El príncipe Enrique de Dinamarca, el esposo de la reina Margarita, murió este martes a los 83 años.
El año pasado, el controversial príncipe de origen francés había sido diagnosticado con demencia y hace menos de un mes había sido internado en un hospital local por una infección pulmonar.
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El comportamiento particular del príncipe le ganó el cariño de un sector del pueblo, pero también muchas críticas entre los daneses.
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Su mayor polémica la protagonizó en 2017 cuando, frustrado por tener el título real de príncipe y no de rey consorte, anunció que no quería ser enterrado al lado de su esposa.
Con ello rompía una tradición de 459 años que establecía que el rey o la reina eran enterrados junto a sus esposos/as.
La reina Margarita aceptó la decisión de su marido.
De acuerdo al relato de la casa real danesa, el príncipe murió "en paz mientras dormía" en el castillo de Fredensborg, ubicado en el norte de Copenhague, al lado de la reina y sus dos hijos, el príncipe heredero Federico y el príncipe Joaquín.
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Diplomático
Henri Marie Jean André de Laborde nació el 11 de junio de 1934 en Talence, Francia.
En 1967 se casó con la entonces princesa heredera de Dinamarca, después de que se conocieran en Londres cuando él trabajaba allí como diplomático.
La princesa se convirtió en reina en 1972 y él obtuvo el título de príncipe consorte.
En la mayoría de las monarquías, tradicionalmente una princesa se convierte en reina cuando su esposo toma el trono, pero un hombre no se convierte en rey si su esposa se convierte en reina.
Sin embargo, durante varios años, el príncipe -quien se cambió el nombre a Henrik (Enrique) por deferencia a los daneses- nunca ocultó su infelicidad al serle negado el título de rey.
Y eso hizo que muchos ciudadanos de la nación europea no les gustara su actitud, al considerarla un signo de arrogancia.
Degradado y humillado
Al príncipe Enrique no le cayó nada bien el hecho de que en 2002 el príncipe heredero Federico fuera el elegido para representar a la reina Margarita en la ceremonia de año nuevo y no él.
Enrique se marchó al sur de Francia, señalando que "tenía que reflexionar sobre su vida" y no regresó hasta tres semanas después.
En afirmaciones a un diario danés, Enrique dijo que los asuntos reales lo habían llevado hasta el "tercer puesto en la jerarquía real".
Y agregó que sentía que lo habían "aislado, degradado y humillado" y que su amor propio estaba siendo destruido.
"Por muchos años he sido el danés número dos. Y no tengo problema con eso, pero no quiero ser relegado a ser el número tres".
Mientras que el episodio se convirtió en fuente de muchas bromas, para otros fue un momento de cambio, especialmente para jóvenes daneses, quienes vieron en su actitud un quiebre con la uniformidad cultural de la sociedad danesa.
Mitad y mitad
Enrique también fue conocido por su fuerte acento francés y su amor por la comida, el vino y la poesía.
De hecho varios libros de cocina y poesía de su autoría fueron publicados.
En 2016 se jubiló de los servicios oficiales de la corona al renunciar al título de príncipe consorte.
Desde entonces, pasaba temporadas en su viñedo privado en Francia.
De acuerdo a la casa real danesa, el príncipe Enrique no deseaba un funeral de Estado, por lo que la ceremonia fúnebre será pequeña y reservada para la familia.
Siguiendo sus deseos, será incinerado y la mitad de sus cenizas serán esparcidas en el mar danés y la otra mitad en el jardín del Castillo de Fredensborg, donde falleció.
El primer ministro danés, Lars Lokke Rasmussen, dijo que el príncipe Enrique había "representado a Dinamarca de manera magnífica".
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