Justina Lo Cane, una niña de 12 años de aspecto angelical, esperó en vano, en 2017, la llegada de un corazón nuevo que nunca llegó.
Sus últimos días tuvieron en vilo a Argentina.
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Durante los cuatro meses que encabezó la lista de espera de trasplantes, su caso inspiró un récord de inscripción de donantes de órganos, pero no alcanzó. Justina falleció el 22 de noviembre.
Sin embargo, gracias a ella, las otras 11.000 personas que actualmente se encuentran en lista de espera para recibir un trasplante en Argentina tienen más posibilidades de que se salven sus vidas.
El miércoles, el Congreso aprobó la "Ley Justina", una norma que establece que todos los mayores de 18 años son donantes de órganos y tejidos, a menos que dejen constancia expresa de lo contrario.
La norma, que ya está vigente en países como Uruguay, Venezuela, Colombia, México o España, ha demostrado tener una enorme incidencia en la cantidad de trasplantes realizados.
Los principales impulsores de la ley en Argentina fueron los padres de Justina, Ezequiel y Paola Lo Cane, quienes continuaron con una campaña que realizó la propia pequeña antes de morir.
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La campaña se llamó "MultiplicateX7", una referencia a la cantidad de vidas que, se estima, puede salvar cada donante de órganos y tejidos.
"Lo logré mamá"
"Ahora todo valió la pena. Es gratificante, en el dolor incluso, que haya sido mi hija la que inició todo esto. Me voy llena de felicidad porque era lo que ella quería", señaló la mamá de Justina, quien presenció junto con su familia la votación en la Cámara de Diputados.
Tanto en ese recinto como en el Senado, la "Ley Justina" se aprobó por unanimidad. La familia Lo Cane recibió un largo aplauso de pie de los legisladores, tras la sanción.
"Yo sé que ella me abraza y me dice: ’Lo logré mamá’", dijo, emocionada, Paola, quien contó que Justina siempre tuvo como intención ayudar a todos los que estaban en su situación.
"Todo tenía un por qué. Hoy transformamos el dolor en alegría, si bien no es fácil vivir con su ausencia".
Y agregó: "Es lamentable que alguien tenga que morir para que una sociedad se despierte, pero es así".
La enfermedad de Justina
Justina sufría de una cardiopatía congénita. Sus padres descubrieron el problema cuando ella tenía un año y medio.
Por muchos años, pudo llevar una vida normal gracias a los medicamentos especiales que tomaba y los tratamientos que realizaba.
Pero en julio de 2017 se descompuso y comenzó a sufrir de dolores de cabeza y náuseas.
Fue internada en uno de los centros cardiológicos más prestigiosos de Argentina, la Fundación Favaloro, donde le dijeron que necesitaba un trasplante de corazón urgente.
Cuando entró en la lista de espera en el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (Incucai) le pidió a su familia iniciar una campaña para concientizar sobre la importancia de donar órganos.
Hoy en Argentina el Incucai estima que hay 14 donantes por millón de habitantes. Una cifra muy menor a la de España, el líder mundial en trasplantes de órganos, donde hay 47 donantes por millón de habitantes.
La iniciativa de Justina, "MultiplicateX7", se viralizó en las redes sociales bajo el hashtag #LaCampañaDeJustina.
Fue un éxito: para noviembre se había cuadruplicado la cantidad de gente registrada como donante: más de 126.000, contra los cerca de 30.000 del año anterior.
Pero a pesar de la enorme convocatoria y de la masiva toma de conciencia que generó Justina, cuyo caso fue seguido a diario por miles de argentinos que rezaron para que aparezca un corazón, el milagro nunca llegó.
Justina murió en su cama de hospital, acompañada por sus padres.
Los mismos que ahora, siete meses y medio después de su partida, lograron cumplir con su sueño e inscribir su nombre como sinónimo de la donación de órganos en Argentina.
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