Algunos la llaman la "Lawrence de Arabia femenina", pero cuando el famoso arqueólogo y escritor Thomas Edward Lawrence llegó por primera vez a Medio Oriente, Gertrude Bell ya había había recorrido gran parte de esta región, hablaba árabe con fluidez y hasta había publicado dos libros sobre su experiencia por aquellas tierras lejanas.
Este mes de julio se cumplieron 150 años del nacimiento de esta escritora, arqueóloga y hasta trabajó para los servicios secretos, cuyo legado cayó en el olvido hasta hace poco años, cuando a raíz de la Guerra de Irak muchos empezaron a recordar su figura.
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Nacida en una familia acomodada de la Inglaterra de 1868, a Bell le tocó vivir una época en la que la libertad y el impacto que podía tener una mujer en la sociedad estaban muy limitados.
Sin embargo, llegó a ser tan respetada e influyente que su voz fue una de las más determinantes a la hora de trazar los límites de un nuevo Estado árabe al que, también por sugerencia suya, se le dio el nombre de Irak.
El interés de Bell por Medio Oriente surgió al visitar la región por primera vez en 1892. Acababa de salir de la Universidad de Oxford, donde se había especializado en Historia Moderna y logró la hazaña de ser la primera mujer que consiguió los máximos honores en esa carrera.
Tras acabar sus estudios, la joven viajó a Persia. Su tío, Sir Frank Lascelles, era el ministro británico de aquel país y residía en Teherán (actual capital de Irán).
Fue durante esta travesía que Bell desarrolló un cariño especial por el pueblo árabe visitando sitios arqueológicos, aprendiendo su idioma y adentrándose en el desierto según le dijo a la BBC en 2014 la profesora de Historia Británica de la Universidad de Newcastle Helen Berry.
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"Era muy peligroso, pero obviamente a ella le gustaba el peligro", afirmó entonces la experta. "Se rodeó de un gran grupo de camellos, regalos prestigiosos y guías masculinos… Creo que no sabían qué hacer con ella, especialmente siendo una mujer, [pero] creo que se los ganó con su habilidad para comunicar".
Diseñando Irak
Bell llegó a aprender ocho idiomas, entre los que se encontraba el francés y el turco, y conoció tan bien a las tribus de la zona, que los servicios de inteligencia británicos la reclutaron. Trabajó para ellos durante la Primera Guerra Mundial en la delegación árabe, situada en Egipto, donde también estaba Lawrence de Arabia.
Al acabar la guerra, los Aliados decidieron desintegrar el Imperio Otomano en varios Estados. Bell fue una de las arquitectas del diseño que se decidió para esta región.
Su influencia fue una de las principales en la concepción de Irak. Tanto, que Winston Churchill, entonces secretario de Estado para las colonias británicas, la invitó en 1921 a una conferencia en El Cairo, donde se le pidió trazar los límites de lo que en ese momento llamaban Mesopotamia.
La misión de Bell era establecer en Irak un gobierno árabe favorable a los británicos y servir de vínculo con las figuras políticas que iban surgiendo.
La tarea resultó pacífica durante un tiempo, hasta que empezaron las revueltas en el lado chiita de la población, donde eran mayoría.
"Se sientan allí en una atmósfera con hedor a antigüedad y es tan gruesa por el polvo de tantos siglos que no puedes ver a través de ella… y ellos tampoco", le escribió a su madre sobre los clérigos chiitas en 1920.
En otra misiva, admitió los errores del Imperio Británico: "La verdad subyacente a todas las críticas es… que habíamos prometido instituciones autónomas y no solo no dimos ningún paso para conseguirlo sino que estábamos ocupados estableciendo algo totalmente diferente".
Bell aconsejó finalmente dar el poder a la minoría suní, a la que creía más educada y secular que los chiitas, que en su opinión se dejaban influenciar demasiado por sus clérigos "fanáticos". Su candidato al trono, Fáysal I, fue coronado rey de Irak en agosto de 1921.
Por razones como esta, algunos culpan a la exploradora de los problemas actuales de este país, ya que ayudó a imponer un sistema occidental que, según sus críticos, no encaja con la cultura árabe y una prueba de esto sería las décadas de inestabilidad que Irak ha vivido desde su fundación.
Activista antisufragio
Pese a tener sobre sus hombros esta enorme responsabilidad, Gertrude Bell tuvo tiempo para llevar una vida muy variada y realizar hazañas en campos tan diversos como la arqueología o el montañismo.
Le gustaba escalar y se convirtió en la primera mujer que trepó todos los picos de la cordillera Engelhorn, en los Alpes Suizos. Uno de ellos incluso lleva su nombre: "Pico de Gertrude".
Participó en excavaciones arqueológicas en países como Siria, Irak y Turquía. Muchas de sus experiencias quedaron plasmadas en libros y artículos.
Para ella, ser mujer no era un obstáculo y no vacilaba a la hora de embarcarse en aventuras que en esa época parecían impensables incluso para muchos hombres. Sin embargo, esa convicción de ser capaz de todo que tenía de sí misma no la extendía al resto de mujeres.
En un periodo en el que un grupo de mujeres en el Reino Unido empezaron a exigir su derecho al voto, Bell tomó el camino contrario y fue una de las fundadoras de la Liga Nacional de Mujeres Antisufragio.
Ella creía que las mujeres no podían manejar el estrés y el contenido de la educación superior porque no eran tan fuertes como los hombres física, mental y emocionalmente, según la Enciclopedia Digital de Arqueólogos.
"Tenía una opinión pobre de la mayoría de mujeres, incluso de las que estaban a su nivel social… y era notablemente intolerante con las esposas de sus colegas", según recoge en su libro su biógrafa Susan Goodman.
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