Las saunas de rayos infrarrojos se han puesto de moda en los últimos años y son la última tendencia "detox", en gran parte gracias a la promoción de celebridades como la actriz Jennifer Aniston, la página Goop de Gwyneth Paltrow o el doctor Mehmet Oz, del show de Oprah Winfrey.
Pero esta tecnología todavía no es muy conocida para muchos usuarios, más acostumbrados a las saunas tradicionales que utilizan madera o electricidad para caldear el ambiente.
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Las saunas de infrarrojos, sin embargo, no calientan el aire sino el cuerpo directamente, utilizando lámparas que emiten una radiación electromagnética sobre la piel.
Esta tecnología, que puede generar recelo por parecer extraña o insegura, en realidad se utiliza desde hace mucho tiempo en las camas para mantener calientes a los recién nacidos.
El calor de los rayos infrarrojos penetra en el cuerpo a un nivel más profundo que el calor del ambiente; se estima que hasta unos 3,8 cm.
Y eso hace que los usuarios puedan sudar más a una temperatura ambiental más baja que la de las saunas tradicionales y que puedan resistir más tiempo sudando.
Esa penetración más profunda del calor en el cuerpo puede alcanzar los músculos y los órganos internos.
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Sin embargo, según describió el famoso doctor Oz, en las saunas de rayos infrarrojos no sientes ese calor en los pulmones al respirar el aire como en las saunas secas tradicionales.
Alexandra Parnass, directora de la sección de belleza de la revista Haper’s Bazaar, describió a las de infrarrojos como "saunas en esteroides", porque la gente suda profusamente en menos tiempo y puede llegar a perder más peso en agua que con otros tipos.
¿Qué hacen y qué no hacen?
En general ir a la sauna es una buena manera de relajarse y de eliminar toxinas.
Además, algunos estudios sugieren que elevar la temperatura del cuerpo en estos recintos puede tener beneficios para la salud.
En 2015 una investigación llevada a cabo en Finlandia sugirió que los hombres que iban a la sauna dos o tres veces por semana tenían una probabilidad de muerte prematura menor que los que solo lo hacían una vez por semana.
Esto es, cuanto más usaban la sauna menor era el riesgo de morir de un ataque al corazón o de un derrame.
En cuanto a las de infrarrojos, los fabricantes y distribuidores las promocionan citando ventajas adicionales para la salud.
Sin embargo, no ha habido muchos estudios científicos específicos al respecto o en comparación con otros tipos de saunas.
El doctor Richard Beever, profesor de medicina familiar en la Universidad de la Columbia Británica, en Canadá, publicó en 2009 una revisión de todas las evidencias científicas existentes hasta entonces sobre el uso de este tipo de saunas para lidiar con el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Según el profesor, varios expertos coinciden en que las saunas de infrarrojos sí puede ayudar a personas con riesgos coronarios y con insuficiencia cardíaca, ayudando por ejemplo a normalizar o a bajar la presión sanguínea.
Y otra investigación sugería que el uso de estas saunas puede ayudar a lidiar con el dolor crónico, como el de la fibromialgia.
Sin embargo el investigador matizó que todos esos estudios son pequeños y hacen falta más investigaciones científicas para confirmar sus conclusiones.
Por otro lado, varios estudios confirmaban que las saunas de rayos infrarrojos no ayudan a reducir el colesterol y tampoco había evidencias sólidas de que estas saunas fueran eficaces para combatir la obesidad o el síndrome de fatiga crónica.
Estas conclusiones contrastan con las afirmaciones falsas que algunas compañías hacen sobre los supuestos beneficios de las saunas infrarrojas, como que pueden ayudar a tratar o prevenir enfermedades como el cáncer, la diabetes, úlceras, herpes, asma o enfermedades como el Alzheimer o el Parkinson.
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