En medio de una de las peores crisis financieras en décadas, Malasia dijo no al Fondo Monetario Internacional.
El país asiático optó en cambio por seguir "el principio Sinatra y hacer las cosas a su manera", en palabras del entonces primer ministro y actual primer ministro electo, Mahathir Mohamad.
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En 1997, el Sudeste Asiático se enfrentó a la tormenta económica perfecta. El 2 de julio, la cotización de la moneda tailandesa, el baht, se hundió un 20% después de haber abandonado la paridad con el dólar.
Las divisas de Corea del Sur, Indonesia, Malasia y Filipinas, entre otros países de la región, la siguieron en una reacción en cadena que hizo que los mercados entraran en pánico.
La tormenta perfecta financiera
La crisis subsiguiente tuvo importantes consecuencias políticas y sociales -como los disturbios que llevaron a la dimisión del presidente Suharto de Indonesia tras 30 años en el poder- e hizo que el PIB de los países de la Asociación de Asia-Pacífico (ASEAN) se contrajera en más de US$220.000 millones.
Para finales de 1998, el Fondo Monetario Internacional había aprobado rescates en la región por valor de US$117.000 millones.
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Una financiación sujeta a estrictas condiciones: drásticos recortes en el gasto público, aumento de las tasas de interés y reducción del déficit público.
A diferencia de sus vecinos, Malasia decidió no recurrir a la ayuda financiera del FMI y, por tanto, evitar la aplicación de las recetas económicas que la acompañaban.
La caída de la economía malaya
"Una de las razones por la que Malasia rechazó la asistencia del FMI fue porque no estaba de acuerdo con sus políticas. Pese a que el país siempre fue una economía bastante abierta y orientada al mercado, se equilibraba con una participación considerable del Estado en la economía", escribieron los profesores Ross P. Buckley y Sarala M. Fitzgerald en su artículo Una evaluación de la respuesta de Malasia al FMI durante la crisis económica asiática, publicado por la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Australia.
A pesar de haber crecido a un ritmo del 8% o más durante varios años, 12 meses después del inicio de la crisis, en 1998, la economía malaya se contraía a un ritmo similar.
La inversión privada y el consumo cayó hasta un 25% y el valor de la moneda, el ringgit, se desplomó un 35% a finales de 1997 respecto a un año antes. La bolsa de Kuala Lumpur, la capital del país, cayó un 50%.
Contra Occidente
Mahathir responsabilizó entonces a Occidente de las causas de la crisis y señaló al magnate estadounidense de origen húngaro George Soros como principal beneficiario de los movimientos especulativos de capital que hicieron temblar las monedas asiáticas.
Soros se defendió de aquellas acusaciones y aseguró que Mahathir -quien hoy tiene 92 años y en breve volverá al poder y se convertirá en el mandatario más anciano del mundo- representaba un "peligro para su propio país".
Pero, ¿en qué consistieron las medidas económicas que tomó Malasia en paralelo al FMI y a la ortodoxia liberal?
En algunos aspectos adoptó soluciones similares a las del resto de países asiáticos.
Por ejemplo, Malasia aumentó las tasas de interés de forma abrupta en un intento por convencer a los inversores internacionales y locales de mantener la divisa malaya para tratar de evitar el riesgo de caer en una espiral de devaluaciones y de inflación.
La receta de Malasia frente al FMI
En otras cuestiones, en cambio, Malasia llevó la contraria al FMI.
La principal ruptura tuvo lugar en septiembre de 1998, un año después del inicio de la crisis, con la introducción de controles en el mercado de divisas.
El gobierno obligó a los inversores extranjeros a mantener su dinero en Malasia durante un año y a repatriar los capitales en ringgit en el extranjero en el plazo de un mes.
Además, se impusieron duras restricciones a la cantidad de dinero que los malayos podían sacar del país.
"Estas medidas son una herejía a los ojos de los mercados financieros. Se alertó que en el futuro llevarían a una salida de los inversores del país", escribió en aquella época el corresponsal de Economía de la BBC Andrew Walker.
El desastre que no llegó
Sin embargo, poco más de un año después, en 1999, cuando esas medidas ya habían dejado de estar en vigor, el propio FMI concluyó que el margen de maniobra que permitieron los controles implementados por Malasia fue utilizado para adoptar reformas en su sector financiero y para fortalecer su sistema bancario.
En 1999, Malasia -y el resto de los países del sudeste asiático-volvía a crecer, la bolsa se había recuperado y la moneda se había estabilizado.
Desde entonces, el país se consolidó como una economía emergente en expansión y, de acuerdo al FMI, hoy se encuentra a las puertas de convertirse en un país de altos ingresos.
"La economía de Malasia continúa creciendo con solidez, a un ritmo superior al anticipado de un 5,8% en 2017 y un crecimiento proyectado del 5,3 para 2018", asegura un informe del FMI de marzo de 2018.
Pero la evolución positiva de Malasia no es excepcional entre los países de la región.
¿De quién fue el éxito?
También aquellos que solicitaron los rescates del FMI y aplicaron sus condiciones salieron de la crisis en un plazo similar y volvieron a crecer.
Por tanto, ¿hasta qué punto fue un éxito la política malaya? ¿O realmente funcionó mejor que las recetas del FMI?
Se ha argumentado que a Malasia le pudo haber ido incluso mejor con la asistencia del FMI porque, a diferencia de otros países, tenía la voluntad política para llevar a cabo reformas significativas y contaba con una regulación empresarial y un marco legal sólidos.
Buckley y Fitzgerald discrepan de ese argumento.
"Las políticas económicas de Malasia durante la crisis asiática produjeron resultados ligeramente mejores y, ciertamente, no peores que los de los de los países bajo los programas del FMI", afirman en su artículo.
"Los pobres en Malasia están significativamente mejor hoy de lo que hubieran estado bajo las políticas del FMI (…) El rechazo de Malasia a implementar las políticas del FMI le permitió mantener el control sobre su destino económico. Esto fue preferible porque Malasia actuó en función de sus propios intereses. A diferencia del FMI, su gobierno no era responsable de proteger el conjunto del sistema financiero internacional", apuntan los expertos australianos.
La "apostasía económica" de malaya
En su momento, el gobierno malayo aseguró que las ideas del premio Nobel de Economía Paul Krugman -firme defensor de los controles de capital- habían influido en sus políticas.
Tras la crisis, Krugman cuestionó la forma en que se tomaron esas medidas, en un momento en que el pánico en los mercados ya estaba disminuyendo.
Crítico con el gobierno malayo de la época, el profesor estadounidense reconoció que, más allá del éxito obtenido, la experiencia malaya sirvió para desmontar algunas "dogmas de fe" económicos.
"Cuando los controles entraron en vigor, muchos analistas occidentales predijeron el desastre: un colapso de la economía, hiperinflación, mercados en negro. No sucedió", escribió en 1999 en un artículo publicado en la revista Slate.
"El hecho objetivo es que se piense lo que se piense de Mahathir, Malasia se salió con la suya con su apostasía económica. Se puede cuestionar si la apostasía era necesaria pero no decir que fue un desastre", aseguró.
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