"A Rusia le bastaron solo cinco días, tras 20 años de tormentas políticas y económicas, para aparecer de nuevo en el escenario mundial".
La frase es del investigador Eugene Chausovsky, analista de Eurasia del centro de inteligencia Stratfor, y define el momento en que Rusia y la ex república soviética de Georgia se enfrentaron por la región de Osetia del Sur en 2008.
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Han pasado diez años, que se conmemoran esta semana, del conflicto bélico que dejó unas 1.700 personas muertas y miles de desplazados, de acuerdo con las cifras oficiales. Y basta una fugaz mirada al mundo para darse cuenta de cómo ha cambiado el papel de Moscú en el concierto político global.
"Ese fue el momento que eligió, no al azar, para dejar atrás años de humillación moral tras la caída de la Unión Soviética y para mostrar que las cosas habían cambiado", le dijo a BBC News Mundo el analista John Lough, del instituto de investigación británico Chatham House.
"Fue el inicio de una política exterior que se consolidó con la anexión de Crimea en 2014", agregó.
Pero, ¿por qué eligió Rusia ese momento para reaparecer en el escenario global y cómo ha continuado con su estrategia a través de los años?
La guerra por Osetia del Sur
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El conflicto de Osetia del Sur (que incluía al territorio vecino de Abjasia), que se extendió desde el 7 hasta el 12 de agosto de 2008, solo fue una conclusión de una serie de eventos que se habían iniciado 18 años antes, con otro conflicto similar tras la disolución de la Unión Soviética.
Y se disparó precisamente en 2008 después de que esta región decidiera pedirle a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que la reconociera, después de varios intentos, como una nación independiente.
Tal como lo había hecho poco antes con Kosovo.
Esto no le gustó a Georgia, que siempre había considerado a Osetia del Sur como suya (además de que ese conflicto la alejaba de su intención de pertenecer a la OTAN), por lo que decidió -justificándose en el hecho de algunos ataques de soldados separatistas de Osetia del Sur- atacar las tropas que se encontraban en la región el 7 de agosto de 2008.
La respuesta rusa, que puso su ejército a favor de las milicias separatistas de Osetia del Sur, sorprendió a muchos.
"Creo que Georgia pensó que, como Rusia no había reconocido a Kosovo, ir por Osetia del Sur no iba a tener consecuencias graves", explicó Lough.
En esto está de acuerdo el experto en política local de Georgia Gela Vasadze.
"En 2008, muchos en Europa y EE.UU. pensaban que Vladimir Putin solo era un buen tipo con el que debías hacer buenos negocios", le dijo Vasadze a la BBC.
"Y pensamos que la elección de Dmitry Medvedev, en marzo de ese año, había sido una consolidación de un proyecto democrático. Pero después Medvedev entregó el poder de nuevo a Putin, quien llegó con una política internacional mucho más agresiva", añadió.
La postguerra
En cinco días, las tropas rusas lograron desalojar a los soldados georgianos de Osetia del Sur y del territorio vecino de Abjasia.
Y ahí fue donde Rusia tomó un camino propio marcado por las fricciones con los países de Occidente: reconoció como naciones independientes a Osetia del Sur y Abjasia, en contravía de lo que pensaban la Unión Europea, Estados Unidos e incluso la OTAN.
"Rusia demostró que tenía una estrategia para cuidar sus fronteras muy distinta a los países occidentales: que tomaría partido en conflictos internos de otras naciones donde Moscú tuviera algún interés", explicó Lough.
"Esa misma estrategia fue la que utilizó en Crimea en 2014. En 2008 no quería invadir Georgia, como con Crimea no quiso entrar en Ucrania. Solo fue por lo que le interesaba", señaló.
¿Y qué era lo que le interesaba en 2014? Un territorio poblado por rusoparlantes quienes apoyaban a Putin dentro de un punto estratégico de la región.
Lo cierto es que su respuesta frente a Georgia también cambió la posición de los países Occidentales, que optaron por la prudencia para evitar que el ahora nuevo gigante se agitara.
"Nadie quiso enfrentarse a esa Rusia por una pequeña y desconocida Georgia, porque a lo sumo su aspiración de romper con la influencia imperial era vista con simpatía, pero nada más", anotó Vasadze.
La ruta hacia Crimea
Con el conflicto por Osetia del Sur, se comenzó a pavimentar el camino para los futuros movimientos que consolidaron la autoridad rusa en la zona euroasiática.
Y allí radicaba la principal razón de su accionar: Rusia quería volver a tener la influencia en la región que había perdido tras el desplome de la Unión Soviética.
"Fueron casi diez años, desde la caída del bloque soviético, en los que Rusia vivió momentos de caos, de anarquía, de miedo y desmoralización", señaló Chausovsky en su artículo "Mirando de vuelta la guerra entre Rusia y Georgia 10 años después".
"Pero cuando Putin llega al poder, todo esto cambia: el presidente reina entre los oligarcas, consolida el poder y pone la economía de nuevo en orden", agregó.
Y de acuerdo a los expertos, el conflicto con Georgia fue el momento perfecto para que "tras 20 años de problemas económicos y políticos, ellos estuvieran de vuelta".
Poco después, en 2010, Rusia expandió su influencia por medio de la creación de la Unión Económica de Euroasia, junto a Ucrania, Bielorrusia y Kazajistán.
Por eso, cuando en febrero 2014 una irrupción popular sacó del poder al presidente ucraniano Víktor Yanukóvich -cercano a Moscú-, Rusia recurrió a la fórmula de Osetia del Sur para proteger a sus intereses.
"Moscú no se quedó quieto a pesar de que el mundo se le vino encima: anexó a Crimea y después respaldó a los ejércitos separatistas en el oeste de Ucrania", resaltó la analista.
Ahora, 10 años después, Rusia se ha convertido en uno de los principales actores políticos internacionales, que tiene influencia incluso en conflictos lejanos de sus fronteras, como es el caso de Siria.
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