Muchos de los transeúntes de la plaza Carlo Del Prete, en la zona sur de Rio de Janeiro, desconocen la historia del hombre que le da nombre y cuya estatua ornamenta el lugar.
Pero junto con su compatriota Arturo Ferrarin, es autor de un hecho histórico, completado hace 90 años: el primer vuelo sin escalas entre Europa y América Latina. O, de forma más precisa, entre Montecelio, en la provincia de Roma, y la pequeña ciudad de Touros, a unos 80 km de Natal, en Rio Grande do Norte.
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El historiador Rostand Medeiros cuenta que los dos despegaron de una pista de 1.200 metros en un pequeño avión Savoia-Marchetti S-64 el 3 de julio de 1928, a las 18:51 horas (local).
Después de volar ininterrumpidamente durante 49 horas y 15 minutos, en un recorrido de 7.188 km, aterrizaron en la playa de Touros, la tarde del 5 de julio.
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El hito de Del Pretre y Ferrarin ocurre en un momento, entre las décadas de 1920 y 1930 —no mucho después del primer vuelo del 14 Bis, inventado por Alberto Santos Dumont, en 1906— en que varios países y aviadores querían realizar viajes pioneros, batir récords y viabilizar los aviones como nuevo medio de transporte.
"En esa época, Italia estaba otorgando mucha atención y patrocinando emprendimientos aéreos por el mundo", cuenta Medeiros. "Entre los emprendimientos estaba la construcción de un nuevo aeroplano en la fábrica, Savoia-Marchetti, en Sesto Calende, en la provincia de Varese".
Según el historiador, el avión tenía la misión de batir dos récords aeronáuticos de reconocimiento mundial: el de vuelo en distancia y duración en circuito cerrado y el récord de distancia en viaje en línea recta. Este último era de los pilotos estadounidenses Clarence Duncan Chamberlin y Charles Albert Levine, que entre en julio de 1927 partieron desde Nueva York rumbo a Berlín.
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Aunque no llegaron a su destino, porque tuvieron que aterrizar por falta de gasolina en Eisleben (Alemania), lograron la marca de 6.294 km, algo que no se había alcanzado hasta ese momento.
Antes, otros aviadores habían hecho historia con sus vuelos memorables. "Muchos creen que la primera travesía aérea del Atlántico fue realizada por el estadounidense Charles Augustus Lindbergh, el 20 de mayo de 1927", dice Medeiros.
"Otros apuntan, y yo concuerdo, que los primeros aviadores que completaron la travesía del Atlántico fueron el inglés John William Alcok y el escocés Arthur Whitten Brown. Ellos partieron de Terra Nova, en Canadá, el 14 de junio de 1919 y llegaron a Irlanda 16 horas después".
En cuanto al Atlántico Sur, la primera travesía fue realizada con éxito el 17 de junio de 1922 por los aviadores portugueses Gago Coutinho y Sacadura Cabral, con motivo de las conmemoraciones por el primer centenario de la independencia de Brasil. Pero ellos completaron su travesía con escalas: en los 3.041 km que recorrieron, entre Lisboa y Río de Janeiro, enfrentaron muchas dificultades y tuvieron que utilizar tres aeronaves diferentes.
El tenso vuelo hasta Brasil
Para lograr ese hito, Italia eligió a sus experimentados aviadores Ferrarin y Del Prete.
"Dejaron Italia sobre la ciudad de Ostia, pero debido al peso (por la gran cantidad de combustible), la altitud apenas superó los 100 metros y a una velocidad media de 180 km/h", cuenta Medeiros.
Después de sobrevolar el Mediterráneo, cuando avistaron la costa de Argelia, un viento del desierto del Sahara provocó un aumento de la temperatura del agua del radiador, del aceite del motor y de la propia cabina.
Después de las temperaturas elevadas, relata el historiador, aparecieron nubes pesadas a la altura de la ciudad marroquí de Casablanca, por lo que tuvieron que elevar la altitud para evitar la inestabilidad.
Pero aún así, los pilotos no consiguieron evitar las nubes y se quedaron solo con la brújula para la orientación del vuelo. Después de salir del área de nebulosidad, la visibilidad mejoró y pudieron verificar su posición. "Entonces, se aproximaron a la costa desértica y Ferrarin quedó impresionado con el árido paisaje".
"Seguían a una altitud de 300 metros".
