Nunca pertenecí a un partido político, hasta que fundé Proyecto Dignidad en 2019. Rajé la papeleta colorá desde que comencé a votar en 1972, hasta Sila en el 2000. Mis padres eran populares y nunca lo pensé dos veces a la hora de emitir el voto. Sentía que, por respeto a ellos, debía seguir apoyando al Partido Popular Democrático (PPD). En el cuatrienio de Sila, 2001 al 2004, se empeoró mi preocupación con la dirección que llevaba Puerto Rico y me di cuenta de que los dos partidos que se habían alternado en el poder eran responsables de nuestra debacle como pueblo. Empecé a votar mixto. Participé en la confección de instrumentos que buscaban educar al electorado para que apoyaran políticos, conservadores y de principios. El problema era que no importa lo que prometieran, cuando llegaban al poder, doblaban sus rodillas ante la plataforma del partido, las decisiones del caucus y el poder del gobernador de turno y los presidentes de las cámaras legislativas. Nada cambiaba no importa por quién votara o quién ganara.
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El viernes, 8 de marzo de 2019, a las cuatro de la mañana, me desperté sin sueño, con una tormenta de ideas en mi mente y la convicción de que debía crear un nuevo instrumento político que cambiara la dirección que Puerto Rico llevaba. Jamás pensé estar involucrado en política partidista, pero esa madrugada Dios cambió mi corazón. El primer nombre que vino a mi mente fue “Familia y país”. Consulté mi intuición a primera hora con mi esposa, quien me dio todo su respaldo. Nunca he tomado decisiones trascendentales, sin que ella participe y estemos de acuerdo. También lo consulté con nuestros hijos y sus respectivos cónyuges. Ha sido ese respaldo continuo de mi familia y la convicción de cuál es el propósito de Dios, lo que me ha permitido enfrentar el camino difícil, a veces tormentoso, que ha sido ser presidente del Proyecto Dignidad.
El proceso electoral nuestro es un gran acto de simulación a cargo de agencias de publicidad alimentadas por millones de dólares. Los partidos que nos llevaron a la quiebra, que nunca han asumido responsabilidad por la misma, se presentan ante el pueblo como si nunca hubiesen gobernado. La corrupción es rampante a todos los niveles. Lo trágico es que el pueblo sigue engañado. El “duérmete nene” del estatus y el miedo a la pérdida de los fondos federales sigue pesando en la conciencia de los electores, que son manipulados para favorecer a los que nos han traicionado con su corrupción.
Por eso surge Proyecto Dignidad. Nuestro propósito fundamental es que podamos tener un gobierno honesto, que respete a todos y que gobierne para todos, no para la minoría que los eligió. Un gobierno que recobre la confianza del pueblo, del gobierno federal y de aquellos que quieran invertir en nosotros. Queremos tener un gobierno que les dé prioridad a la vida, la familia y a las libertades individuales. Un gobierno que atienda nuestros problemas apremiantes con soluciones efectivas. Queremos un gobierno que vuelva a traer esperanza a nuestro pueblo, que solo ve esperanza allende los mares.
Este próximo 9 de agosto, tendremos nuestra asamblea, donde se elegirá el Consejo de Gobierno con su nuevo presidente. Mi esposa y yo hemos decidido no ir a la reelección a la presidencia. Seguiré siendo parte del Consejo de Gobierno y participando en las decisiones que le den dirección al partido. Pienso seguir trabajando en la búsqueda de soluciones a nuestros problemas como sociedad.
Ni me voy, ni me quito. Tengo una responsabilidad delante de Dios y de los que amo. La voy a cumplir.
“En Tus manos están mis tiempos” Salmos 31:14