El Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC) presentaron los candidatos que postularán a los cargos que resultan sobrantes en la papeleta nacional, tras la alianza estratégica que anunciaron de cara a las elecciones generales de noviembre. Se trata de candidatos que no serán promovidos para el cargo que se postulan, pues cada uno de esos partidos respaldará al candidato del partido aliado. Es decir, Juan Dalmau del PIP apoyará a Ana Irma Rivera Lassen del MVC, y Javier Córdova del MVC a Juan Dalmau del PIP.
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Se trata de un momento histórico en la política electoral de Puerto Rico. Pero también un momento de retos para ambos partidos pues se juegan su futuro y pertinencia ante la sociedad boricua. A mi juicio, el PIP tiene mucho más que ganar o perder con esta alianza, siendo la colectividad más antigua. En el caso del MVC, la atención estará centrada en Manuel Natal como candidato a la alcaldía de San Juan y esta vez tendrá que rodearse de un equipo electoral mucho más sagaz para darle la guerra al ahora incumbente Miguel Romero.
Sobre los candidatos anunciados ayer, muchos los consideran de agua, otros como parte de una burla al proceso electoral, y entre los simpatizantes a la alianza, como personas que se sacrifican para que el PIP y MVC logren el poder político.
Mas allá de esas percepciones divididas por los bandos ideológicos y los retos que tienen ambos grupos de cara al futuro post noviembre, la alianza debe estar en un proceso continuo de análisis sobre cómo pudieran ser exitosos en sus objetivos inmediatos. El tema de cómo manejarán el asunto del estatus y los adeptos independentistas de la mayoría de sus aspirantes será uno de los retos más importantes que enfrentarán en las próximas semanas y meses si quieren abrazar un grupo enorme de electores. Cómo se proyectarán ante los otros partidos es otro reto. Creo que llevan demasiado tiempo insistiendo que son la antítesis al bipartidismo y ello le pudiera ser contraproducente, pues no han hecho una transición efectiva a las ideas o propuestas que le conviertan ante el electorado en una alternativa radical a lo existente, más allá de ser caras distintas. A nivel de imagen publicitaria creo que deben dejar de proyectarse como una “esperanza” y presentarse ante la gente como una “realidad”. La palabra esperanza los hace lucir como una utopía, un romanticismo, que no es posible. En vez de estar en una eterna quejadera de que no los suben al ring de los pesos pesados, deben subirse y proyectarse como tal. Los medios tenemos ese reto de igual manera.
Los periodistas tenemos que cuestionarlos a todos por igual. A rojos, azules, aliados, dignos, independientes y todo el que surja con la misma precisión, dureza y seriedad que amerita el momento. Ni a unos más duro porque son el grupo de poder y a los otros más suave porque son los simpáticos, o viceversa. A todos por igual. De la misma forma, esas tarjetas de los periodistas, es decir los políticos, candidatos, tienen que dejar a un lado las sensibilidades extremas y enfrentar los cuestionamientos como gente grande. Contestar lo que se les pregunta sin ambigüedades ni retórica trasnochada. Esa cosa de los políticos de enfrentar una entrevista dura y después irse a las redes para llorar ante quienes les aplauden como focas para quejarse de los periodistas, como hacen los niños en la escuela, es patético.
Llegó el 2024 y con este año el momento para que quienes aspiran a puestos electivos, de todos los partidos, demuestren si son de agua o quieren honestamente sacrificarse por un mejor país. Lo demás es politiquería.