Isambard Kingdom Brunel no dejó que nada se interpusiera en su camino y creó revolucionarios túneles bajo ríos, líneas ferroviarias, estaciones, puentes, viaductos y muelles.
Sus tres barcos, el Great Western, el Great Britain y el Great Eastern fueron los más grandes, más rápidos y más avanzados buques jamás vistos.
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También construyó el puente colgante de Clifton, que une el barrio del mismo nombre de Bristol con Leigh Woods y tienen estatus de monumento en Reino Unido.
Y creó el Gran Ferrocarril de Occidente, que unía Londres con el suroeste y el oeste de Inglaterra y la mayor parte de Gales.
Pero aun así, Brunel (Portsmouth, Inglaterra, 9 de abril de 1806-Londres, Inglaterra, 15 de septiembre de 1859) fue un hombre lleno de inseguridades, particularmente en relación con su diminuta estatura.
Rhian Tritton, la directora del museo dedicado al famoso ingeniero, ubicado en Bristol, el sur de Inglaterra, selecciona algunos de los objetos que le pertenecieron y que se incluyen en la nueva exposición Being Brunel (Siendo Brunel) para hablarnos de su vida.
La conexión francesa
Su expediente escolar de 1821 muestra que era un niño precozmente talentoso, de quien los profesores de la Institución Massin, una escuela secundaria privada parisina del siglo XIX, esperaban grandes cosas.
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Tras la imagen de joven promesa de Brunel estaba la voluntad de acero de su padre, Marc Brunel, un ingeniero de origen francés que estaba decidido a que su único hijo siguiera sus pasos.
"Creo que es razonable decir que sin Marc Brunel no existiría el Isambard Kingdom Brunel que conocemos hoy", dice Tritton.
Le enseñó a dibujar siendo muy niño y a los 14 años lo envió a estudiar a Francia, para que recibiera la formación técnica que no estaba disponible en aquel entonces en Reino Unido.
Según los comentarios que sus maestros incluyeron en el expediente escolar, el comportamiento de Brunel era "irreprochable" y destacaba con el alemán, las matemáticas y el dibujo.
"Me descubro tratando de aparentar que soy alto"
En 1822, a los 16 años, Brunel regresó a Inglaterra a trabajar como ingeniero con su padre.
Y persiguió desesperadamente la reafirmación a través del trabajo. Anhelaba la aprobación del público, más que la fama.
Sus diarios recogen cuánto le preocupaba su estatura.
Con apenas 1,52 metros, usaba un característico sombrero de copa de 20 centímetros para aparentar ser más imponente.
En una de las páginas, escribió: "Cuando paso junto a un desconocido que quizá ni siquiera me mira me descubro tratando de parecer más alto sobre mi pequeño pony".
"Se reprobaba a sí mismo por preocuparse tanto por lo que los demás pensaban de él", dice Tritton, quien dice de Brunel que tenía el "síndrome de hombre bajito" o complejo de Napoleón.
Aunque no esté incluido en el "Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales" (DSM) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, se le describe como un tipo de complejo de inferioridad relacionado con la baja estatura.
El término se utiliza ampliamente para describir a personas que tratan de compensar algo que consideran una desventaja reforzando otros aspectos de su vida.
Así, cuando ganó fama y fortuna, Brunel aprendió a enmascarar sus inseguridades.
"Luce confiado, posando frente a las cadenas del Great Eastern en la famosa foto. Pero sabemos por sus diarios que era alguien absolutamente atormentado por las inseguridades", asegura Tritton.
"Sin embargo, también entendió que para lograr el éxito debía proyectar una imagen concreta".
Un hombre de su tiempo
Brunel solía sincronizar su reloj de bolsillo con este de pared, que nunca antes fue mostrado en público.
"El impacto que Brunel tuvo sobre el tiempo fue muy importante", dice la directora del museo de Bristol dedicado al ingeniero.
Y se explica: "Antes de que el Gran Ferrocarril de Occidente uniera Bristol y la capital británica no había muchas razones para que un reloj del suroeste (de Inglaterra) tuviera que marcar la misma hora que uno de Londres.
"Así que Bristol tenía su propia franja horaria, 10 minutos por detrás de la de la capital.
"Y fue la construcción del ferrocarril y la necesidad de estandarizar los horarios de los trenes lo que llevó a unificar la hora media de Greenwich (GMT, por sus siglas en inglés) en todo el país".
Pero aunque Brunel fue revolucionario en muchos aspectos, tuvo que depender de herramientas tradicionales.
