Cuando la periodista Elizabeth Ohene enterró a su madre a las tres semanas de fallecida, su comunidad quedó horrorizada. Lo normal en Ghana es demorarse por lo menos entre tres y seis meses. ¿Por qué? ¿De dónde viene esta extraña costumbre? Esta es la reflexión de Ohene.
La semana pasada apareció en las noticias una de esas historias de funerales que son típicas en nuestro país.
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El cuerpo de un jefe de una comunidad que había muerto hace seis años todavía estaba en la morgue porque la familia no lograba ponerse de acuerdo en quién debía ser el "principal doliente" o deudo más cercano.
Como siempre me ocurre, estaba indignada.
Pero la historia no atrajo mucha atención porque estamos acostumbrados a dejar cuerpos en la morgue por largos períodos hasta que se resuelven las disputas que surgen después de cada muerte.
Nuestros elaborados y costosos funerales, y nuestros féretros de excéntricos diseños fueron bien documentados.
A pesar de mi interés por tratar de entender cómo los funerales se volvieron tan importantes en nuestra sociedad, hay cosas que todavía no puedo entender después de todos estos años.
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Esto me hace seguir buscando explicaciones.
La "familia"
Tomemos, por ejemplo, el papel de la "familia" en los funerales.
Según nuestras costumbres y tradiciones, ratificadas por los tribunales, cuando una persona muere, el cuerpo le pertenece a la familia.
Una pensaría que sabe qué es la familia y quiénes son sus miembros. Sin embargo, una vez que se produce una muerte, la definición de familia cambia por completo.
La esposa y los hijos ya no califican como familia cuando hay una muerte.
Es solo la familia, en referencia a la familia extendida en la que naciste, la que decide quién será el principal doliente y todos los demás títulos que se adjudican cuando se muere una persona.
Esta "familia" y su doliente principal puede no haber visto o hablado con el muerto en 30 años, pero se considera que sabe más del difunto que la esposa o los hijos.
Luego están los encuentros interminables que están presididos por esta "familia", en donde se puede ignorar a la esposa y a los hijos.
Después lleva semanas escribir un obituarioen el que hay que poner a los dolientes en una lista en el orden adecuado.
Casa nueva para el difunto
La elección del deudo más cercano es muy importante porque él (siempre es un hombre, nunca una mujer) no solo está a cargo del funeral, sino que también tiene la última palabra sobre quién sucederá al fallecido.
Mientras tanto el cuerpo debe ser almacenado en una nevera, ya que se espera que surjan disputas en torno a cuándo y dónde debe enterrarse el muerto.
Por eso, no es de extrañar que a menudo acabemos en la corte con órdenes judiciales que impiden que alguien mueva los cadáveres.
A veces las demoras no tienen nada que ver con las disputas.
Nosotros nos tomamos muy enserio la idea de darle al difunto un entierro como se merece.
Decoramos la casa en la que el muerto vivió y murió, y a veces construimos una nueva para montar un funeral espectacular.
Eso toma tiempo.
Hace poco fui al funeral de Nana Akenten Apiah-Menka, un industrial y político famoso.
El folleto de la ceremonia era una costosa publicación de 226 páginas con tributos y fotos que cubrían sus 84 años de vida.
Hacer este documento también demora.
Las consecuencias de apurarse
Antes de que las morgues —con sus neveras— se volviesen populares en este país, enterrábamos a nuestros muertos en los siguientes dos o tres días y luego fijábamos una fecha para los rituales funerarios finales.
Ahora, el tiempo promedio que un cuerpo permanece en la morgue antes de ser enterrado ronda entre los tres y seis meses.
Un lapso de entre 10 meses y un año tampoco es raro.
Cuando tratas de enterrar a alguien en un período que se considera "muy rápido", despertarás la indignación de la gente.
Lo sé por experiencia.
Mi mamá murió a los 90 años y la enterramos a las tres semanas. En nuestro pueblo lo consideraron un sacrilegio y una falta de respeto a nuestra madre.
Yo culpo a la refrigeración de esta locura en nuestro país con los funerales.
Sin neveras, no podríamos mantener a los cuerpos por períodos de tiempo tal absurdos como lo hacemos ahora.
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