Parece salido de la novela de Umberto Eco "El nombre de la rosa", pero pasó de verdad: expertos en Dinamarca encontraron tres libros forrados en veneno en la biblioteca de la Universidad del Sur de Dinamarca (SDU, por sus siglas en danés).
Los libros eran dos obras de historia y una biografía sobre figuras religiosas, todos datados entre el siglo XVI y XVII.
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Las tapas de los tres libros contenían el mismo elemento químico: arsénico, una de las sustancias más tóxicas que existen.
Dependiendo del tiempo y tipo de exposición, el envenenamiento por arsénico puede generar síntomas como la irritación estomacal o intestinal, náuseas, diarrea, lesiones en la piel y problemas pulmonares.
También puede causar cáncer e incluso llevar a la muerte. Y su toxicidad no disminuye con el paso de los años.
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¿Fueron los libros venenosos parte de un complot para causar daño, como los ataques con ántrax que generaron pánico a comienzos de este siglo?
Nada de eso, aseguran Jakob Holck y Kaare Lund Rasmussen, el bibliotecario de investigación y el profesor de Física, Química y Farmacia de la SDU que hallaron y estudiaron los libros.
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Según ellos, es probable que en algún momento del pasado lejano alguien pintara las portadas de los libros con un pigmento verde que contenía arsénico, un elemento cuya toxicidad recién se descubrió en la segunda mitad del siglo XIX.
Casualidad
Holck explicó a BBC Mundo que descubrieron que los tomos eran venenosos por casualidad.
Estaban estudiando esos libros porque querían saber más sobre las hojas con textos usados para su encuadernación.
"En esa época los encuadernadores usaban fragmentos de manuscritos medievales en las tapas de los libros. Lo más probable es que fueran documentos de la Iglesia Católica. Resultaron ser, entre otras cosas, la ley canónica y la ley romana", señaló.
Los expertos daneses tenían dificultades para estudiar esos textos porque estaban recubiertos de una capa de pintura verde. Fue por ello que los analizaron en un laboratorio con una máquina que podía detectar los elementos químicos de la tinta debajo de la pintura.
Para su sorpresa, la máquina reveló que la capa de pigmento verde era arsénico.
"Afortunadamente había manejado los libros con mucho cuidado antes de saber sobre el arsénico", contó Holck.
Se cree que nadie más había tenido acceso a las obras peligrosas porque aún no habían sido catalogadas electrónicamente y estaban guardadas en pilas.
Verde París
En un artículo que escribieron en la revista académica The Conversation, en la que revelaron su hallazgo, Holck y Rasmussen señalaron que el pigmento verde utilizado en las tapas de los libros probablemente era Verde París.
Se trata de un polvo cristalino de color verde esmeralda que era fácil de fabricar y se usó comúnmente para múltiples propósitos en el pasado.
En la Europa de comienzos del siglo XIX el Verde París incluso se produjo de forma industrial y los pintores impresionistas y postimpresionistas usaron diferentes versiones del pigmento para crear sus vívidas obras.
Esto significa que muchas piezas de museo hoy contienen el veneno. Holck le dijo a BBC Mundo que también hay libros en colecciones antiguas que contienen arsénico y otros "químicos que presentan un desafío".
Si bien este pigmento verde se usó mucho por cuestiones estéticas, incluso para decorar la portada de libros, los expertos de la SDU creen que sus tomos venenosos fueron pintados por otro motivo, ya que el pigmento solo fue utilizado en una sección de las tapas.
Su teoría es que en algún momento -posiblemente durante el siglo XIX- los libros antiguos recibieron una capa de arsénico para protegerlos contra insectos y alimañas.
Seguros
Hoy las tres obras son parte de la colección de la biblioteca de la universidad, pero ya no representan un peligro.
"Ahora están guardados en un gabinete ventilado y deben manejarse con guantes especiales", explicó el experto en libros.
La ventilación especial tiene un motivo: el arsénico no solo es peligrosos si se toca.
También se ha establecido que bajo ciertas condiciones puede transformarse en arsano, un gas altamente tóxico.
Se cree que este gas podría estar detrás de las historias de terror de la era victoriana sobre niños en habitaciones con paredes empapeladas de color verde que morían misteriosamente.
¿Y qué hay de todas las otras obras con arsénico que podrían estar diseminadas por el mundo?
Nadie sabe. "Que yo sepa no hay estadísticas", advierte Holck.
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