Como todas las mañanas, suena la alarma del móvil o del despertador y la apagas pensando: "10 minutos más". Pero lo que seguramente no sabes es que no van a ser 10, sino nueve.
¿Pero por qué nueve minutos? Para conocer la respuesta tenemos que retroceder a cuando se inventó el botón de snooze, el que permite posponer la alarma, allá por los años 50 del siglo pasado.
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Cuando se inventó dicho botón, los engranajes de los relojes ya habían sido estandarizados en ciclos de 10 minutos.
Pero para poder añadir un engranaje para esta nueva función sin que el resto perdiera sincronía, los especialistas determinaron que el ciclo del snooze debía ser mayor o menor de 10 minutos, pero no de 10.
Al final, los fabricantes decidieron que nueve era el tiempo indicado.
Aunque no está demasiado claro por qué los especialistas se decidieron por nueve minutos, hay expertos que argumentan que a los 10 minutos se entra a la etapa más profunda de sueño, por lo que habrían menos probabilidades de despertar si se posponiera más la alarma.
Otra de las hipótesis es que los diez minutos suponen una barrera psicológica. Era más fácil vender un intervalo breve, ya que así los dueños de los despertadores podían engañarse a ellos mismos con la idea de que esta nueva funcionalidad no influiría en su puntualidad mañanera.
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Como normalmente los usuarios solían tardar un tiempo en reaccionar y apretar el botón desde que sonaba la alarma, los ingenieros que lo crearon creyeron que nunca se darían cuenta de la diferencia de segundos.
Con los relojes digitales también resultó más sencillo posponer la alarma nueve minutos en lugar de 10, porque el cálculo se podía hacer con un sólo dígito.
Después, cuando llegaron los smartphone, los ingenieros que comenzaron desarrollar la aplicación del snooze en estos pensaron que el de los nueve minutos era el estándar, y así lo dejaron, si bien en la mayoría se puede modificar.
Poco recomendable
El gesto de posponer la alarma es habitual para la mayoría de las personas. Pero, según los expertos, el botón de snooze, ideado para dilatar un poco más el despertar, no permite un descanso extra, sino todo lo contrario.
Al pulsar el botón de snoozelo que estamos haciendo es reajustar el ciclo del sueño en el cerebro una y otra vez, llevándolo a la confusión y alterando lo que se conoce como la inercia del sueño.
Eso lleva a un círculo vicioso y para cuando suena la segunda o tercera alarma, en lugar de haber disminuido la sensación de cansancio ésta ha aumentado.
Por eso, los expertos concuerdan en es más conveniente poner el despertador a la hora en la que realmente deben levantarse y dormir esos minutos que se pierden entre una alarma y la otra.
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