Opinión

Bad Bunny y su half-time, ¿diversidad o escaparate?

Lee aquí la columna del semiólogo.

Eliseo R. Colón Zayas
Eliseo R. Colón Zayas

Me parece que no debemos romantizar sin matices la actuación de Bad Bunny en el half-time del Super Bowl de 2026.

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Sabemos que el sistema dominante podría digerir esta rebeldía incorporándola superficialmente sin cambiar estructuras. El half time como espectáculo sintomático de la sociedad estadounidense es, sin duda, un gran espectáculo. E

s un montaje cuidadosamente producido, patrocinado por corporaciones (Apple Music, NFL, Roc Nation), que busca entretener a la masa heterogénea de espectadores y, a la vez, proyectar ciertos valores. La pregunta sería: ¿qué fantasía ideológica encarna la elección de Bad Bunny, y qué síntomas sociales afloran a su alrededor?

Por un lado, podríamos pensar que la NFL y sus socios abrazan a Bad Bunny como parte de un discurso de diversidad e inclusión muy rentable en la actualidad. La filósofa Nancy Fraser denomina “neoliberalismo progresista” a esa alianza entre agendas de diversidad y capitalismo corporativo. Es decir, las empresas se apropian de causas identitarias (feminismo, multiculturalismo, LGBTQ+) no tanto por convicción sino porque es buena publicidad y amplía mercados.

En este caso, la NFL, un “negocio lucrativo” históricamente visto como bastión conservador, diversifica sus contenidos para que “todas las personas se sientan incluidas”, contratando a un artista latino joven en aras de mostrarse tolerante y plural.

Desde esta óptica crítica, el espectáculo de Bad Bunny podría interpretarse también como un movimiento de marketing ideológico que envía el mensaje de que en el NFL “somos modernos y de mente abierta”, atrayendo así a públicos latinos, jóvenes y progresistas, mientras se capitaliza esa atención en beneficio comercial con una audiencia récord, la venta de anuncios y una imagen positiva).

El sistema se apropia de la transgresión para neutralizarla. En términos simples, el sistema vende rebeldía para que nada realmente cambie, para que los espectadores disfruten,

¿Qué aflora en torno a Bad Bunny en el Super Bowl? Claramente, la ola de reacciones viscerales, particularmente del ala nacionalista blanca estadounidense muestra el malestar subyacente en la sociedad estadounidense frente a los cambios demográficos y culturales.

La fantasía promovida podría por el NFL de celebramos la diversidad; todos unidos disfrutando el espectáculo, más allá de razas e idiomas es un bonito ideal post-racial, posnacional.

Pero el exceso de furia en los comentarios de odio como ¡están destruyendo la NFL con lo woke, con lo latino, con lo queer! indican que bajo la narrativa de armonía multicultural persisten divisiones profundas –racismo, xenofobia, temor a perder privilegios– que el espectáculo por sí solo no sana.

La presencia de Bad Bunny encendió un punto neurálgico en el inconsciente colectivo estadounidense, la pérdida del monopolio cultural anglo. Y la reacción MAGA es la manifestación de ese pánico, un intento de la ideología reaccionaria por recalibrar su fantasía, la fantasía de una nación culturalmente homogénea, frente a la disrupción.

El 8 de febrero de 2026, mientras la transmisión mainstream ensalzará con toda probabilidad el half-time como algo histórico y unificador, en las redes sociales y medios conservadores y de derecha se verán mensajes de boicot y teorías conspirativas.

Un sector se contará la fantasía de que el Super Bowl 2026 fue una fiesta de inclusión que demuestra el progreso social, otro sector se contará la fantasía opuesta de que fue la evidencia de una conspiración liberal para humillar a los “verdaderos estadounidenses”.

