Miles de pilotos estadounidenses llevan armas dentro de la cabina del avión. ¿Por qué lo hacen y cómo se entrenan?
Cada año, cientos de pilotos estadounidenses viajan a Artesia, en Nuevo México para aprender algo nuevo.
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El entrenamiento toma unas 56 horas, distribuidas en cinco días. En cada clase hay 48 personas.
Son pilotos normales que trabajan para aerolíneas comunes y corrientes como Delta, United Airlines o Southwest.
No aprenden sobre nuevas aeronaves o normativas, aprenden a disparar a secuestradores.
Programa desconocido
Hace 17 años, en un lapso de 74 minutos, cuatro aviones estadounidenses fueron secuestrados.
La fecha fue el 11 de septiembre de 2001.
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Un año después, EE.UU. aprobó una ley que le permite a los pilotos que trabajan para las aerolíneas nacionales portar armas en la cabina del avión.
La primera camada de estos pilotos entrenados se graduó en abril de 2003.
Desde ese entonces, las clases siguen en marcha.
No obstante, no muchos conocen la existencia de este programa.
El mes pasado, cuando el presidente estadounidense Donald Trump habló sobre la posibilidad de que los maestros portaran armas, dijo que "muchos no entendían" que algunos pilotos estaban armados.
¿Pero cuán posible es que un piloto ponga en práctica estos nuevos conocimientos?
Voluntario y secreto
El gobierno estadounidense no reveló cuántos pilotos están armados. Solo dice que "miles" fueron entrenados.
Sus nombres se mantienen en secreto.
La BBC conversó con un piloto estadounidense que estima que uno de cada 10 de los 125.000 pilotos comerciales del país está armado. "Quizás menos", dice.
El programa es voluntario. El entrenamiento, así como el arma, son gratuitos, pero a los pilotos no se les paga más por haber completado el curso.
La mayoría de la gente usa sus vacaciones para viajar a Artesia.
"Conocía a cientos de ellos", dice Eric Sarandrea, vicedirector del Federal Air Marshal Service (FAMS, por sus siglas en inglés), que está a cargo del programa.
"Lo primero que les decimos es ’gracias’".
Sarandrea —quien se encontraba trabajando frente al World Trade Center el 9/11— dice que las mayoría de los pilotos entrenados son como él: exmilitares.
"Son patriotas", dice. "Están preocupados por la seguridad y la seguridad de sus pasajeros. Se lo toman muy a pecho".
Solo las gracias
El entrenamiento empieza en la clase y luego continúa en el campo de tiro.
Los alumnos aprenden a disparar sentados o parados, y se preparan en caso de que los secuestradores les quieran robar su arma.
Aprenden también a no dejar la cabina.
"Quieren que la puerta se mantenga cerrada y llevar al avión a tierra", explica Sarandrea. Y también aprenden cómo se deben guardar las armas.
Dentro de la cabina, los pilotos llevan las armas en una pistolera a la cadera. Fuera, deben ser llevadas en cajas cerradas con llave.
"Su autoridad rige dentro de la cubierta de vuelo", dice el vicedirector. "No pueden ir a las tiendas o al centro comercial con el arma encima".
Los pilotos armados deben seguir entrenando. Después de graduarse en Nuevo México, tienen que entrenarse cada seis meses.
Y cada cinco años, vuelven a hacer un curso de dos días para no olvidar lo aprendido.
Todo este esfuerzo, sin cobrar un centavo extra.
"No hay mucho que podamos hacer por ellos además de decirles ’gracias’", señala Sarandrea.
"Les enviamos un certificado de agradecimiento cada cinco años".
"Cuando se retiran les damos un souvenir".
Niveles de protección
Desde el 11-S ningún avión estadounidense ha sido secuestrado. Por esta razón, ningún piloto ha usado deliberadamente su arma. (En 2008, un piloto hizo un agujero en la cabina al tratar de guardar su pistola).
Sin embargo, a nivel global, desde 2001 se han producido 55 secuestros de aviones.
En EE.UU., algunos vuelos de riesgo —aquellos que van a lugares peligrosos o que llevan pasajeros que están en listas de personas bajo observación— llevan personal de vigilancia.
Estos oficiales, que tienen al menos cuatro meses de entrenamiento inicial, permanecen en la cabina.
Los pilotos armados son otra capa más de protección (y una más barata, por cierto).
En 2013, el sindicato de pilotos Alpa dijo que al gobierno le cuesta US$17 poner a un piloto armado en una avión en comparación con los US$3.000 que cuesta un oficial de vigilancia.
Sarandrea dice que ambos tienen un efecto disuasorio para los terroristas que sueñen con otro 11-S.
"Yo me mantengo en contacto con otras personas de seguridad en el mundo y creemos que hay un ciclo", explica.
"Con EIIL (Estado Islámico de Irak y el Levante) y Al Qaeda, hay una fijación con la aviación. Para mí, y esto es una opinión personal, es la cereza del pastel para los terroristas".
"Si te subes a la nave y tomas el control, serás la primera organización terrorista del mundo".
Escrutinio
Ningún otro país arma a sus pilotos, cree Sarandrea, y algunos países no aceptan pilotos armados en su territorio. La mayoría, sin embargo, sí.
¿Pero qué pasa con los pasajeros que se oponen, con aquellos que no quieren armas en la cabina de su avión? ¿Y con los pasajeros que temen que haya un piloto armado con problemas de salud mental o algo peor?
"La TSA (Agencia de Seguridad en el Transporte) es muy fuerte en cuanto a vetos perpetuos", afirma Sarandrea.
"Cualquiera que tenga acceso a la aviación o al transporte, está sometido a un escrutinio continuo. Y nosotros no solo trabajamos con los pilotos entrenados, también hablamos con las aerolíneas.
"Si una aerolínea dice ’tenemos un problema con este empleado’, ellos saben quienes son los pilotos armados, con lo cual pueden contactarnos.
"Si hay alguna preocupación, los retiramos del aire y les sacamos su equipo. Lo hacemos muy rápido, no importa en qué parte del mundo estén".
Recuerdo perdurable
Los sindicatos de pilotos apoyan el programa. El principal, Alpa, quiere que el gobierno aumente la financiación de US$20 millones a US$25 millones al año, y los cursos siempre se quedan sin cupo.
Bill Cason, piloto desde hace más de 20 años, es presidente de la Federal Flight Deck Officers Association que agrupa a los pilotos armados, aunque por las reglas del programa no puede decir si él es o no un piloto armado.
El entrenamiento es riguroso, asegura Cason, para "frenar y en última instancia frustrar otro ataque al estilo 11-S contra los aviones de pasajeros y los que llevan cargo".
Y ese lapso de 74 minutos, un día de septiembre hace 17 años, no será olvidado pronto.
"Es algo que todavía permanece en la memoria de los pilotos", dice Sarandrea. "Piensan ’algún día me puede pasar’. Y uno nunca sabe".
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