Reforzado por los dos últimos triunfos electorales, el presidente Nicolás Maduro ya piensa en su reelección en 2018.
Asediado por la crisis económica que sacude Venezuela, Maduro busca las condiciones más propicias. Entre ellas podría estar la ausencia de los principales partidos de oposición.
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"No podrán participar, desaparecerán del mapa político", amenazó el mandatario a los partidos que el domingo no concurrieron a las elecciones municipales en las que el chavismo arrasó.
La decisión contra el partido Primero Justicia del doble candidato presidencial Henrique Capriles, contra Voluntad Popular del arrestado Leopoldo López y contra Acción Democrática, entre otros, podría tomarla próximamente la Asamblea Constituyente, el cuerpo plenipotenciario dominado por el chavismo.
Pero aún no es un hecho ni están claras las consecuencias de una medida así.
"Intentan alejarnos aún más de las elecciones", dice a BBC Mundo el diputado Miguel Pizarro, de Primero Justicia, uno de los amenazados por no concurrir a las municipales.
Estos partidos consideran injusto el sistema electoral venezolano tras las acusaciones de fraude e irregularidades de las regionales de octubre.
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Si finalmente se les impide participar y esos partidos deciden boicotear también las presidenciales, llaman a la abstención y se ahonda la percepción del ciudadano de que el proceso no es justo, entonces "sería algo muy parecido en efectos políticos a los que vimos el domingo", advierte el analista Edgard Gutiérrez.
La fuerza del candidato único
Luis Vicente León, director de la encuestadora Datanálisis, no cree que esa posible prohibición sea la amenaza más relevante que enfrenta la oposición.
"La concentración de votación opositora se daría por cualquier vehículo que quede activo si hubiera un candidato único", señala.
Como en las municipales, la no participación de esos partidos no impidió que algunos de sus candidatos lo hicieran bajo el nombre de otros partidos que sí concurrieron.
Aunque fragmentada, aún existe la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), una coalición de partidos opositores cuya unión será clave para ir detrás de un candidato único contra Maduro.
La eventual medida contra los partidos podría acrecentar la impresión de que el sistema no es justo, lo que desalentaría a los votantes antichavistas.
Precisamente esas organizaciones están buscando mejores condiciones en la mesa de diálogo con el gobierno establecida en República Dominicana.
Este 15 de diciembre debería haber un anuncio sobre si hay acuerdo o no en un proceso que busca destensar la pugna política que vive Venezuela desde hace años.
Una elección diferente
En este contexto y tras dos aplastantes triunfos en menos de dos meses, parecería casi hecha la reelección presidencial de Maduro el próximo año.
No tan rápido.
El chavismo cierra 2017 con 19 de las 23 gobernaciones y con el control del 92% de los municipios tras las elecciones a alcalde de este domingo.
Pero la elección presidencial presenta matices e incógnitas que impiden pensar en resultados completamente análogos a los comicios con los que Venezuela cerró un año convulso.
"La elección presidencial es el momento estelar de la política venezolana. La final de la Copa del Mundo", compara Gutiérrez.
Y Maduro llega en mejor posición de lo que se pensaba hace unos meses.
Los triunfos de Maduro
"Si me hubieras preguntado en marzo te habría dicho que la posibilidad de ganar en la presidencial era muy baja o ninguna. Pero ahora tiene una oportunidad realmente importante de lograr la reelección", afirma Gutiérrez.
De marzo a ahora, Maduro, menospreciado por muchos como sucesor del fallecido y carismático Hugo Chávez, sobrevivió cuatro meses de protestas callejeras que dejaron unos 120 muertos; creó una Asamblea Constituyente plenipotenciaria y completamente oficialista ante la ausencia de la oposición; tiñó el mapa político local de rojo y fragmentó a la oposición.
Pero todo ello no debería llevar a pensar en un triunfo cómodo ni seguro para Maduro, que casi con total certeza será el candidato del chavismo para tratar de extender la llamada revolución bolivariana por seis años más.
"Su posición de control político mejora. Pero eso no significa que sea más popular o que el pueblo no quiera cambio", dice Luis Vicente León.
Parte del resultado de la elección presidencial de 2018 puede depender de la fecha.
"No es lo mismo una elección presidencial en marzo que en diciembre", advierte Gutiérrez.
Desde el punto de vista estratégico al chavismo le convendría un adelanto para aprovechar el quiebre en la unidad de la oposición, las dudas de ésta en participar o no en unos comicios que no considera limpios y la consiguiente desesperanza de los votantes antichavistas, reflejada en la abstención.
Esa situación contrasta con un chavismo que ha logrado una inmensa cuota de poder local en las dos últimas elecciones y que en caso de derrota en las presidenciales podría hacer el país ingobernable.
Pero también hay otros factores que juegan en contra del gobierno. Sobre todo, la situación económica de un país que ve cómo sus ingresos menguan y que tiene cerradas casi todas las puertas de la financiación internacional por las sanciones de Estados Unidos.
"En la medida en que el país se deteriora, eso impacta sobre el sistema político y electoral", constata Gutiérrez.
Ese aspecto podría jugar a favor de un adelanto electoral.
En contra de acelerarlo estaría la situación financiera de un gobierno que tendría un gasto limitado en campaña.
Oxígeno financiero es precisamente lo que quizás busque el chavismo en el diálogo con sus rivales en República Dominicana.
El gobierno presiona incluso con no convocar las presidenciales mientras sigan las sanciones financieras de Washington.
Líderes inhabilitados
El chavismo vence porque, presuntas irregularidades aparte, es capaz de movilizar siempre a su núcleo duro de votantes, algo que no logra la oposición, fragmentada, enfrentada y alejada de la unidad que llevó a una elevada participación y al triunfo en las parlamentarias de 2015.
En las presidenciales, presentadas como todo o nada, es de esperar una gran participación opositora pese a las dudas sobre el sistema y a que haya condiciones adversas, como la inhabilitación de sus líderes más carismáticos: Capriles y López.
Ambos, según las encuestas, serían los rivales más peligrosos para el actual presidente.
Tanto León como Gutiérrez creen que Maduro no ganaría a un candidato respaldado por toda la oposición y en condiciones normales.
La reciente encuesta de Venebarómetro señala que el 75,3% de la población cree que la situación de Venezuela es negativa. El 65,3% opina que Maduro debe salir del palacio de Miraflores "lo antes posible".
Si no existen esas condiciones electorales justas, estaría en riesgo el reconocimiento internacional y provocaría que continuaran o aumentaran las sanciones y el cerco financiero a un país urgido de dólares para importar alimentos y medicinas y pagar su deuda externa ante el riesgo de una cesación de pagos o default.
Esa situación genera tensiones internas dentro del chavismo que, sin embargo, parecen controladas por Maduro.
El presidente pidió recientemente la renuncia como embajador en Naciones Unidas de Rafael Ramírez, un peso pesado del chavismo histórico que había expresado críticas contra la gestión económica del presidente.
Ante una oposición de momento desorganizada y desunida, la trama interna quizás sea el principal problema de Maduro.
Pero eso puede cambiar en 2018 ante unas presidenciales cruciales para el futuro político, económico y social de Venezuela.