Columna de Yolanda Rosaly: ¡Mónica Puig se pegó en la Loto!

Todos sabemos quién es Mónica Puig. Y, más allá de sus espectaculares logros en el deporte que han colmado de orgullo a Puerto Rico, muchos están claros de la calidad humana de esta joven boricua, porque, como siempre he dicho, estas cualidades suelen salirse por los poros. Lo bueno y lo no tan bueno se emana, se percibe. No importa cuánto esfuerzo, cuánto show o cuán buen actor o actriz pueda ser, a la corta se le cae la cortina al que sea y termina viéndose tal cual es. En el caso de Mónica, no hay más que escucharla y verla en sus innumerables apariciones públicas para darse cuenta de que vale un millón.

Entonces, hace unos días se dio a conocer que se encuentra inmersa en una relación afectiva de la que, personalmente, me alegré un montón. Se trata de un joven igualmente valioso no tan solo en el deporte, sino como ser humano. Hablo de José Eugenio de León Domenech, un muchacho a quien usted probablemente no conozca. Pero yo lo vi crecer y puedo dar fe de su excepcional personalidad gracias a la crianza que le impartieron unos maravillosos padres.

José Eugenio es parte de la llamada familia política, de esa que no lleva tu sangre, pero que en muchas ocasiones el afecto llega a ser tan o más fuerte que un apellido; esa familia que sin tener el compromiso de acogerte, pues ningún elemento biológico nos une, decide apreciarte, quererte y respetarte como a uno de los suyos. Así son los De León-Domenech y, de hecho, toda mi familia política. Soy bendecida por eso.

En este momento, José Eugenio es uno de los prospectos más destacados, más importantes del béisbol de Estados Unidos y juega con los Dodgers de Los Ángeles. Todos los expertos y especialistas en la materia lo catalogan como una estrella en potencia y le auguran un futuro ultraexitoso. ¡Boricua Power junto a la Pica Power! Tremenda combinación.

Pero lo más importante es otra cosa… Desde muy pequeño siempre veía a José y a su hermano llegar a las actividades familiares directamente del parque de pelota junto con sus padres, quienes se ocuparon de fomentar el talento de ambos. Aparte, la disciplina impartida y el inmenso amor que le profesan a cada instante era y siguen siendo evidentes. Y esa es la clave: lo que se enseña, se aprende y se afianza en el seno del hogar. Y ahí los tienen: dos muchachos que valen oro.

Así las cosas, Mónica cuenta con un compañero sentimental con una alta escala de valores, al igual que ella. Y eso no tiene precio. ¡Cuídenlo! Sé que son muy jóvenes, que probablemente pasen largos periodos de tiempo alejados por los compromisos deportivos de ambos. En esta etapa de sus vidas pasan por momentos cruciales en los que necesitan tiempo y concentración para lograr sus metas profesionales. Y lo anterior pudiera lacerar su relación. ¡Pero no lo permitan! Aunque suene trillado, sin dudas, el amor no tiene límites y todo lo puede… Como dice la Biblia en la parte de Corintios 13: “El amor es paciente, es bondadoso… No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor… El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.

Disfruten en momento y valoren todo, todo, todo lo que los rodea.

¡Felicidades y bendiciones para ambos!

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