Gwynne Evans fue una de las dos últimas personas en ser ahorcadas en Reino Unido en 1964. Un mentiroso compulsivo condenado por asesinar a un hombre que era su amigo y quizá también su amante.
Pero según abogados penalistas que revisaron ahora la documentación rescatada por la BBC, Evans podría haber sido víctima de un gran fallo de la justicia.
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Informes médicos publicados este año por los Archivos Nacionales británicos demuestran que Evans, ahorcado cuando tenía 24 años, tenía serios problemas psicológicos.
Pero sus abogados no intentaron alegar responsabilidad atenuada por esta condición, que de haber sido aceptada, podría haberle salvado la vida.
El crimen
En la madrugada del 7 de abril de 1964, la policía acudió alertada por los ruidos a una casa en Seaton, Inglaterra.
John West, el dueño de la casa, yacía muerto sobre las escaleras y desnudo de cintura para abajo. Soltero y de 53 años, la víctima presentaba cortes en la cabeza y estaba boca abajo sobre un gran charco de sangre. Junto al cadáver había una porra casera hecha con un tubo de goma y una pieza metálica en el extremo.
En el piso de arriba, la policía encontró un impermeable doblado sobre una silla en el dormitorio de West. En el bolsillo había una medalla con la inscripción ’G O Evans’, lo que hizo vincular a Gwynne Evans con el asesinato.
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La policía descubrió que Evans era amigo del hombre asesinado. Se le había visto conduciendo el automóvil de West en el barrio, lo que evidenciaba su estrecha relación ya que al fallecido no le gustaba que otros manejaran su vehículo.
También descubrieron que, hasta hacía poco tiempo, su nombre había sido John Walby. Se lo había cambiado en su tercer intento por unirse al ejército, tras ser expulsado en dos ocasiones con su nombre original.
La policía llegó entonces a la casa de Evans, que compartía con una familia: Peter Allen, de 21 años, su mujer y sus dos hijos. Evans tenía en su bolsillo un reloj del hombre asesinado y la mujer guardaba una camisa de su marido llena de sangre.
Según las declaraciones hechas a la policía, Evans responsabilizó a Allen del crimen desde el inicio. Aseguró que él estaba con su amigo West en la casa, cuando alguien llamó a la puerta.
"Fui al recibidor y vi a Peter golpeándolo con algo parecido a una porra… Había un montón de sangre y le grité: ’¡Por el amor de Dios, detente!’", dijo.
Evans insistió en no haber golpeado a la víctima, pero sí reconoció que ambos habían sustraído entonces libretas bancarias de la casa con las que consiguieron robar 10 libras.
Allen, por su parte, describió lo sucedido durante su interrogatorio como un simple robo premeditado. Dijo que el plan era que Evans entraría primero en la casa para dejarle luego entrar a él, sin que el dueño de la casa lo supiera.
Pero West lo vio cuando salía de su habitación, por lo que Allen le propinó varios puñetazos. Después, según su versión, Evans le dio la porra que Allen utilizó para seguirle golpeando. Más tarde, cambiaría su declaración para asegurar que Evans también había agredido a West.
Cuando la policía le preguntó a Evans si aquel era su verdadero nombre, su respuesta dejó atónitos a los agentes.
"No, me lo puse cuando descubrí que había nacido en 1940 y que mis padres eran alemanes", dijo.
Nada de esto era verdad.
La autopsia demostró que, además de golpeado en la cabeza, West había sido apuñalado en el corazón. Aunque al principio ninguno de los acusados dijo nada al respecto, hubo un momento de la declaración en que Evans dijo, sin ser preguntado sobre ello:
"No sé nada sobre un cuchillo. No tengo que usar un cuchillo para matar a un hombre. Soy un experto en judo y karate. Nunca le pegué, fue Peter quien dio los golpes".
De nuevo, mentía. No era un experto en karate.
La policía encontraba la versión de Allen más creíble. Tampoco veía probable que West fuera a abrir la puerta sin pantalones.
La policía encontró el cuchillo ensangrentado a pocos metros de la casa, que habría sido lanzado por los acusados cuando escapaban del lugar del crimen.
"Personalidad anormal"
El doctor que examinó a Evans en prisión, P.J. Waddington, dijo que no había evidencia de un desorden médico y que el joven estaba "correctamente orientado". En otras palabras, "sabía dónde estaba y era consciente de los motivos de su detención y su ingreso en prisión".
En un informe posterior, el médico destacó que Evans había experimentado problemas psicológicos desde joven. De niño, había sido tratado en una clínica de orientación infantil porque era "poco confiable, carecía de sentido moral, era mentiroso y tenía tendencia a robar".
También confirmaba que el joven confundía la verdad con la fantasía. "Evans cree que nació en Innsbruck y sus razones para hacerlo son bastante absurdas…", escribió.
Dijo que estaba casado con una chica alemana y que tenía dos hijos, lo que también era absolutamente inventado.
Evans también decía que había trabajado para una empresa de seguridad durante un año y que era experto en judo. Pero lo cierto es que solo había trabajado allí durante una semana, y que tuvo que irse tan pronto como se revisaron sus referencias laborales.
Mentía constantemente. El médico las calificó como "mentiras de prestigio" para mejorar su posición e imagen.
Años antes, Evans se había alistado en el ejército hasta en cuatro ocasiones, que acababan siempre con una revisión médica y su expulsión.
"Es un fracaso. No puede hacer amigos porque se siente superior y cuenta historias inventadas todo el tiempo", dijo uno de sus comandantes.
El médico que lo examinó en prisión reconoció la "personalidad anormal y psicópata, usando este término en el sentido más amplio".