Ambas visiones revelan más sobre los temores y deseos de esos grupos que sobre el espectáculo en sí. Así, Bad Bunny se vuelve un significante flotante en la guerra cultural, para unos será símbolo de orgullo y, para otros, símbolo de decadencia. Ese exceso de significado, ese histeriqueo colectivo alrededor de un show musical aflora el síntoma social de una identidad nacional estadounidense en crisis, dividida en cómo narrarse a sí misma.

Recordemos el concepto de tolerancia represiva de Herbert Marcuse quien alertaba que mucha de la “tolerancia” que pregonan las sociedades liberales es en realidad funcional a la opresión, porque acepta ligeras diferencias para perpetuar el estatus quo.

Aplicado aquí: se tolera al artista latino en el gran half-time, pero ¿qué pasa fuera del estadio? Mientras Bad Bunny canta, ¿han cambiado las políticas hacia los inmigrantes? ¿Siguen detenidos latinos pobres en la frontera, ICE siguen separándose familias? Una comentarista lo expresó crudamente en 2020: “mientras JLo y Shakira bailaban, en la frontera las latinas que no son toleradas seguían esperando, y probablemente familias enteras serían separadas”. Este señalamiento expone la brecha entre la superficie del espectáculo inclusivo y la realidad de exclusión vigente.

El half-time corre el riesgo de ser un ejercicio de tolerancia de escaparate. En el NFL damos visibilidad a un artista de una minoría, nos sentimos bien con la diversidad, pero no necesariamente se traduce en mejoras materiales para esas comunidades. Eso pertenece a la esfera de la política real, no del showbiz.

Bad Bunny en el Super Bowl opera simultáneamente como símbolo ideológico y síntoma subversivo. Como símbolo ideológico, es aprovechado por la NFL y las marcas para proyectar una imagen cool y “en sintonía con los tiempos”, lo cual en última instancia busca mantener enganchado al público consumidor, ahora amplio y multiétnico.

La misma elección de Bad Bunny desata fuerzas que la ideología dominante no controla del todo: en vez de ser simplemente digerido, el evento provoca un reflejo revelador, las protestas conservadoras, y tal vez abra espacios de discusión incómodos sobre el racismo, sobre la situación colonial de Puerto Rico, sobre el idioma en EE.UU.

Celebrar a Bad Bunny en el Super Bowl está bien y es significativo, pero no nos quedemos sólo en la celebración simbólica; la comunidad latina estadounidense puede usar el momento para impulsar conversaciones y acciones sobre la equidad. ¿Cómo incluir a más minorías en posiciones de poder en la industria mediática? ¿Qué pasa con los latinos fuera del show, aquellos que están afuera en la sociedad?

Si nos quedamos en la celebración simbólica, la ideología habrá ganado, les habrá dado un dulcecito de diversidad mientras todo lo demás sigue igual.

En síntesis, desde el enfoque mediático-ideológico, el espectáculo de Bad Bunny es una especie de espejo deformante, refleja tanto las aspiraciones de una sociedad estadounidense más inclusiva, como sus ansiedades y fracturas profundas. Es un signo de los nuevos tiempos mediáticos, donde la diversidad vende, pero también un síntoma social que delata las tensiones no resueltas en el imaginario estadounidense.

Disfrutemos del show –¡por supuesto! – pero sin dejar de leer entre líneas. ¿Qué dice de Estados Unidos como sociedad y qué fantasías e ilusiones se están escenificando en ese estadio?

El espectáculo del half-time del Super Bowl 2026 protagonizado por Bad Bunny trasciende la mera actuación musical para convertirse en un fenómeno cultural polifacético.

Hemos visto que representa un hito de representación, su presencia es un signo del cambio en la identidad cultural estadounidense, una señal de que las narrativas inclusivas ganan espacio en el mainstream de ese país y de que la comunidad latina se reconoce y es reconocida en el espejo mediático.

Al mismo tiempo, su actuación sirve de símbolo empoderador para millones de latinos en Estados Unidos, validando identidades antes marginadas.

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