Un ruido fuerte como un trueno despertó a Gregorio Abiega cerca de las 3 de la mañana de uno de los primeros días de marzo.
Parte del suelo de Lutto Kututo, el pueblo donde vive este hombre de 67 años, se había hundido y había quedado atravesado por innumerables grietas.
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El terreno, equivalente a unas 20 canchas de fútbol, quedó fragmentado en cientos de bloques, desnivelados entre dos a 38 metros de profundidad con respecto al suelo.
Las autoridades habían alertado del desplome unos meses antes. Cuando finalmente ocurrió, Abiega ya había abandonado la zona en peligro y estaba pasando la noche en una carpa.
"Ya se fue mi casa", pensó el anciano al oír el estruendo de lo que fueron, según el Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico de Perú (Ingemmet), más de un millón de metros cúbicos de tierra viniéndose abajo.
Fue el movimiento de toda esa masa, suficiente para llenar unas 480 piscinas olímpicas, lo que destruyó o dejó inhabitables la vivienda de Abiega y la mayoría de caminos y casas del pueblo.
En total, 106 familias quedaron damnificadas, según la alcaldía de Llusco, el distrito en el que se ubica la comunidad, en Cusco, Perú.
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"Me quedé triste, casi he llorado", dice Abiega a BBC Mundo, y se le aguan los ojos por un par de minutos.
Conversa con nosotros al borde de la grieta más grande, que por su altura máxima de 38 m parece un acantilado y, según Ingemmet, mide unos 290 m de largo.
Desde aquí, el hombre señala la estructura que fue su casa en la zona hundida, y que ahora es un montículo de piedras derrumbadas bajo un techo de calamina (láminas corrugadas de zinc o acero) y madera.
Abiega invita a BBC Mundo a verla de cerca. Para llegar, hay que bajar por laderas resbalosas de rocas sueltas, así que el fotógrafo y yo empezamos a avanzar despacio.
Pequeñas rajaduras
Las primeras fisuras de Lutto aparecieron en 1998, según un estudio del Ingemmet, pero eran minúsculas.
A medida que fueron creciendo, las autoridades le decían a los pobladores que taparan las aberturas con piedras y tierra.
Pero a fines de diciembre de 2017, cuando el colapso del terreno era inminente, ordenaron a los habitantes que se reasentaran en otro lugar y les entregaron carpas.
La madrugada en la que parte del pueblo se hundió, la gente gritaba, lloraba, corría de un lado a otro, dice Nazario Tuca, presidente de la comunidad de Lutto Kututo, como quien describe un episodio apocalíptico.
"Fue como si la Tierra se hubiese partido", cuenta.
Fue el momento más dramático de la historia de las grietas en Lutto, pero no tenía nada que ver con el fin del mundo. Sino más bien, con un proceso ya conocido para los geólogos.
Todos los años, Lutto recibe fuertes lluvias, sobre todo de noviembre a marzo.
El agua se filtra en el suelo, que en este pueblo contiene materiales arcillosos y está "altamente fracturado", según el Ingemmet y el Instituto Geofísico del Perú (IGP).
La humedad lo satura y lo satura como a un corcho, hasta que pierde resistencia y se desplaza masivamente, halado por la gravedad.
Los científicos llaman a este fenómeno natural "reptación del suelo".
Ocurre en varias partes del mundo, generalmente donde hay pendientes lo suficientemente inclinadas como para que se deslicen los terrenos, explica dijo Hildegardo Córdova, director del Centro de Investigación de Geografía Aplicada de la Pontificia Universidad Católica del Perú, a BBC Mundo.
De hecho, la reptación ya ha ocurrido antes en otros lugares de Perú, atravesado de norte a sur por la Cordillera de los Andes.
Por ejemplo, en 2015 numerosas infraestructuras de Socosbamba, Áncash (región de la sierra al norte de Lima), se destruyeron a causa de las rajaduras de hasta dos metros de profundidad que se abrieron en el pueblo.
Pero en Lutto, donde está BBC Mundo, varias grietas parecen pozos negros por dentro.
Es imposible distinguir el fondo mientras caminamos al borde de ellas.
Productos enterrados
Pese a que el recorrido por el hundimiento parece arriesgado, Gregorio Abiega y cuatro de sus vecinos avanzan tranquilos, como quien pasea con amigos.
Los cinco van conversando alternativamente en español y en quechua y recogiendo tunas para reemplazar el almuerzo.
Sus edades oscilan entre los 50 y 71 años, pero se deslizan como jóvenes entre aberturas estrechas, desniveles y derrumbes de tierra y piedras.
Yo me quedo un poco atrás debido a la relativa escasez de oxígeno en la zona, que queda a unos 3.400 metros sobre el nivel del mar, y a que el sol quema como decenas de bombillas de luz encendidas sobre el cuerpo.
Al llegar a los escombros de la casa de Abiega, el techo es lo único reconocible de la vivienda.
El anciano no ha podido rescatar nada de ahí: "Todos mis productitos están totalmente enterrados: maíz, trigo, cebada, chuño, habas", lamenta.
Él y sus vecinos perdieron cosechas y también algunos cultivos de maíz, hortalizas, papas, habas, alfalfa, duraznos, capulíes, manzanas, entre otros.
Perdieron, además, un camino que los llevaba de Lutto hacia Llusco, y la posta médicaquedó triturada por los deslizamientos.
La escuela sigue en pie, pero no se sabe por cuánto tiempo más: ha sido declarada como estructura de "alto riesgo".
¿Pudieron los residentes de Lutto ahorrarse todo este desastre?
"Hay técnicas para prevenir (la reptación de suelos), pero son caras y habría que ver el costo-beneficio", sostiene Hildegardo Córdova. "Lo más práctico que yo veo es no estar ahí, o sea mudarse". Empezar de nuevo.
Nuevas rajaduras
Las 106 familias damnificadas por el fenómeno lo hicieron.
Se fueron del lugar hundido y ahora viven a unos 15 minutos caminando de la grieta, en módulos de triplay (madera contrachapada) y calamina que les entregó el Instituto de Defensa Civil de Perú.
Estas piezas, que parecen cajas cuadradas, ofrecen espacio para poner un par de camas con frazadas.
Los bloques, construidos uno al lado de otro en líneas rectas, reciben energía eléctrica (BBC Mundo observó que había una antena de DirectTV afuera de uno de ellos). Pero carecen de alcantarillado y la gente debe sacar agua en baldes de una quebrada cercana.
Las autoridades están tramitando la colocación de la red de agua, según dijo Ezequiel Mallma, alcalde de Llusco, a BBC Mundo.
En mayo, el gobierno de Perú declaró en emergencia por 60 días a Lutto y en julio, extendió la medida por dos meses más, para terminar de instalar los servicios que falten.
Mientras tanto, los deslizamientos en el terreno derrumbado siguen activos, "ensanchándose y agrietándose", advierte el Ingemmet.
Parado al borde de la grieta más grande, Gregorio Abiega mira al suelo y señala unas pequeñas rajaduras al borde del abismo, como aquellas que empezaron a abrirse hace unos 20 años.
"Siguen avanzando poco a poco", anuncia Abiega. El terreno va a seguir cayendo".