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La isla en la que los hombres se cortan la piel para parecer cocodrilos

En Papúa Nueva Guinea, en la mitad oriental de la segunda isla más grande del mundo, el 80% de las personas vive en aldeas rurales y muchas de las regiones más remotas y aisladas tienen poco contacto con el mundo exterior. Y ahí sobreviven extraños rituales.

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La luz moteada, que entra a través del desgastado techo de paja en "la casa de los espíritus" en la aldea de Parambei, revela las cicatrices onduladas que lucen en su pecho varios varones iniciados.

Las casas espirituales -o Haus Tambaran– que están a lo largo del río Sepik, en el norte de Papúa Nueva Guinea, son los puntos focales de un sistema regional de creencias que venera a los espíritus que se manifiestan como animales.

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Estas casas están llenas de murales y tallados de todo tipo de criaturas, desde cerdos y casuarios hasta serpientes y águilas. Sin embargo, es el cocodrilo el que verdaderamente encarna el poder animista a lo largo del Sepik.

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En una de las ceremonias de iniciación más extremas del mundo, los hombres del Sepik reciben cortes con cuchillas de afeitar en la espalda, los hombros y el torso superior para dejar cicatrices alargadas similares a la que tienen los cocodrilos en su piel.

"Los niños son llevados a la casa del espíritu por sus tíos para que los corten. Puede tomar una hora o dos", explica Aaron Malingi, consejero jefe de Parambei.

"Hace años, el corte se hacía con bambú afilado", recuerda.

Al mirar los cuerpos llenos de cicatrices de los hombres apenas puedo imaginar la agonía que habrán sufrido.

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"Algunos niños se desmayan del dolor", revela Malingi. "Los hombres mayores tocan flautas sagradas para calmarlos y los tajos son cubiertos con aceite de árbol y arcilla blanca del río para prevenir infecciones".

Me cuenta que la escarificación simboliza la purga de la sangre de sus madres y la obtención de su propia sangre adulta, en una especie de corte metafórico de las cuerdas del delantal de la madre.

Además de recibir los cortes, los jóvenes pueden pasar varios meses dentro de la casa de los espíritus aprendiendo habilidades para la vida de los hombres iniciados.

"Obtienen conocimiento de los espíritus de la aldea: cómo pescar, tallar y cómo mantener a su esposa y su familia", dice Malingi.

Pregunto cómo el cocodrilo se convirtió en una figura tan preeminente de adoración espiritual en el Sepik.

"El cocodrilo es un símbolo de poder", explica Malingi. "Les tememos, pero sacamos energía de ese poder".

Me cuenta que un mito de la creación local sugiere que la gente Sepik descendió del cocodrilo y salió del río como humano para caminar en tierra firme.

Tierra de cocodrilos

Durante mi viaje de cuatro días en barco por el Sepik encontré que esta costumbre de escarificación y las creencias sobre los cocodrilos siguen siendo fuertes en la región media, particularmente entre los hablantes de lenguas Iatmul, uno de los asombrosos 832 grupos de idiomas de Papúa Nueva Guinea.

Estas aldeas aún son remotas y difíciles de alcanzar, por lo que han tenido poco contacto con el mundo exterior.

Viven de un cultivo básico rico en almidón, llamado sagú, y de la pesca. Los cultivos comerciales incluyen la caña de azúcar. Los cerdos se crían y se usan en ceremonias como sacrificios y como dinero para resolver disputas.

Pero la escarificación de cocodriloha desaparecido en algunas comunidades fluviales. En Kaminimbit, a medio día en barco de Parambei, me dijeron que la escarificación había frenado debido a la influencia de la iglesia cristiana.

Después de que los alemanes llegaran e instalaran un gobierno colonial alrededor de 1885, la región de Sepik comenzó a evangelizarse.

Aun así, en estas comunidades donde se han dejado de usar las cuchillas de afeitar para la ceremonias, el Haus Tambaran permanece junto a la iglesia y funciona como una especie de club social para que los hombres pasen su tiempo.

En la aldea de Wombun, enclavada en un pantano inundado de lagos y afluentes que se unen en un horizonte de espejo de cristal, los hombres mayores llevan las marcas de iniciación de cocodrilo.

Pero la costumbre está desapareciendo. "Los misioneros se oponían", explica Simon Kemaken, un maestro de escuela primaria.

"Todavía tenemos una ceremonia cada pocos años para reverenciar al cocodrilo, pero en estos días pocos niños locales están siendo cortados", dice Kemaken, para quien uno de los principales factores por el que las familias ya no están organizando la ceremonia de cortes es su alto costo. .

En Parambei, donde está presente la iglesia católica, la escarificación sigue sin embargo siendo casi universal entre los hombres, lo que obliga a preguntarse por qué la influencia de la iglesia no había prevalecido aquí.

"El espíritu siempre ha sido fuerte en nuestra aldea", me dice Malingi. "Pero los misioneros han influido en nuestras prácticas", reconoce.

Es uno de esos momentos en el que los occidentales modernos como yo a menudo pensamos: "¿Por qué no podemos dejar las costumbres de esta gente en paz?". Hasta que Malingi revela que los misioneros también convencieron a sus antepasados de que dejaran de cazar cabezas.

Me muestra una cuerda anudada en una de las casas de espíritus que tenía docenas de nudos que representaban cabezas cortadas. Y me explica que esas cabezas eran despojadas de su carne, que se mezclaba con carne de cerdo y de perro y se alimentaba a los niños, para hacerlos fuertes.

Imagino que la práctica había desaparecido hace muchísimo tiempo, así que me sorprendo cuando me asegura que recién concluyó en 1943.

Y, orgulloso, me cuenta que la próxima escarificación masiva de los jóvenes de la aldea en el culto al cocodrilo tendría lugar en noviembre.

"Es importante que continuemos esto en Parambei", insiste. "Nos da un sentido de vida. Después de que los hombres han sufrido el dolor de los cortes están preparados para cualquier cosa en la vida".


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