escape de esa boda hasta el más mínimo detalle.
El primer desafío fue cómo llegar allí a las 11:00 am para preparar y ayudar a la novia.
Me di cuenta que era factible llegar a esa hora si conseguía un vuelo desde Luton a las 5:00 am, un tren a Perth y un viaje en taxi de 30 minutos. Por supuesto, la noche anterior, mientras el resto de los invitados a la boda disfrutaba de una noche relajada en el castillo, no pude dormir por miedo a no oír la alarma del despertador.
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Cuando por fin llegué, estaba delirando del cansancio. Durante las horas siguientes, todo lo que tenía que hacer era centrarme en cuidar mi delineador de ojos, poner a la novia en su vestido y terminar la ceremonia. Me tranquilizó de manera significativa la idea de que seis horas después me fuera a buscar un bus gigante de Dundee para pasar la noche.
La ceremonia fue insoportable. El impulso de huir nunca es tan fuerte como cuando no tienes opción.
Tuvo lugar afuera, en unos jardines hermosos con vista a una colina. Entonces, cuando los novios intercambiaron sus votos, mi mantra interno fue: "Finge que eres una oveja". Me sumergí en esa idea, y lo siguiente que supe fue que Emma y Keith estaban casados, y yo estaba en mi siguiente tarea: servir canapés y champaña.
Lo extraño de las fobias es lo personales que son. Me gusta mucho hablar con extraños, solía hacerlo para vivir. Paseando por ahí y diciéndole a 100 caras nuevas "¿champán?". "¿Mini hamburguesa?". "¡Me encanta tu sombrero!". No era intimidante. Pero la vocecita que decía "¿y si el taxi no viene?", "¿qué pasa si el bus cancela?". Me ponía al borde del precipicio de manera continua.
Me pregunté si debería reservar un taxi de más o averiguar si alguien iba a conducir hacia el sur esa noche.
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Me dije a mí mismo que, en el peor de los casos, podía ofrecer todo el sobregiro que permitiera mi cuenta de banco a cualquiera que estuviera preparado para llevarme 756 km hasta mi casa, a las 9:00 pm, el sábado por la noche. Eso me parecía una mejor opción que quedarme en un lugar nuevo para mí.
Participé en las fotografías de la boda. El pensamiento de que pronto me iría me hizo sonreír. A solo media hora de irme, incluso comencé a disfrutar. Pude ver que, para todos los demás, la boda fue divertida.
Antes del postre, fui rápido al baño, me puse jeans y tenis, metí mi vestido y tacones en una bolsa y revisé mis provisiones: agua, papas fritas y mi boleto de bus listo para partir. Sentí una ola de emoción. Una vez que llegue a Dundee, solo estaría a 15 horas de mi propia cama.
Para mí, ese viaje en auto de 15 horas significaba libertad, mientras que una habitación de hotel simbolizaba estar atrapada.
No sé si otros invitados pensaron que era extraño ver a una dama de honor escabullirse antes de los discursos, pero nadie dijo nada. Emma mencionó, de manera amable, que estaba contenta de haber logrado que yo estuviera allí, pero estaba triste de que me fuera a perder el baile. Y yo también. Triste de no poder hacer lo que yo consideraba como normal, pero realmente no sabía cómo hacer.
Hacia la medianoche, mientras el resto de los invitados a la boda saltaban a un lago iluminado por la Luna, mi bus se detuvo en Glasgow. Comí mis papas fritas y miré por la ventana, sintiéndome complacida con mi elección. A las 4:00 am nos detuvimos en una estación de servicio anónima en una autopista desolada, y me felicité a mí misma.
Lo había hecho, había sido la dama de honor de Emma y evité pasar la noche allí.
En ese momento, vi cuán irracional era mi fobia. Aquí estaba yo, comiendo una hamburguesa grasienta en la madrugada, diciéndome a mí misma que era afortunada por evitar una noche en un gran castillo.
Por supuesto, si esta fuera una historia pulcra y ordenada, me habría curado en ese momento. En realidad, me tomó tres años más lograr pasar una estancia de dos noches en Venecia con mi mamá. Incluso, en ese entonces, me escapé en un vuelo de "regreso" a casa, de último momento, un día antes.
He empezado a dormir, lentamente, en lugares nuevos. Todavía llevo un kit de supervivencia, que incluye pastillas para el estómago y té de hierbas, pero puedo hacer lo que ningún agorafóbico da por sentado: huir.
QUÉ ES LA AGORAFOBIA
- Mucha gente piensa que la agorafobia es simplemente el miedo a los espacios abiertos, pero se trata de una enfermedad más compleja. Alguien con agorafobia puede sentir miedo de viajar en transporte público, visitar un centro comercial o dejar su casa.
- Si una persona con agorafobia se encuentra en una situación estresante usualmente experimenta síntomas de un ataque de pánico, como ritmo cardíaco acelerado, hiperventilación, sudor, calores o nauseas.
- Eventos traumáticos como la pérdida de un ser querido pueden contribuir a que se desencadene esta enfermedad, al igual que ciertos genes.
- Mucha gente mejora simplemente hablando sobre sus síntomas con un terapeuta.
- Si sientes un ataque de pánico puede ayudarte enfocarte en algo muy concreto, visible y que no te parezca amenazante. Debes estar en el momento presente y respirar lenta y profundamente.
- La agorafobia es dos veces más común en las mujeres que en los hombres. Usualmente comienza entre las edades de 18 y 35 años.
Fuente: NHS, Servicio Nacional de Salud del Reino Unido
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