La imagen de un despeinado y desencajado Lionel Messi entrando directamente al vestuario luego de que Argentina fuera derrotada por 3-0 por Croacia la noche del jueves en Nizhny Novgorod ya es una de las más emblemáticas de la Copa Mundial 2018.
En dos partidos, el cinco veces mejor jugador del año no pudo anotar ni un solo gol ni asistencia. De hecho, falló un penal en el partido inaugural contra Islandia.
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El equipo sudamericano podría no pasar la fase de grupos por primera vez desde el torneo de Corea y Japón 2002.
También sería la primera vez que Messi no alcance la segunda ronda desde que interviene en Mundiales.
A los 31 años, Messi tiene, en teoría, cuerda para al menos una Copa del Mundo más.
Sin embargo. para muchos expertos Rusia 2018 puede ser su última oportunidad de ganar un título importante con Argentina.
El único galardón del capitán argentino con la albiceleste hasta ahora es la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008.
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Tampoco ha sido una gran temporada para él en el Barcelona: a pesar de ganar un doblete (La Liga y Copa del Rey).
En la Champions League fueron eliminados en cuartos de final por tercera temporada consecutiva mientras observan a los archirrivales del Real Madrid dominar el continente.
Hay varios factores que podrían explicar por qué Messi mantiene este rendimiento mediocre y sufre en el Mundial.
Los enumeramos a continuación:
1) Está físicamente agotado
En la temporada europea 2017/18, Messi jugó 54 partidos, su mayor número desde la temporada 2014/15 y uno de los más altos en los últimos cinco años.
Según el sitio de estadísticas Transfermarkt, jugó 4.468 minutos y pasó un promedio de 82,7 minutos en el campo por partido.
Terminó la temporada con 45 goles y 18 asistencias para el Barcelona
2) Hay una lesión molesta
En abril de 2018, el diario argentino Clarín citó fuentes del equipo nacional para decir que Messi estaba luchando con una lesión en el muslo en su pierna derecha que estaba afectando su capacidad para acelerar y cambiar de ritmo.
Los problemas se hicieron públicos después de que el argentino se retirara de importantes amistosos del equipo nacional contra Italia y España.
En este último solo pudo ver a sus compañeros perder 6-1 ante los españoles.
3) Argentina podría no ser tan buena en estos días
Argentina tuvo una campaña terrible en las eliminatorias sudamericanas para Rusia 2018 y aseguró un lugar en el Mundial gracias a una combinación de resultados.
Messi fue el máximo anotador de Argentina en la competencia, con siete goles, pero eso no evitó que los fanáticos y los medios criticaran las actuaciones del equipo.
Por ello la relación de los futbolistas de la selección con la prensa está rota.
Aunque llegaron a la final de la última Copa del Mundo, perdiendo ante Alemania por un solo gol en el tiempo extra, la última gran victoria de Argentina en la competencia tuvo lugar en 1986. Era el equipo que lideraba Diego Maradona.
Desde la Copa América de 1993 no han ganado un trofeo relevante.
Los títulos olímpicos consecutivos de 2004 y 2008 no mitigaron el hambre de grandes triunfos del pueblo futbolero argentino.
4) Ronaldo en la cabeza
Messi no solo tiene que lidiar con sus problemas sino con la sensacional actuación del hombre que es considerado su mayor rival; Cristiano Ronaldo.
La comparación entre ambos, para bien o para mal, durará una década más o menos.
Cristiano Ronaldo brillo en su debut en Rusia anotando un triplete contra España en el juego inaugural. El último gol fue un tiro libre que será recordado por años.
Continuó con el solitario gol que le dio la victoria a Portugal contra Marruecos. Un cabezazo que parecía un balazo.
Parece imparable hasta ahora, en un torneo donde el único momento memorable de Messi fue la falla de su penal frente a Islandia.
Hace dos años, Ronaldo hizo lo que Messi no pudo hacer: llevó a su equipo a la gloria internacional, en la Eurocopa 2016.
Ronaldo estuvo deslumbrante durante todo el partido, pero en la final se lesionó en el minuto 22.
Desde ese momento paso a ser una especie de jugador-entrenador, parado al borde de la cancha y dirigiendo al equipo con el director técnico reducido a una sombra que gruñía detrás.
Messi corre el riesgo de convertirse en un espectador también, pero sin una lesión que le sirva de excusa.