Opinión

Educar en la adolescencia desde lo socioemocional

Lee aquí la columna de la estudiante doctoral del programa de Liderazgo Educativo en Organizaciones Educativas, UPRRP

Michelle Morales, columnista
Michelle Morales + columnista

La adolescencia es una etapa de profundos cambios que conlleva desafíos tanto físicos como emocionales, los cuales pueden afectar el bienestar integral de la juventud. A estos cambios, se suman presiones sociales, expectativas externas y la creciente influencia de los medios de comunicación y las redes sociales. En este contexto, el aprendizaje socioemocional (ASE) se convierte en una guía esencial para que las y los adolescentes cultiven habilidades que les permitan afrontar y superar dichas dificultades. Desde una perspectiva educativa, el ASE impulsa el desarrollo de competencias esenciales como la empatía, la resolución de conflictos y la autonomía, integrándolas en la práctica escolar mediante metodologías dinámicas, participativas y dialógicas-reflexivas.

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Actualmente, el acceso a la información y al uso de las redes sociales plantean desafíos únicos para la adolescencia. Si bien son herramientas que enriquecen el repertorio de estrategias para el aprendizaje y la interacción social, también pueden exponer, a quienes las usan, a riesgos como el ciberacoso, la hipersexualización y la sobrecarga de información, entre otros. En Puerto Rico, el 17.1 % del estudiantado sufrió acoso en la escuela en 2017, y el acoso cibernético fue más frecuente entre las féminas (Disdier & Rodríguez, 2019). Por otro lado, la presión ejercida por los medios de comunicación y las redes sociales por cumplir con estándares de belleza y comportamientos sexualizados puede afectar negativamente la autoestima y la percepción del cuerpo (Ward, 2016). Durante la adolescencia, el desarrollo de la identidad se convierte en una tarea fundamental. La juventud busca comprender quiénes son, cuáles son los valores y creencias que les sostienen, y cómo se relacionan con el mundo que les rodea.

En dicho contexto, el ASE puede ser un factor de protección para ayudar a las personas adolescentes a fortalecer su autoestima y autonomía y a establecer límites saludables con el uso de las redes sociales. Desde una perspectiva integral y crítico-reflexiva, reconoce la interrelación entre pensamientos, emociones, entorno y comportamientos. Su enfoque es preventivo y se orienta al desarrollo de habilidades clave, como el reconocimiento y la autorregulación emocional, el interés genuino por los demás, la toma de decisiones responsables, la vivencia de la solidaridad y la empatía (Álvarez, 2020). Sin embargo, no debemos simplificar este enfoque curricular a una herramienta para crear seres dóciles, serviles, que solo se adapten y normalicen la opresión laboral o académica, o que se autorregulen en función del “otro” y no desde su circunstancia sociohistórica y cultural (Álvarez, 2020).

La realidad es que resulta difícil abordar la educación socioemocional por los diversos constructos, acercamientos teóricos, interpretaciones curriculares y modelos de aprendizaje. La mayoría de los proyectos de aprendizaje socioemocional toman como referencia el movimiento global Social and Emotional Learning (SEL) y la organización The Collaborative for Academic, Social, and Emotional Learning (CASEL), que lidera esta iniciativa. No obstante, en Puerto Rico, su adopción ha sido fragmentada y no responde a un enfoque coherente y planificado colaborativamente.

A lo largo de múltiples conversaciones con el magisterio, la dirección escolar y el profesorado universitario especializado en educación, he identificado dos preocupaciones clave en la implementación de programas curriculares en general. Primero, la falta de un enfoque participativo que integre las perspectivas y necesidades de docentes, estudiantes y sus familias en el diseño de estos programas. Segundo, la ausencia de mecanismos de documentación que permitan entender y apreciar el impacto real de su implementación. Estas mismas problemáticas se presentan en la incorporación del aprendizaje socioemocional como parte del currículo escolar.

Aun cuando ha habido intentos para atender el ASE en las escuelas de Puerto Rico, no hemos hallado información sobre el impacto de tales experiencias. La dificultad se presenta en la forma desarticulada e inconsistente en que se trabaja. En parte, esto se debe a la estructura burocrática y centralizada con la que se toman las decisiones. Como señala Quintero-Rivera (2021), la efectividad de los servicios de apoyo socioemocional en las escuelas depende de su integración con la labor docente y la colaboración activa con las agencias de bienestar social y la comunidad, adaptándose a las particularidades de cada entorno escolar.

La implementación del ASE va mucho más allá de la normalización de comportamientos y la simple adaptación de currículos extranjeros descontextualizados. En lugar de imponer una autorregulación desde afuera, debemos fomentar un enfoque que permita a las y los estudiantes explorar y comprender sus emociones e identificar sus necesidades. Para lograr esto, es esencial adoptar un enfoque participativo y crítico-reflexivo que involucre a la juventud en su proceso educativo. Esto implica escuchar sus preocupaciones, entender sus experiencias y permitirles formular sus propuestas y soluciones.

Esta mirada contextual y participativa de la adolescencia hace eco en el Desarrollo Positivo de la Juventud (DPJ), un modelo que promueve un enfoque conceptual que guía los programas que trabajan con esta población desde sus fortalezas y no desde su déficit. Las intervenciones diseñadas desde el DPJ han evidenciado ser exitosas. Según Sardiñas y colaboradores (2017), en Puerto Rico se identificaron solo seis programas con este enfoque. Para fomentar un mayor sentido de pertenencia y compromiso, las intervenciones originales que se diseñen deben contar con la participación activa de las adolescencias y el acompañamiento de la adultez. En otras palabras, las personas adultas deben poner el oído en tierra frente a los reclamos de las y los adolescentes, e implementar sus iniciativas tal como las proponen o acompañarles en su desarrollo y evaluación.

La integración de aprendizajes socioemocionales es un desafío de innovación curricular que afronta el campo de la educación. Esta integración es un camino por construir colectivamente, con mayor reflexión, transdisciplinariedad y participación, tanto en el proceso de diseño, como en su implementación. El ASE presenta un enfoque integral desde lo afectivo-cognitivo-social para identificar y atender preventivamente los factores de riesgo a los que la adolescencia se enfrenta. No hay aprendizaje significativo sin amor, sin vínculo y sin conexión. En el rescate de nuestra humanidad, no podemos limitarnos a la adquisición de habilidades técnicas o académicas sin un compromiso profundo con los principios de justicia social y el respeto por la dignidad humana. Ese compromiso comienza cuando se reconoce y valora la diversidad de experiencias y emociones que cada individuo aporta al proceso educativo.

Esta es la quinta columna de la serie Adolescentiens: identidades sentipensantes.

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