Pero no creía que esto equivaliera a una "anormalidad mental" que pudiera influir sustancialmente en su responsabilidad por sus actos y omisiones, tal y como se define la responsabilidad atenuada en virtud de la Ley de Homicidios de 1957.
Incluso los propios abogados de Evan pidieron un diagnóstico a G.F. Duggan Keen, un reputado psiquiatra, quien destacó el hecho de que Evans hubiera tenido 32 trabajos desde los 15 años de los que era despedido a las pocas semanas por sus problemas para establecer relaciones y el exceso de bebida.
Su conclusión tras examinarlo fue también rotunda. "No tengo ninguna duda de que este hombre tiene una personalidad psicópata".
Pero no pudo identificar una condición o enfermedad como tal. Dijo que Evans no era "subnormal", ni esquizofrénico, ni epiléptico. También concluyó que la responsabilidad mental de Evans no estaba "sustancialmente alterada".
Lo llamativo es que ninguno de los dos médicos explicaba en sus informes por qué llegaron a esa conclusión sobre la personalidad de Evans.
"Si ahora aconsejo como experto a un tribunal o un jurado sobre por qué no apoyo la [responsabilidad] atenuada, tendría que explicar muy claramente por qué llegué a esa opinión", dice Tim McInerney, un psiquiatra forense en el hospital Bethlem Royal de Londres que en la actualidad proporciona evaluaciones médicas en casos de asesinato.
Los informes psiquiátricos de Evans que se conservan son superficiales y de pocas páginas. Aunque McInerny dice que ese era el estilo en aquella época, otros expertos consultados en la actualidad reconocen que esa brevedad podría ser causa de preocupación.
"Para aquellos informes en los que se confía sin que se les someta a más pruebas, sin que se les formulen nuevas preguntas, sin la opinión de expertos adicionales… en lo que a mí respecta, es bastante sorprendente. Y diría que es bastante sorprendente no solo en la actualidad, sino también para aquella época", dijo John Cooper QC, un experimentado abogado y profesor de derecho.
Pero lo cierto es que, acertados o no, estos dictámenes psiquiátricos jugarían un papel vital para que se impusiera la condena de Evans y su posterior ejecución.
Juicio y condena
El juicio a ambos comenzó en Manchester en 1964. El fiscal esperaba que la defensa alegara responsabilidad atenuada, aunque sin ninguna explicación, a última hora se decidió no optar por esta vía.
Ambos acusados responsabilizaron al otro del asesinato. Las pruebas contra Allen eran mayores, ya que admitió haber golpeado a West y su ropa estaba empapada en sangre. Evans, sin embargo, no tenía restos de sangre.
Evans insistió en que West era su amigo y que nunca habría hecho nada para hacerle daño. "Era como un padre para mí", dijo.
Sin embargo, tanto él como Allen admitieron que planeaban robarle.
El abogado de Allen sugirió que Evans había tenido relaciones sexuales con West justo antes del asesinato. Evans lo negó rotundamente, pero pruebas médicas confirmaron este hecho.
Por aquel entonces la homosexualidad era ilegal, por lo que la opinión del jurado sobre Evans se vio probablemente afectada de manera negativa.
El fiscal argumentó que los dos actuaban de manera coordinada y que no importaba quien había asestado el golpe mortal a la víctima.
Sin mucha deliberación, el jurado los condenó a la pena capital por robo y asesinato.
Analizándolo a día de hoy, este veredicto no parece causar sorpresa.
"Sin la petición de responsabilidad atenuada, tal y como leo en estos papeles, el veredicto de ’culpable’ era cualquier cosa menos inevitable", dice el abogado John Cooper QC.
Cuando recurrieron la sentencia, una vez más, los abogados de Evans decidieron no argumentar que su cliente no era completamente responsable de sus actos.
Sin indulto
La última opción para Evans era pedir un indulto.
Su abogado escribió al Ministerio de Interior británico asegurando que tres médicos habían coincidido al señalar que su cliente tenía discapacidad mental.
Se refirió a una declaración -no presentada en el juicio- del padre de una chica con la que Evans había salido en el pasado y con el que habría terminado la relación por su excesiva inmadurez.
"Era absolutamente infantil en todo lo que hacía", escribió el abogado. "Haría juguetes propios de un niño y jugaría con ellos durante horas antes de hacerlos pedazos".
También agregó que durante el juicio había quedado probado que Evans era un mentiroso, lo que había hecho su condena "inevitable".
Pero el indulto fue rechazado.
La madre de Evans decidió entonces escribir una carta al Ministerio de Interior.
En la misiva, explicaba que su hijo nunca había tenido problemas y que había crecido siendo parte del coro de una iglesia y de los boy scouts.
"Mi hijo tiene una discapacidad mental y fue tratado por un médico mental desde que tenía ocho años, pero no es un chico malvado", decía.
De nuevo, su petición de indulto fue denegada.
Los dos hombres fueron ahorcados en diferentes prisiones a la misma hora: las 08:00 del 13 de agosto.
El abogado Cooper no duda en afirmar que Evans fue víctima de un fallo de la justicia.
"Evans era un individuo vulnerable", dice. "Y ese individuo vulnerable fue enviado a juicio sin que se presentara la debida defensa para que el jurado la considerara".
Una defensa adecuada, en su opinión, habría sido alegar responsabilidad atenuada. Y este argumento habría tenido más posibilidades de éxito si hubiera habido un examen psiquiátrico más exhaustivo, lo que le podría haber llevado a un hospital mental en lugar de a la horca.
Allen y Evans fueron las únicas personas ahorcadas en Reino Unido en 1964. Menos de un año después, la pena capital fue suspendida y completamente prohibida en 1969.
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