A medida que transcurre el tiempo, las culturas se desarrollan, sufren modificaciones, involucionan o progresan. Existen diversos factores que convergen para ello. Nosotros, en Puerto Rico, somos parte de lo que se conoce como Occidente. Occidente posee una herencia particular, la que le permitió distanciarse y distinguirse supremamente de otras: la herencia judeocristiana. Esta fue la piedra angular que sentó los conceptos vitales que dieron forma y permitieron el florecimiento de lo que, precisamente, se conoce como Occidente o valores de Occidente. Entre esos valores, se encuentra el reconocimiento de la dignidad de la vida humana y su igualdad ante Dios y los hombres.
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Nos encontramos en el siglo 21, la historia sigue su curso y Puerto Rico no está ajeno a las corrientes que confluyen y su lucha constante. La legislación, incluso, atestigua esta batalla de ideas y de creencias. En este contexto, se ha presentado, en esta primera sesión de la Vigésima Asamblea Legislativa, el Proyecto del Senado 504. Su autor es el senador y presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz. El proyecto busca enmendar los Artículos 67, 69 y 70 de la Ley 55-2020, según enmendada, conocida como “Código Civil de Puerto Rico”, con el fin de clarificar que el ser humano en gestación o nasciturus es persona natural.
Este proyecto le devuelve a Puerto Rico el más alto estándar de concepción sobre el ser humano, la concepción multidimensional que reconoce la dignidad intrínseca de todo ser humano, independientemente de su etapa de desarrollo, condición, capacidades u otra. La repercusión es clara: como consecuencia lógica, se confirma que este ser humano (nasciturus) merece ser tratado con valor y debe ser protegido, lo cual responde también a lo establecido en nuestra Constitución. La medida reconoce que ser biológicamente humano confiere estatus moral; ser humano equivale a ser persona. Esto es un bombazo para aquellos que reducen al ser humano a mera materia u objeto de uso y de descarte.
En nuestro tiempo moderno/posmoderno y poscristiano, el tema de la vida y de la sexualidad se han convertido en temas morales cruciales y decisivos. Usualmente, quedamos atrapados en discusiones amarillistas y circulares, pero muy pocas veces nos detenemos a identificar las ideas y cosmovisiones detrás de los temas, de las propuestas e incluso de la legislación. En esa dirección, y de aprobarse esta medida, tendrá grandes implicaciones jurídicas, pero a nivel social, cultural y bioético representa un abismal distanciamiento de la ética o moral secularlaicista.
La legislación también es un buen termómetro que refleja la visión acerca del valor y del propósito de la vida humana. En esos términos, este proyecto devuelve la integración que hizo que Occidente fuera tan especial y distinto: el orden natural y el orden moral integrados en una unidad general. Si lo aplicamos a esta legislación, esto significa que, en efecto, hay vida en el vientre materno. Los adelantos científicos (datos) han permitido establecer que la vida de un organismo humano comienza en la concepción, pero eso, para la visión secularlaicista, no significa mucho. En esa concepción, el hecho de ser humano no tiene significado moral. Sin embargo, esta legislación nos dirige a lo que se conoce como “verdad unificada”. Nos regresa al paradigma de la unidad del conocimiento científico y el conocimiento moral que, lamentablemente, tuvo una escisión en la modernidad. Pero más importante aún, nos lleva a reconocer que existen verdades y conocimientos objetivos, y que estos pueden ser comprendidos por todos. ¡Esto es extraordinario!
Mientras tanto y regresando al nasciturus como eje principal de esta legislación, de aprobarse la medida, quedaría establecido que ese bebé no estará sujeto a propósitos arbitrarios y denigrantes que cualquiera decida imponerle. Esta legislación le reconoce y acepta su valor ante los hombres en la sociedad puertorriqueña. Este es el espíritu de Occidente que se sostiene por los valores judeocristianos.