Pero las dificultades del vuelo no habían acabado. Medeiros cuenta que, durante la noche, aparecieron más nubes y, para evitar la inestabilidad, Ferrarin y Del Prete subieron gradualmente, pero sin éxito.
La velocidad media giraba en torno a los 170 km pro hora y fue considerada "excepcional" por la distancia recorrida. Los relatos de los pilotos muestran que entre el final del día 4 de julio y el inicio del 5, durante el trayecto entre Cabo Verde y Brasil, el tiempo empeoró cada vez más y apenas la brújula servía como instrumento de navegación.
Finalmente, después de 27 horas de vuelo, debido al consumo de combustible, el avión estaba más leve, permitiendo alcanzar la altitud de 4.000 metros y escapar del mal tiempo. Sin embargo, la maniobra no tuvo los resultados esperados, pues se enfrentaron a fuertes turbulencias.
Y ya no era posible volar más alto: 4.000 metros ya es una altitud considerada por encima del límite de seguridad que se puede alcanzar cuando una aeronave no dispone de sistemas de respiración autónoma con oxígeno.
Según Medeiros, Ferrarin y Del Prete pasaron por un momento extremadamente crítico en la oscuridad de la noche. "Con fuertes ráfagas de viento el S-64 fue fuertemente sacudido, lo que alteró la lectura de la brújula e los hizo creer que era su final", explica.
"Ya pasada la mitad del Atlántico, exhaustos, mojados y con frío, los dos luchaban por mantener la aeronave en el aire. Finalmente amaneció, y las condiciones meteorológicas mejoraron sensiblemente, aliviando la tensión y tranquilizando a los pilotos".
El aterrizaje
El 5 de julio, ya amanecía en la costa nordeste de Brasil y las noticias del S-64 no llegaban.
Medeiros cuenta que, a las 12:52 GMT, los operadores de una estación radiotelegráfica informaron que habían conseguido captar el mensaje de un navío anunciado que los aviadores italianos se encontraban a "50 millas del archipiélago San Pedro y San Pablo", es decir, a unos 1.090 km de Natal.
Con un día claro, aún a 4.000 metros de altitud, Del Prete buscó el continente con binoculares. "A las 15:00 GMT del 5 de julio, la emoción llena la pequeña cabina", dice Medeiros.
"Extasiados, Ferrarin e Del Prete se abrazan. Con la ayuda de los binoculares observan señales inconfundibles de tierra. Pero los pilotos aún se encontraban a más de 200 km del litoral y, debido a la baja velocidad, les llevaría más de una hora sobrevolar las playas de Rio Grande do Norte".
Medeiros dijo que aquel día, los residentes de Natal estaban atentos a los cielos, esperando la llegada del Savoia-Marchetti S-64. "Irónicamente, y para dificultar la situación de los italianos, desde el 3 de julio llovía muy fuerte en nuestro litoral", cuenta.
"Durante el día 5, la ciudad estaba cubierta por pesadas nubes y la población ya asumía que el avión italiano seguiría para Recife".
Después de alcanzar el litoral, sin embargo, los aviadores vagaron sobre varias áreas. "Volvieron a la región, donde avistaron por primera vez la costa brasileña, y finalmente a las 16:10 sobrevolaron Natal", relata el historiador. "Desde la cabina, Ferrarin y Del Prete vieron a las personas que saludaban con pañuelos blancos en las calles". Poco después, aterrizaron en Touros.
La caída
La historia, sin embargo, no tuvo un final feliz. El 7 de agosto, durante un vuelo de prueba en otro avión, un Savoia-Marchetti S-62 (similar al S-64), sobre la Bahía de la Guanabara, en Rio —a donde los pilotos llegaron en barco—, hubo un accidente.
La aeronave, que llevaba a bordo a los dos italianos y al suboficial brasileño Raul Inácio de Medeiros, volaba a una altitud estimada de 50 metros cuando, súbitamente, en una curva cerrada hacia la derecha, cayó al mar.
Los tres fueron rescatados y llevados al hospital, pero Del Prete, que tenía dos piernas fracturadas y se quejaba de fuertes dolores en el tórax, murió el 16 de agosto. A su velorio, en la Embajada de Italia, pasaron cerca de 10.000 personas.
Después, su cuerpo fue repatriado a su país de origen.
"Para Italia, su vuelo y el de Ferrarin es uno de los hitos aeronáuticos más importantes del país", dice Medeiros.
"En Brasil, excepto en Rio Grande do Norte y Río de Janeiro, el logro apenas se recuerda".
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