Fue uno de los capítulos más trascendentales de la Guerra Fría. Aunque duró apenas unos meses y pasó a la historia como un fracaso, una tragedia, un sueño frustrado que se conoce con el nombre de Primavera de Praga y de cuyo fin se cumple este martes medio siglo.
Esta suerte de revolución pacífica se puso en marcha con el nombramiento el 5 de enero de 1968 de Alexander Dubcek como primer secretario del Partido Comunista de Checoslovaquia, quien pondría en marcha un conjunto de reformas democratizadoras a las que llamaría "socialismo con rostro humano".
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Durante unos siete meses, vientos de reforma recorrieron el país y se puso en marcha un plan de acción económico y político que incluía entre otros aspectos el fin de la censura, el restablecimiento pleno de los derechos y libertades civiles, la restitución de la separación de poderes con un poder ejecutivo que no sería ya un brazo más del Partido Comunista, un Parlamento con facultades reales y un Poder Judicial independiente.
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Esta iniciativa reformista desencadenó todo un proceso de liberalización de la sociedad que se plasmaba en el surgimiento de nuevos movimientos políticos e intelectuales, en el resurgimiento de agrupaciones que representaban a minorías nacionales, religiosas así como grupos de derechos humanos.
Estos cambios no eran vistos con buenos ojos por la Unión Soviética y sus aliados del Pacto de Varsovia que entre la noche del 20 de al 21 de agosto de 1968 invadieron militarmente Checoslovaquia para poner fin al experimento de Dubcek.
Los habitantes del país recurrieron entonces a formas de resistencia pacífica para intentar preservar las libertades recién conquistadas, pero las fuerzas extranjeras habían llegado para quedarse un largo tiempo. Poco después Dubcek fue desplazado del real y los comunistas prosoviéticos de línea dura recuperaron el control del país.
La Primavera de Praga llegaba a su fin definitivo pero lo ocurrido allí tendría grandes repercusiones en los movimientos de izquierda en todo el mundo que reaccionarían y fijarían posición entre "el socialismo de rostro humano" y el "socialismo real" que lo había sometido.
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