El ingeniero usó de instrumentos para dibujo, cubiertos de salpicaduras de tinta y marcas de tiza, para diseñar algunos de sus proyectos más famosos, desde el puente colgante de Clifton al Gran Ferrocarril Occidental, pasando por la estación de Paddington en Londres.
"Fueron absolutamente cruciales para esos trabajos. Todo debía ser hecho a mano y para Brunel era muy importante tener los instrumentos más precisos posibles", explica Tritton.
Este tipo de herramientas seguirían usándose en los talleres de diseño de todo el país incluso 100 años después de la muerte de Brunel.
Así fue hasta que en la segunda mitad del siglo XX el diseño asistido por computadora (CAD, por sus siglas en inglés) revolucionó las prácticas de la arquitectura y la ingeniería.
Fumador empedernido
Brunel no sería Brunel sin su famoso cigarro.
Era adicto al trabajo —le dedicaba a ello unas 20 horas al día— y al día fumaba más de 40 cigarros.
Los solía portar en una cajetilla de cuero negro con el texto I.K.B Athenaeum Club Pall Mall grabado.
Aún se conserva y contiene un cigarro a medio fumar.
Pero cuenta sobre el personaje mucho más que de su adicción al tabaco.
A Brunel le interesaba codearse y compartir información con otros profesionales de distintos sectores, y por eso solía frecuentar el Athenaeum Club, un club privado fundado en 1824, cercano a su oficina de Londres.
Allí cortejó a la alta sociedad londinense para que apoyara financieramente sus ambiciosos proyectos.
Los cigarros de los que tanto disfrutaba formaban parte de la imagen que cuidadosamente había creado de sí mismo, cree Tritton.
"Se le reconocía al instante. El cigarro y el sombrero de copa eran como una marca", señala.
"Si los ingenieros del siglo XIX se hubieran puesto en fila, ¿quién hubiera reconocido entre ellos a (Robert) Stephenson o a (Thomas) Telford?", pregunta de forma retórica.
"Pero Brunel era inconfundible".
Hijo de su padre
Además de mostrar el proceso que llevó a cabo para realizar sus grandes trabajos, los cuadernos de bocetos de Brunel también muestran un aspecto más lúdico de él.
"Lo más sorprendente es la cantidad de formas en las que Brunel plasmó su visión en estos cuadernos", expresa la directora del museo.
"Están llenos de garabatos", señala. "Y esos instantes en los que paras lo que estás haciendo y permites a tu cerebro divagar son muy humanos".
A expresarse sobre el papel fue algo que aprendió de su padre.
Ambos intercambiaban cartas regularmente, en las que solían incluir bocetos.
"Tenían una relación muy cercana y afectuosa. Para Brunel su padre fue una de sus grandes fuentes de fortaleza", relata Tritton.
Su progenitor lo apoyó ante los altibajos de su carrera como ingeniero y cuando Brunel perdió el concurso para construir el puente colgante de Clifton en 1829, le envió una carta acompañada de varios diseños posibles para la infraestructura.
Brunel volvió a presentar sus diseños y en 1831 le adjudicaron el contrato para la construcción.
Protagonista reticente
Hacia finales de la década de 1850, el estrés de manejar sus ambiciosos proyectos empezaba a hacerle mella.
Brunel estaba bajo presión ante la expectativa de desvelar públicamente el barco Great Western. Era el de mayor tamaño construido hasta la fecha, y los inversionistas que financiaban el proyecto estaban preocupados.
En contra de su voluntad, y con el objetivo de recuperar parte del dinero de quienes lo financiaron, salieron a la venta 4.000 entradas para los interesados en presenciar el momento de la presentación.
Brunel, siendo el perfeccionista que era, no podía enfrentar la posibilidad de que algo saliera mal y que, como consecuencia, su imagen se desprestigiara en un momento tan crucial.
Prefería eventos discretos, en los que no hubiera espectadores. En su diario escribió que la venta de entradas realizada en 1857 fue una mala decisión y una idea cruel.
Para entonces, la salud de Brunel se había deteriorado. De hecho, no vivió para presenciar el regreso del Great Eastern de su viaje inaugural.
Falleció de un derrame cerebral el 15 de septiembre de 1859 a los 53 años.
Su colega Daniel Gooch escribió: "Perdí a mi mejor y más antiguo amigo… La muerte se llevó al ingeniero más brillante de Inglaterra, un hombre extremadamente creativo y con gran poder de ejecución, cuyos proyectos salían bien pese a los riesgos que asumía".
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