Ni en sus sueños más descabellados se habría imaginado el sargento de vuelo Sydney Cohen lo que le iba a suceder ese 12 de junio de 1943 cuando despegó de la isla mediterránea de Malta en un biplano torpedero Swordfish.
Cohen era un huérfano que aprendió a ser sastre y trabajaba en los talleres clandestinos de Londres hasta que en 1941, cuando tenía 20 años, se unió a la Real Fuerza Aérea o RAF.
PUBLICIDAD
Ese día, él y su tripulación de dos hombres, el sargento Peter Tait -navegador- y el sargento Les Wright -operador inalámbrico y artillero-, habían despegado de la base de Malta en una misión de búsqueda y rescate después de que se informó que un avión alemán se había estrellado en el Mediterráneo.
No encontraron nada y decidieron regresar.
De repente Cohen notó que las brújulas se habían vuelto locas, la radio no funcionaba y se estaban quedando sin combustible.
Cohen le preguntó a su navegador: "¿Dónde estamos?".
Tait revisó su mapa y respondió: "Esa es la isla italiana de Lampedusa, en la que hay más de 4.000 soldados".
PUBLICIDAD
Y tenía razón.
Los 20,2 kilómetros cuadrados de la isla de Lampedusa estaban fuertemente guarnecidos por las fuerzas de Il Duce Benito Mossolini, aliado del Führer de la Alemania Nazi, Adolf Hitler, en la Segunda Guerra Mundial.
En 1943, Lampedusa estaba en la mira de los Aliados por ser una de las islas que obstaculizaban la Operación Husky, la invasión de Sicilia.
Antes de que la invasión principal pudiera tener lugar, era esencial que la amenaza que representaban esas islas fuera neutralizada.
Por ello se puso en marcha una operación en la que Lampedusa ya había sido objeto de un intenso bombardeo.
En el aire, las cosas iban de mal en peor. Y las opciones eran pocas: o se estrellaban en el mar o aterrizaban en la isla sabiendo que serían tomados como prisioneros de guerra.
Resignados, decidieron arriesgarse a aterrizar.
En entrevistas que luego le dio a la prensa, el sargento Cohen describió lo sucedido.
"Cuando bajamos en un campo de aterrizaje, una multitud de italianos salió a nuestro encuentro.
Levantamos nuestras manos para rendirnos, pero luego vimos que todos estaban agitando sábanas blancas y gritando: ’¡No, no! Nosotros nos rendimos’…
¡Toda la isla se estaba entregando a nosotros!".
"Me desconcerté un poco pero saqué el valor para pedir que me llevaran a ver al comandante".
Todavía muy sorprendido, Sydney Cohen le contó a la BBC lo que ocurrió a continuación:
"El comandante estaba refugiado en una sala a unos 20 metros de profundidad en roca sólida. Con la ayuda de un intérprete muy excitable, entendí que querían que despegara lo más rápido posible a informarle a las autoridades de su oferta de rendición".
Durante los bombardeos, las tropas en Lampedusa habían decidido que querían rendirse a los aliados tan pronto como fuera posible.
"Ellos no podían enviar una señal pues su conexión inalámbrica había sido bombardeada. Pedí una autorización escrita de rendición para llevar conmigo y todo lo que obtuve fue su nombre en un pedazo de papel diciendo no sé qué".
El comandante le entregó también el comando de la isla al sargento Cohen.
"Solicité transporte para llevarme de vuelta al avión, pero no hubo voluntarios ya que las incursiones de los aliados estaban en pleno apogeo. Aparentemente esperaban otra en unos 15 minutos y preferían permanecer bajo techo".
Los italianos todavía tenían combustible, y le dieron a Cohen suficiente para su avión. Aun así, despegar de Lampedusa resultó ser casi tan dramático como haber aterrizado allí.
"De alguna manera volvimos a donde estaba el avión y cuando estaba por prenderlo, 4 de nuestros aviones de combate nos empezaron a disparar con todo lo que tenían.
"Nos tuvimos que tirar al suelo y milagrosamente quedamos ilesos. Nos levantamos y otra vez al piso. Sucedió 4 veces.
"Por fin, pusimos el motor en marcha y aceleramos, dándole todo lo que tenía. Despegamos en 20 yardas y nos dirigimos rumbo a la tierra más cercana.
"Tras lo que pareció toda una era, divisé la costa y le avisé a la tripulación. Mi artillero gritó ’¡Se ve tan maravillosa!’… Y tenía razón".
Cuando el aliviado Cohen y su tripulación regresaron a su base en Malta, entregaron el trozo de papel con el aviso de rendición a sus superiores.
En esa época, la moral británica estaba en su punto más bajo, temiéndose una invasión nazi a diario.
Cuando la noticia salió a la luz, diarios británicos y extranjeros la publicaron en primera plana, apodando al piloto británico como "el rey de Lampedusa".
El periódico inglés News Chronicle, por ejemplo, llevaba el titular "Un sastre de Londres es ahora el rey de Lampedusa".
Al día siguiente, sin tener conocimiento de lo que había sucedido en Lampedusa, el destructor HMS Lookout, que llevaba una compañía de Coldstream Guards, se acercó a la isla. Al ver que había banderas blancas visibles en la isla, fueron a ver qué estaba pasando.
El Gobernador de Lampedusa se rindió formalmente ante una delegación combinada del Ejército y la Armada en la última hora de la mañana del 13 de junio.
El 9 de julio los Aliados invadieron Sicilia, un desastre más de los que sufrió Italia en 1943: en febrero el Ejército Rojo había destruido por completo el ejército italiano en Rusia; mayo vio el colapso del Eje en el norte de África y el 16 de julio quedó claro que la ofensiva alemana de verano en la URSS había fracasado.
El 25 de julio, el Gran Consejo del Fascismo aprobó una moción de desconfianza contra Mussolini y ese mismo día el rey lo despidió como jefe de gobierno.
El sargento Cohen siguió con la RAF hasta el fin de la guerra.
El 26 de agosto de 1946, cuando iba camino a casa para ser desmovilizado, su avión desapareció en el estrecho de Dover sin dejar rastro.
Ahora puedes recibir notificaciones de BBC News Mundo. Descarga la nueva versión de nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.