Los hermanos Menendez, cuyo brutal asesinato de sus padres estremeció a Estados Unidos, se reencontraron tras las rejas dos décadas después de ser condenados del crimen.
Cuando tenían 18 y 21 años, los hermanos Erik y Lyle Menendez dispararon a quemarropa y mataron a sus adinerados padres en 1989.
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La escena del asesinato fue la mansión de las víctimas, José y Kitty Menendez, en Beverly Hills, California.
El padre, un ejecutivo de Hollywood de 45 años, recibió seis disparos con una escopeta que sus hijos habían comprado días antes del ataque; y la madre, 10 balazos.
El crimen conmocionó a los estadounidenses y los juicios a los que fueron sometidos los hermanos entre 1993 y 1995 cautivaron la atención de todo el país.
Ambos fueron condenados a cadena perpetua y, como cómplices en el crimen, las autoridades los separaron en 1996 por el supuesto riesgo de que al estar juntos planearan escaparse.
Desde entonces no volvieron a verse ni a hablar por teléfono.
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¿Avaricia o venganza?
Luego del crimen, los hijos le dijeron a la policía que habían encontrado a sus padres asesinados en la casa.
Lo que permitió arrestarlos fue cuando la novia de un psicólogo que había estado tratando a Erik Menéndez avisó a la policía que el joven había amenazado al terapeuta.
Las sesiones grabadas con el psicólogo, en las que se discutieron los asesinatos, fueron posteriormente declaradas admisibles como pruebas en la corte.
Durante sus juicios, hubo dos explicaciones opuestas del motivo del crimen.
Los fiscales argumentaron que los jóvenes habían matado a sus exitosos padres para heredar su patrimonio multimillonario.
Pero los abogados defensores de los hermanos afirmaron que el asesinato había sido una venganza por el abuso sexual al que supuestamente los sometía el padre.
Pero este argumento nunca se demostró en los tribunales.
Ajedrez por correspondencia
Durante estos 22 años en prisión, los hermanos se escribían cartas y jugaban ajedrez enviando sus movimientos por ese medio, según Robert Rand, periodista que ha cubierto el caso desde 1989 y fue asesor de un programa de televisión de 2017 sobre los Menendez.
En febrero de 2018, las restricciones de seguridad de Lyle Menéndez, ahora de 50 años, disminuyeron y fue trasladado de la prisión estatal de Mule Creek, en el norte de California, a la instalación correccional RJ Donovan de San Diego, donde está su hermano Erik, de 47 años.
Este penal permite a reclusos interactuar entre ellos, según un blog del Departamento Penitenciario de California, y ambos finalmente pudieron reencontrarse el miércoles.
El sitio digital señala que la cárcel misma no confirmó que se hubieran visto, pero que la esposa de Erik, Tammi Menendez, confirmó que la "sentida reunión" ya había ocurrido.
Según el periodista Robert Rand, ambos se pusieron "a llorar inmediatamente" al reunirse.
En una entrevista en 2017 con la cadena estadounidense ABC News, Lyle Menéndez había dicho que el vínculo con su hermano era "realmente fuerte".
También habló sobre su madre, Kitty, al programa Today de NBC en septiembre.
"Amo a mi madre, y aún lloro por ella, y no la perdono", aseguró al canal estadounidense.
"Su vida terminó y nuestras vidas esencialmente terminaron debido a esta fatídica decisión (el crimen)", lamentó. Ella tuvo que tomar una serie de decisiones para no contar lo que estaba sucediendo (supuesto abuso sexual). ¿Qué tipo de madre deja que eso ocurra?",